domingo, 3 de mayo de 2015

Poeta en Galería

Antonio del Camino en la Galería Cerdán. Foto: Peña.
El pasado jueves 30 de abril nos reunimos en la Galería Cerdán de Talavera de la Reina un buen número de amigos, familiares y amantes de la poesía para escuchar a Antonio del Camino. El acogedor espacio mantenido desde hace décadas por Manuel Cerdán y Sara, con entusiasmo, buen gusto y generosidad, volvió a ser escenario de una gratificante reunión en torno a las palabras de uno de los más destacados poetas talabricenses. Tuve el placer de presentarlo. Esta fue mi intervención.

Aunque me han dicho que solo tengo cinco minutos, me tomaré alguna licencia de tiempo porque en realidad no voy a presentar a un solo poeta, sino al menos a tres, o incluso a cuatro, si tenemos en cuenta algunos oficios allegados al taller del artista. Así que pónganse cómodos en sus asientos y ármense de paciencia. Pero que nadie piense que se ha equivocado de acto, el programa es correcto: todas esos poetas están unidos en una misma persona: la de mi amigo Antonio del Camino.  

No deja de ser una osadía por mi parte haber cedido a la invitación de Antonio, a la que por otro lado ni podía ni quería negarme. Aquí le conocéis tan bien o mejor que yo: es un valor seguro de esta casa y un lujo de la poesía talabricense, y su actividad y presencia se han multiplicado en los últimos meses, después de —dice él— una larga travesía por el silencio.  

Estas quejas de los poetas ante el abandono de las musas hay que tomárselas con precaución, al menos en el caso de Antonio, cuya actividad literaria es, como vamos a ver, multifacética, y si no incesante (que también), sí continuada y traducida en obras: no creo que estemos, contando los inéditos, ante un cantidad menor a los mil poemas en su producción poética, aunque el número no sea significativo, salvo cuando, como es el caso, va acompañado de una notable calidad.

He estado releyendo estos días, si no todos, la mayoría de los libros de Antonio y en esa lectura, además de en la larga experiencia compartida, me fundo para distinguir diferentes poetas en el poeta. Varias personas en el verbo a la luz de la penumbra.

Está, en primer lugar, el poeta, digamos, serio, incluso muy serio. Este poeta tiene sus orígenes  en el adolescente que arrancó a escribir muy pronto y que, tras granjearse el favor del público «haciéndole la rosca», al titular su primer libro, artesanalmente publicado en 1977,  Vosotros sois poetas…, se embarcó en dos soledades que podemos considerar como convalecencias del amor adolescente (o juvenil) no correspondido, tragedias de la edad: la segunda (Segunda Soledad) curiosamente anterior a Donde el amor se llama soledad, y ambas dos llenas de doloridos soliloquios que, como tantos afanes y cuidados de aquellos años, quedaron «entre las azucenas olvidado(s)», por decirlo con un verso clásico. De este segundo libro, ahora al releerlo, he visto que había subrayado entonces (1980) dos líneas en las que el poeta afirma que los versos que escribe «no son ya sólo versos ni poesía / sino el reflejo exacto de lo que son mis noches». Y también ahora, al releer, he visto que el libro contiene una profecía biográfica: «y quede en la penumbra hasta que un día / un nombre de mujer venga a buscarme».

martes, 28 de abril de 2015

Lectura de Antonio del Camino en Talavera

El próximo jueves 30 de abril
leerá sus poemas  
en la Galería Cerdán de Talavera.
Será un placer acompañarle.
Esta es la invitación.

  

viernes, 24 de abril de 2015

La chilaba de Goytisolo


Qué extraño el acto de la entrega del Cervantes a Juan Goytisolo, al menos visto por la tele a la carta y de madrugada. Todo el mundo parecía estar allí por obligación, por meras exigencias del guion protocolario, y a disgusto. Tal vez sólo algunos invitados de las bancadas del común asistían al evento complacidos y curiosos, seguros de sí mismos, cómodos en su papel de espías privilegiados. Pero ni las autoridades civiles, militares o académicas, ni los representantes de los diversos sectores sociales y culturales del país, ni, por supuesto, el premiado, transmitían otra sensación que la de estar deseando que aquello acabara cuanto antes. El ministro Wert, que pronunció su discurso con notable profesionalidad y sin que se le llegaran a notar demasiado los sapos que se iba tragando a cada poco, incluso llegó a mencionar en algún momento la dificultad de la ocasión. El presidente de la comunidad de Madrid, con mucha diferencia el peor disfrazado de la juerga, no ocultaba en su lenguaje no verbal su disgusto ante las palabras del escritor. Hasta a los maceros municipales parecía pesarles de otro modo el as de bastos. Las palabras de Goytisolo, breves, contundentes pero también vacilantes, llenas de sentidos cervantinos, plenamente coherentes con su obra, y rematadas con algún oportunismo tal vez inapropiado, no lograron deshacer la sombra de contradicción que el acto en sí mismo debía de tener para quien había jurado no aceptar nunca ser el centro de celebración semejante. No creo equivocarme si afirmo que, para muchos de los congregados, fue como si el escritor en realidad estuviera leyendo su discurso ataviado con una chilaba, tal como había dicho que, llegado el caso, preferiría hacerlo. Pensándolo bien, puede que allí sólo se sintiera de verdad contenta Letizia Ortiz, la antigua periodista y reconocida amante de la literatura cuyo entusiasmo de niña lectora pudimos ver asomarse, en algún escorzo casi selfídeo y en un par de primeros planos, a los ojos de la reina consorte. Quien, por cierto, en su estricto papel de reina, también me parece que estuvo más envarada que de costumbre.

