Cómo me gustaría levantar
estas letras
y escrutar el espacio
que ocupan en el mundo,
alzar la seda al vuelo
del velo —Maya maga—
que cubre tus sentidos
y percibir el cerco
de la luz y su rayo
de átomos crujientes
igual que aquellas
notas de polvo
vibrando en las mañanas
de tu infancia.
¿Qué sustancia
se esconde en el dolor?
¿En que guarida
vive cada día
la muerte
antes de su zarpazo?
¿A dónde emigra
el alma sin el cuerpo?
Y el cuerpo,
¿a dónde emigra?
Están en la palestra, como
gimnastas aceitados,
todas las preguntas.
Y él, su mito o su fantasma,
se limita
a trazar unos signos
en el suelo.
Fuente de la paciencia,
vena y cauce secreto
de la serenidad,
danos de esa tu agua
que sin cesar bebamos
mientras duren las horas.