¿Qué hubiera pensado ella de los días de la peste? ¿Cómo los hubiera vivido? ¿Cuáles hubieran sido sus reacciones, sus dichos, sus rezos, sus énfasis? Al cumplirse un nuevo aniversario, con cifras de tres dígitos que ya van teniendo una dimensión no manejable y que, bajo circunstancias por completo inesperadas, parecen introducirlo en otro modo de existencia de la que cada mañana no es fácil hacerse cargo, en tales circunstancias ha recurrido a lo más cercano y evocador que aún conserva de ella: su propia imagen en los ojos de los otros. Y ha sonreído con su mejor sonrisa, que dicen que es la sonrisa de ella, y que ella a su vez decía que le recordaba tanto a la de su propia madre —la abuela Josefa, que él no conoció—, cuando alguien muy cercano, al verlo mandil en ristre y rodeado de sartenes, le ha dicho: «¡Hay que ver cómo te pareces a tu madre!».
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