miércoles, 1 de abril de 2020

Caronte

La imagen puede contener: nubes, cielo, océano, exterior, agua y naturaleza
Eric Martín Contreras: La barca de Caronte, 2008.
Caronte, el barquero de la Estigia, está perplejo. Por más que lee y relee el Edicto de Medidas Especiales (EME) para los días de la peste, no encuentra que su tarea esté incluida entre las consideradas de urgencia o primera necesidad. Con la que está cayendo y con el mes que se inicia —justo aquel en que el poeta, a la vista del Puente de Londres, dijo que «nunca hubiera creído que la muerte pudiera llevarse a tantos»—, en un estado así, ¿quién se atrevía a prescindir tan ostensiblemente de sus servicios? ¿Sería olvido? ¿Tal vez ofensa? ¿Acaso una variante, algo absurda pero no impensable, de la falta de lecturas del legislador? «Pues, no sé —se decía el Barquero mientras colgaba de nuevo el remo en el zaguán de su confinamiento—, pero como empiecen a cargarse los mitos, ni siquiera va a ser posible morirse de verdad». Y, muy apesadumbrado y algo más macilento, se iba a la cama.
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martes, 31 de marzo de 2020

Los intocables

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Eliot Ness y sus muchachos. Protagonistas de Los Intocables (The Untouchables),
serie televisiva de 119 episodios, que se emitió entre octubre de 1959 y mayo de 1963, en la cadena ABC.
Y algún tiempo después en TVE.
Conocimos primero a aquellos agentes que, a las órdenes de Eliot Ness, combatían el crimen organizado, en tiempos de la «ley seca», y llenaban de aventuras trepidantes y elegantes sombreros el blanco y negro de nuestras televisiones. Supimos después de la existencia de una casta de parias en la India —también en otros países—, formada por los excluidos no sólo de las jerarquías sociales sino de la propia condición humana. Descubrimos asimismo bajo ese rubro la historia de dos hombres unidos por su peculiar y diferente, aunque complementaria, forma de estar apartados del mundo. Y tal vez, en alguna ocasión, utilizamos el nombre para referirnos a los situados, por motivos de dinero, influencia o poder, en esferas privilegiadas donde la ley no alcanza ni se purgan los crímenes. Lo que probablemente nunca imaginamos es que llegaría un día en que los realmente Intocables seríamos nosotros.
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lunes, 30 de marzo de 2020

El letrero

La imagen puede contener: una persona, exterior
Noria en un parque de atracciones de Tailandia.
Foto libre de derechos tomada de Dreamstime.
Ya ningún despertar era igual otro. Pero el de ese lunes fue especialmente extraño. En el final del sueño había ido caminando por una senda tenebrosa, mucho, si bien al fondo, muy al fondo, podía verse una luz. Su sorpresa fue grande —aún le dura— cuando, al abrir los ojos, en medio de la habitación pudo leer, refulgente, palindrómico, tal vez amenazador, el gran letrero: 
«A COBAYAS, AY, ABOCA». 
Le sigue dando vueltas.
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domingo, 29 de marzo de 2020

Alain Touraine, a los 95

El sociólogo francés Alain Touraine en París en 2015.
Alain Touraine, en París en 2015.
(En voz alta). A sus 95 años, desde la primera línea de la población de riesgo, el sociólogo Alain Touraine, al que estudiamos y leímos con pasión en un tiempo que ya nos parece leyenda, reflexiona con extraordinaria lucidez sobre lo que está pasando. Una entrevista con respuestas lúcidas, empáticas, discutibles, pero que son sobre todo un ejemplo para no dejar de pensar.

El hermano

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Hermanos caminando. Imagen: Kat Barnes / Stockimo / Alamy Foto de stock.
Entre la oleada de sensaciones que lo invadían, algunas nuevas y difíciles de encajar, otras firmes y antiguas como claves de bóveda, había una que sobresalía por sobre las demás hasta establecerse como línea de fuerza sin la cual él sabía que su vida no hubiera sido la misma y ni vida siquiera. Era el puerto seguro de una mano que, siendo niño y ya no tanto, le transmitió la confianza del sentimiento a cambio de nada, la lealtad de la fraternidad manada de la misma fuente y la firmeza de quien sabemos que está ahí siempre y para todo. Ahora, en las horas difíciles de la peste, sabía que a través de esa misma mano, extendida como un arco de luz en la noche, él podía enviarle al hermano doliente un poco del inmenso caudal de afecto recibido y convertirlo en una fuerza capaz de vencer a las sombras, para volver de nuevo juntos al camino por donde él siempre ha ido con el apoyo de una mano en la suya.
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sábado, 28 de marzo de 2020

