Todo lo hubiera yo apostado al rojo
vivo y travieso de tus labios, dueña
de los colores que la luz me enseña
en su camino del violeta al rojo.
Y un arco tenso era en mi mano el rojo
gesto que dibujaba hacia la noche
la sed de ti tan plena en un derroche
de deseos sin sombras y un sol rojo.
Tanta pasión vertida y tanto rojo
rumor de viejas almas cantarinas
que no saben decirme lo que quiero.
Más rojo aún es en mi rostro en rojo
el asombro de ver cómo adivinas
lo que subrayo en rojo mientras muero.
(«A su dueña, que lo sabe», '04.01.18')