miércoles, 22 de abril de 2015

Mamá cumple cien años


Para Antonio, Manolo y Paco, mis hermanos 

Cuando, en los últimos años de su vida, le decíamos a mamá que estaba hecha una moza y que tenía toda la pinta de ir a vivir cien años, aún se le iluminaban los ojos y en su cara se veía aquella sonrisa pícara, de complicidad, que en ocasiones, según fuera el humor del día, podía ir acompañada de una de sus frases rotundas, siempre pronunciadas con el entusiasmo que conservó hasta pocos días antes del final: Sei que mo dis pra verme contenta, pero ao millor fágoche caso.

A mamá le gustaba fantasear con la idea de llegar a ser centenaria y, cuando le recordabas que ya era la persona de su familia que más años había vivido, te escuchaba con mucho interés y con claras muestras de sentirse encantada por ello. Aunque no era tampoco infrecuente que esas conversaciones terminaran en un minucioso recuento de seres queridos ya ausentes, con su marido Antonio y su hermana Camila encabezando una larga comitiva de familiares, amigos y conocidos, en la que a menudo le sorprendía que figuraran algunos nombres. ¿E dis que tamén morreu a Julia, a miña comadre? ¡Virxen santa!

En esas pláticas, para alejarla de la morriña y darle palique, buscaba yo una excusa para bromear y, como en otras muchas ocasiones, jugaba a asustarla un poco narrándole, con la teatralidad que ella misma me contagió desde niño, las viejas leyendas de la santa compaña mezcladas con cuentos, romances, canciones y algunas otras historias de nuestra querida tradición gallega.

Esa era una deriva a la que en principio Generosa se sumaba con un vivo interés casi infantil, añadiendo, a poco que se lo pidieras, sus peripecias de niña pastora que una vez tuvo que vérselas en la sierra con el lobo: Menos mal que eu o vin  antes e túvome respeto, que si fora il o que chegara a reguichar primeiro pra min, con aqueles ollos como lume, paparíame. 

Y sin rehuir, ya digo, los relatos de aparecidos, pues no en vano era una gran devota de las «benditas ánimas del purgatorio», y sentía por todo lo del más allá una curiosidad casi natural y llena del optimismo que le aportaba su inquebrantable fe religiosa, tan sencilla y firme como se la había enseñado su madre, de la que hablaba con veneración. Eran de destacar, de modo muy especial, en esa intensa religiosidad, sus tratos diarios con la divina providencia, que siempre tuvo como columna central de su vida.  ¿Non ves como a min todo mo prepara Dios?, fue quizás la frase que más veces le oí como calurosa bienvenida cada vez que volvía a verla.  Una frase que también se convertía a menudo en un verdadero talismán  frente a cualquier problema o dificultad que advirtiera en mi vida: Non teñas medo nin te acobardes, que xa Aquil cho a de dispor segundo millor conveña.

Pero si, en el calor de alguno de esos cuentos que yo le improvisaba, advertía que la cosa se iba poniendo fea (Entón sentín cómo me arrepenaban e un de aqueles  felos das chocas no cu turraba de min querendo levarme pro fondo…), no tardaba en hacerme callar (¡Cala, cala, tolo, máis que tolo!) y, dando un suspiro (¡Sempre fun moi medrosa!), volvía a centrar su atención en las magdalenas de la merienda o te decía que prefería dormir un rato.

Mai Generosa, que  falleció el 3 de marzo de 2011, a escasas semanas de cumplir 96 años, hubiera celebrado este 22 de abril de 2015 su primer centenario. Como hacemos a menudo desde su ausencia, pero hoy de forma especial, sus cuatro hijos y el resto de la extensa familia la recordaremos con todo el cariño que sembró entre nosotros. Un legado que, junto con el recuerdo de la bondad y honradez paternas y la memoria de otros seres entrañables, sigue siendo nuestro vínculo más firme: el puerto seguro al que siempre volvemos, cada vez más admirados y agradecidos por la lección de generosidad, valentía, confianza y ternura que Generosa nos dio a lo largo de toda su vida.  

Felicidades, mamá, sigues viva en nuestro recuerdo y siempre estás presente en nuestro corazón.
  
En la foto superior (de SPM), Paco, Manolo, Alfredo y Antonio, alrededor de Generosa cuando celebramos sus 90 años.