Branquias

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La belleza del fondo del mar.
Soñé que estábamos atrapados en la isla del fin del mundo y todo mi afán consistía en encontrar una vasta pradera de posidonias donde poder sumergirme contigo. Ahora, al despertar, me pregunto por qué del fin del mundo. Y por qué posidonias.
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viernes, 27 de marzo de 2020

El Orador

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«Las paredes oyen». Ilustración tomada de la web de Enrique Dans.
Pasaba por el salón camino de la terraza, en mi enésimo paseo en bucle, cuando del otro lado del tabique me llegó el sonido de una voz muy bien modulada que enseguida me atrapó por su poder de convicción. Como tenía el móvil en el bolsillo, lo saqué, lo puse en modo de grabación y aquí queda lo que se registró. Me he limitado a puntuar el texto, tal vez —lo aviso— un poco largo para los usos de estas NUL, pero no me he atrevido a extractarlo para que no se pierdan el tono, el fraseo ni la cantinela. Como, además, en los días de la peste el tiempo se ha transformado en una materia extraña —¿una gran barra de hielo compacto que se va derritiendo gota a gota?—, incluso puede considerase un especie de servicio público a favor del IMPRESCINDIBLE QUEDARSE EN CASA el ofrecer completa la transcripción. Aquí va: «La cuestión —dice con convicción el Orador— estriba en saber sobre qué bases se puede reflotar un sistema que, en un porcentaje muy elevado, no es ya necesariamente productivo ni siquiera “real”, sino “consumitivo” y cada vez más “virtual”, basado en relaciones cuyo significado más importante es ya sólo la cantidad de veces que se producen, los clic en cada celda o casilla. Producir lo suficiente para comer lo necesario, que ha sido el dilema mayor de buena parte de la historia humana, es ya una frontera superada hace tiempo: el problema es la distribución y el equilibrio de las fuerzas e intereses en liza para que el sistema no colapse. [...] Tal vez alguien esté maquinando —y es la hipótesis más terrible— con la idea de que a la humanidad le iría mejor si se suprimieran hasta dos o tres mil millones de sujetos de golpe; e incluso si se prescindiera por completo de la natalidad. Pero, hasta en esa terrible maquinación (Hitler, Stalin, Mao y algunos otros sátrapas la pusieron en marcha), lo complicado es cómo cambiar instintos y hábitos ancestrales sin producir un insoportable dolor que, por otro lado, pueda alentar y dar cauce a rebeliones fuera de control. Tal vez por eso hace tiempo que funcionan a tope los sistemas de anestesia social, cuyo conducto de suministro masivo son las redes de ocio sin fin y la sociedad de parque temático siempre abierto hacia la que nos dirigimos, si es que no estamos ya plenamente instalados en ella. Y, después, están las variables incontrolables o difícilmente predecibles, de las cuales la más importante es la evolución de los fenómenos geográfico-meteorológicos que conocemos como “cambio climático”, sin duda el mayor problema al que se enfrenta no tanto el planeta, que gira ajeno a esas “menudencias”, como la vida que tiene en él su asiento y en particular la noosfera, la parte consciente. Así las cosas, ¿vamos hacia un novísimo New New Dial, similar al que relanzó a USA, y en parte al mundo, tras la Gran Depresión? Puede. No me extrañaría nada que una de las medidas acordadas, cuando la situación crítica comience a remitir, fuera una General Distribución Estatal y Comunitaria (GDEC) de “PIENSO PARA COBAYAS”, con la condición de seguir pedaleando en la rueda del sistema y a cambio de una restricción acordada de cualesquiera otras veleidades. Esto suponiendo que no quede todo en manos del “PUTO AZAR” (sic) y que, literalmente, se nos venga encima una catarata de palos de ciego nacidos del desconcierto generalizado de una clase política integrada por sujetos entre los que no son precisamente minoría aquellos acerca de los cuales no es peregrino pensar que la médula espinal no conecta con el cerebro. O, que si lo hace, es sólo de forma intermitente, a golpe de tuits, tics y toc. Sea cual sea el escenario, la reivindicación que debe abrirse paso es obvia: QUE NOS PAGUEN POR LOS DATOS, queremos ser reconocidos como sujetos de derechos en el funcionamiento del sistema y cobrar dignamente por ello. He dicho». Fin de la transcripción. Cuando acabó el discurso, yo ya estaba contemplando desde el mirador de la terraza la calle casi vacía y triste, y en mi cabeza no dejaba de martillear aquella frase que me pareció una auténtica revelación: «pienso para cobayas, pienso para cobayas». Es terrible pensarlo, pero tal vez en breve estemos luchando solamente por eso.
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