jueves, 21 de enero de 2016

Bifurcaciones



Maldita dispersión, qué vericuetos
trazas entre las cosas que me gustan.
De flor en flor me llevas, cual obtusa
mariposa monarca siempre en celo.
Yo no sé si mi mal tiene remedio
o si mi alma es así de perdidiza
y encuentra en el doblar de cada esquina
una señal del arte cruel de Dédalo.
La pura realidad es tan hermosa
y se abre en tantas múltiples facetas,
que hay en todo una puerta que me invita.
Es difícil no ver que en cada sombra
brilla un fulgor secreto que no cesa
de iluminar caminos en la ruina.

Ilustración: Escena de «Dentro del laberinto». Imagen: The Jim Henson Company / Lucasfilm / TriStar Pictures.
Tomada de Jot Down, «Laberintos: el arte de perderse».

viernes, 15 de enero de 2016

Poveda, entre sonetos y poemas


Miguel Poveda entre sonetos arde
por los cuatro costados del flamenco:
hondura, luz, compás, pasión. Y el cuenco
de una voz prodigiosa (que dios guarde).

Una voz donde brillan las heridas
y se incendia la lluvia de la tarde,
mientras amor y muerte, sin alarde,
dirimen sus batallas, tan queridas.

Sonetos y poemas que se quiebran
y van al aire con sus versos sueltos,
como muchachas por la playa, libres.

Palabras sin cadenas que celebran,
en la voz de Poveda, los absueltos
delitos del querer… (¡Para que vibres!)

Miguel Poveda durante su recital en el Compac Gran Vía de Madrid, el 14 de enero de 2016. Allí estuvimos.



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(Recupero de los comentarios mi crónica del recital, para facilitar su lectura a los interesados.)

Aprovecharé tu interés, querido amigo, para extenderme un poco, siquiera a vuelapluma, sobre lo visto y oído el pasado jueves 14 de enero en el añejo y algo destartalado pero aún habitable Teatro Compaq Gran Vía, antiguo cine y sede de estrenos muy notables. 

El espectáculo, de unas dos horas y media de duración, sin intermedios –aunque sí con dos "interludios" protagonizados por la guitarra de Chicuelo, el piano magistral de Joan Albert Amargós y el buen hacer palmero y percusor del resto del elenco–, tuvo tres partes bien definidas. La primera se centró en el repertorio del último disco y justifica el título homónimo de la convocatoria: Sonetos y poemas para la libertad. La inició Poveda con su ya bien conocida versión del soneto «Para la libertad», de Miguel Hernández, rompiendo muy bien la voz en los versos más hondos. Siguieron después, entre otros, sonetos de Quevedo, con los oxímoros de su «Hielo abrasador»; Borges y el homenaje al padre, a la memoria y a la ficción del tiempo (con esa prodigiosa estrofa que el parte meteorológico del momento hacía, además de verdadera, literal: «Bruscamente la tarde se ha aclarado / porque ya cae la lluvia minuciosa. / Cae o cayó. La lluvia es una cosa / que sin duda sucede en el pasado...»); Neruda («Amor mío, si muero y tú no mueres…»), el más claro de los sonetos del amor oscuro de Lorca («…llena pues de palabras mi locura / o déjame vivir en mi serena / noche del alma para siempre a oscuras»), otros de Alberti, de Ángel González, de Sabina… y uno de Aute (variante, no muy lograda, del “violante” de Lope), y que dio pie para la presencia en el escenario de Pedro Guerra, autor de las músicas de los sonetos, en cuya selección también participó Luis García Montero. 

Esta parte se cerró no con un soneto, sino con «No volveré a ser joven», de Gil de Biedma, prodigioso para mí, como sabes, una pieza mayor del repertorio de Poveda, aunque puede que no fuera esta vez la ocasión en que más partido le sacara. 

El tercio de los sonetos, aunque admirable en más de un momento, no diría yo que es el terreno en la que más brilla la capacidad de Poveda para decir con la hondura y soltura que él sabe. La estructura de la estrofa se presta bien al fraseo encadenado y al efecto de los juegos verbales y las paradojas. Pero quizás es un esqueleto verbal que puede llegar a tener cierta adustez para el cante y que a veces se enquista en la lejanía de las rimas o, más aún, en los giros y quebradas de los encabalgamientos, a los que no siempre parece posible sacarles un partido bien acompasado. Sería un tema para hablarlo con más calma.

