«Ahí tienes», me digo, «el desorden de tu alma». Estaba intentando localizar un libro leído recientemente y han ido quedando, en riguroso desorden fotográfico, algunas de las lecturas (no diré que simultáneas, pero casi) de las últimas semanas, quizás tres o cuatro meses. Y habría que sumar lo trasegado en la pantalla, lo fatigado ante el ordenador y los volúmenes portátiles reservados para los viajes en metro o bus (generalmente, algo de Satamalive). Y las obras enviadas en este tiempo por los amigos (casi todas poemarios, algún ensayo, varios libros dizque infantiles), que están en un estante especial junto a mi cama. Y las cosas del curro, ahora con varios Vernes en danza, alguna guía de viaje... Sin olvidar la prensa en papel. Y los mandos a distancia que, a su modo, también leen. La dispersión es infinita. Lo curioso es el hilo de miguitas de pan que une la diversidad. En eso debe consistir, supongo, el alma. Con su desorden.
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