domingo, 17 de junio de 2018

Ego, te absolvo

La imagen puede contener: exterior
Paul Cézanne: Le festin (o L’orgie), 1867. Fitzwilliam Museum, Cambridge.
«Y en la orgía de los nombres propios —sostiene el Copista— siempre nos salvan los imprescindibles nexos procreadores del anonimato».
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sábado, 16 de junio de 2018

Intropías (d)

Luis Egidio Meléndez: Bodegón con peritas, pan, alcarraza, cuenco y frasca, 1760.
Museo del Prado, Madrid.
Ojos al pan que no siente pan y ven al vino que no vino al corazón.
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viernes, 15 de junio de 2018

Vanos

«La catedral con el mar dentro», ©️AJR, 2017.

La luz que rasga el borde de los cuerpos
con su filo movido por un ángel
es la misma que cela, en el crucero,
el hálito verdoso de la piedra.
La catedral navega. Ha comenzado
el órgano a extraer de cada sombra
su secreta armonía, los acordes
del sueño de la vida y de la muerte.
Un pueblo de maestros artesanos
levantó con paciencia y servidumbre
estas naves que hoy van a la deriva.
La música en mi cuerpo se transforma,
con el aire filtrado por los vanos,
en el mudo estertor de una plegaria.

El pintor

Eduardo Naranjo: El sueño con las Musas, 1979.
Le oí decir, en el espejo, que era un creador de sueños, siempre dispuesto a perseguir la fuente, y convencido de que, al representar una y otra vez su rostro y su cuerpo, no hacía otra cosa que inventarse el alma.
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jueves, 14 de junio de 2018

Fantasmas (e)

Rafael Canogar: La soberbia (serie «Pecados capitales»), 1959.
Palacio Almudí, Ayuntamiento de Murcia.
Al empezar el día pensaba que la maldad era la peor soberbia. Se fue a la cama convencido de que la soberbia es la peor maldad.
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miércoles, 13 de junio de 2018

Hablarle a Borges (1)


(Hablarle a Borges, 1). «La literatura no es otra cosa que un sueño dirigido», dicen que dijo Borges
Y se me ocurre: «¿Y no valdría, maestro, echar mano de un metaplasmo de condición algo rotacista, y convenir en que también le cuadra a la literatura la condición de “sueño digerido”. No otra cosa acaso sea el escribir que una necesaria digestión del alimento más preciso: el soñar. Y ahí nos encontramos».


(Hablarle a Borges, 2). Y dicen que dice Borges: «La sencillez no es nada si no es una modesta y secreta complejidad». 
Y, tras asentir, se me ocurre que, en sentido inverso, no hay complejidad digna de tal nombre que no tenga en su interior la pepita de la sencillez.

(Hablarle a Borges, 3). Y dicen que Borges dijo: «¿Quién soy yo? ¿Quién es cada uno de nosotros? ¿Quiénes somos? Quizá lo sepamos alguna vez. Quizá no...».
Se me ocurre sugerirle que acaso todo se aclarará cuando por fin logremos comprender —James y Amenábar mediante— que estamos destinados ser Losotros, ese pronombre definitivo.


(Hablarle a Borges, 4). Dicen que Borges dejó escrito: «La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma». 
Tras sobreponerme a la melancolía que la frase y su verdad me provocan, me atrevo a añadir: «Y, sobre todo, vuelve casi infinita o sempiterna nuestra condición de lectores».


(Hablarle a Borges, 5) «Si el espacio es infinito —dicen que escribió Borges—, estamos en cualquier punto del espacio. Si el tiempo es infinito, estamos en cualquier punto del tiempo». 
«Y pese a todo —se atreve añadir el que responde al pronombre yo—, no somos cualquiera. ¿O tal vez sí?».

Conversación

Henri Matisse: Conversación bajo los olivos, 1921.
Col. Carmen Thyssen-Bornemisza, en depósito en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.
© Succession H. Matisse / VEGAP, Madrid.
—Sé que crees —me dice— que entiendes lo que piensas que dije...
—Sí —le contesto—, pero vas a añadir que no sabes si me doy cuenta de que lo que yo he entendido no es lo que tú querías decir...
—¡Eso es!
—¡Es eso!
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