jueves, 14 de enero de 2016

Circo


(En el margen saltado, escribo de lo que pasa.) La deriva de la situación política conquista cotas que hasta hace poco parecían terreno exclusivo de los espectáculos de feria. Tot és possible. Parece oírse un grito de otro tiempo incrustado entre las cámaras ocultas de televisión que retransmiten sin cesar las ceremonias propias de los días obtusos que nos está tocando vivir. Las palabras de los políticos (de casi todos y de casi todas) son como trenes que caminan por raíles de vía estrecha: todo parece sometido de antemano al arte de hablar sin decir nada. No es fácil encontrar la salida en una situación en la que comienzan a complicarse las posibles soluciones por incomparecencia del sentido común, o porque su puesta en práctica parece crear más problemas que cuestiones resuelve. Es un consuelo que al menos la gramática nos ofrezca la posibilidad de construir frases con sentido. Y que un buen uso del ritmo narrativo haga posible que las piezas del puzle verbal encajen sin excesivos chirriamientos, aunque este último sea uno (quiero decir: si se exceptúa este último). No es inane la imagen de que es preciso llenar el tiempo de apariencia de duración para que la realidad espacial se sostenga y la tramoya no se venga abajo. Ningún político pondrá nunca en entredicho su condición de títere de un teatrillo cuyos hilos manejan intereses diversos, incluidos los apenas confesables. Tampoco estamos ya en tiempos en los que podamos creer en la inocencia, qué tontería. La capacidad para seguir representando la propia impostura sin desfallecer a causa de las grietas del maquillaje no es en sí misma una virtud. Pero sin duda contribuye a que pueda seguir la función.

(Tiempo contado, lunes 11, enero 2016, 10:06 am)

Ilustración
Marc Chagall: El caballo de circo, 1944.

lunes, 11 de enero de 2016

Boulez (vous dancer avec) Bowie


La gran música está de luto. Mueve sus caderas a ritmo de réquiem. Abre y abre los ojos de sus notas hasta dejarlos en blanco. Silencio. El pasado día 5 murió Pierre Boulez. Hoy acabamos de no creernos que se haya apagado David Bowie. Algo tan irreal como que tuviera 69 años. O como que haya tenido la tan estremecedora como valiente lucidez de anticiparnos imágenes de su muerte, en este Lazarus, que ahora cobra todo su sentido. La banda sonora del planeta, a la que los dos han contribuido tanto, no dejará de sonar. Y ya de buena mañana, en este 2016 frenético, nos volvemos a preguntar, ay ay ay, por quién doblan las campanas.

Imágenes
Pierre Boulez dirigiendo la Orquesta Acadamy, en el festival de Lucerna, en 2006. Foto Sigi Tischler/AP.
David Bowie en una actuación. Foto Ron Frehm/AP.

martes, 29 de diciembre de 2015

Zu-ecos

                             
                                Sus pasos resonaban en mis sueños.
                          Sus sueños resonaban en mis pasos.
                          En sus pasos resonaban mis sueños.
                          En sus sueños resonaban mis pasos.
                          Resonaban mis pasos en sus sueños.
                          En mis sueños sus pasos resonaban.

                                                   Zocos o madreñes. Foto © Peruxu.

lunes, 28 de diciembre de 2015

Sonó conos


Mientras esperaba, atento con un ojo a la partitura y con el otro al gesto del director, el momento preciso en que debía hacer sonar su cono metálico con un golpe seco y decidido, el percusionista vio volar sobre la sala de conciertos un pájaro burlón que a punto estuvo de distraerlo, fatalmente, con una inesperada, leve y rizada sugerencia erótica. Pudo, sin embargo y sin ñampearse, entrar a tiempo, y su cono, heredero del triángulo que había aprendido a tañer en su infancia, sonó risueño, sin ñoñerías, puntual e insolente, como un puñalito clavado en la espalda del inocente lector.

Fotografía tomada de aquí

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Al ritmo de la Navidad



Que la Navidad sea alegre. 
Que el Nuevo año sea nuevo.
Que el agua no sea triste.
Que las guerras se paren.
Que haya días y noches.
Que se acaben los malos.
Que sepamos hacerlo.
Que no cese la risa.
Que amaine la tristeza.
Que la razón aprenda 
a oír al corazón.
Que viva la poesía.
Que se mueran los felos.
Qué sé yo cuántas cosas hay para desear...
mientras queden palabras 
que poder compartir.

Gracias por estar al otro lado. 
(Que, si bien se mira, es este.)
Y Feliz Navidad.

(Graciñas ó señor Xabier Díaz e as mozas percusionistas de Adufeiras de Salitre por esta «Cantiga da montaña», tan xeitosa e alegre. E tamén a Gutier Álvarez, polo violín e a Javier Álvarez, co seu acordeón.)