Olivera centenaria Generosa, en Cortijo Blanco,
Valle del Guadalentín (Murcia).
Fue bautizada así en honor de
Generosa Campos Fernández (1915-2011)
Cortesía de Pepe Buendía.



martes, 21 de abril de 2015

Zulo o luz


Al volver sobre mis pasos, después de sacarla de las tinieblas con ayuda cercana, caí en la cuenta de que la frase bumerán (o sea, ese palíndromo que campea ahí arriba) se había cerrado sobre sí misma y se negaba a contarme su historia. No sé qué experiencia tienen ustedes en tratar con palíndromos. Los imagino personas sensatas y supongo que se mantienen lejos de estas loquerías, un pasatiempo estéril de gentes desocupadas que no parecen estar contentas con la historia oficial y siempre le andan buscando la vuelta a todo, empezando por las palabras. Sin ser ese mi caso, lo cierto es que por motivos inconfesables en las últimas semanas me he tenido que enfrentar varias veces a estas criaturas. Y casi siempre he sabido por dónde tirar y dar el siguiente paso que, como todos los infantes que aún gatean presienten, es el más difícil. Pero esta vez no. Bueno, hubo un primer atisbo de historia que tenía su gracia: consistía en relatar hábilmente una anécdota que pareciera que transcurría en un ambiente de secuestro etarra, aunque procurando disponer en el texto de forma estratégica unas cuantas parejas de palabras ambiguas, para que finalmente llegara a descubrirse que en realidad el cuento trataba de un grupo de espeleólogos atrapados en una sima, una de esas noticias que de cuando en cuando mantienen en vilo a los interesados en las hazañas del subsuelo. Pero cuando iba a desarrollar ese argumento de doble vía se me apareció el fantasma no invitado de la luz que está secuestrada en el zulo (comprendo que el grado de abstracción de esta imagen roza la inanidad, pero qué culpa tengo yo del ser indócil de estas entidades), hubo algo parecido a un corrimiento de tierras, todo se vino abajo y la salida quedó taponada. Así que me quedé sin argumentos, completamente a oscuras, enfrentado a un dilema ante el que solo se me ocurre decir que las cosas no son lo que parecen. O que, en realidad, no hay tal dilema. Porque la "o" del título no distingue ni desmembra sino que identifica. Y, por tanto, la luz es el zulo y la caverna está habitada, en su centro, por una claridad tan nítida que no deja ver ninguna otra cosa. Y eso es lo que hay. No me negarán que la imagen tiene su propia fuerza como metáfora de la verdadera naturaleza del universo, con ese su ser de estar balanceándose, hasta que el tiempo dure, entre el orden y el caos, y proyectando, de paso, este espejismo al que llamamos vida. Y aún nos parece poco.




Rescatado de los Arcones de la Posada
Primera publicación 21/09/2013 0:00

domingo, 19 de abril de 2015

La pregunta del billón


¿IRÁ RATO...? ¡TARARÍ!
(AJR: 3, 13; Palíndromos ilustrados, XLI)

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Sostiene Juan Filloy,  gran maestro del arte palindrómico y uno de los que más agudamente y con mayor énfasis ha reflexionado sobre sus cualidades, que la rara condición de las frases capicúas es de tal naturaleza que «en ninguna [otra] parte... se conjugan tan bien la existencia y la coexistencia». Y añade, en un tono que tal vez no hubiera desagradado a Borges, y que a nosotros acaso nos sirva para asimilar la dosis creciente de asombro e ira inmóvil que "sucesos" como el de Rato nos inyectan: «Tómese cualquier frase palindrómica. Literal, conceptualmente, posee una entidad lógica indiscutible. Mas, en esa posesión coexiste otra entidad idéntica oculta, que parece que no existe. Tal [es] el milagro privativo de la palindromía. ¡Único de absoluta unicidad! En la falacia del espejo "parece" convivir lo que existe y no existe. Parece: porque el reflejo no es más que imagen, elemento exterior, no vida: sólo en la taumaturgia de la palindromía es posible discernir, en la misma identidad literal, la singularidad ortográfica y conceptual. [...] La palindromía revela el misterio de la doble personalidad inserta en una». (Karcino, Tratado de palindromía, El cuenco de plata, Buenos Aires, 2005).

(Foto de Rodrigo Rato, de autor desconocido, tomada de El Huffington Post)

viernes, 10 de abril de 2015

El primer estriptís emitido en TVE



Entre los 50 anuncios televisivos que la Asociación Española de Anuciantes ha seleccionado para celebrar sus 50 años de vida figura el que puede verse sobre estas líneas. Corresponde al año 1959, sólo tres años después de que la televisión debutara en España. Así que, con toda probabilidad, se trata del primer, y durante décadas único, estriptís emitido en TVE, la televisión que durante todo el franquismo fue la única existente.

La pieza tiene el sello característico de los fundacionales Estudios Moro, la gran factoría española creadora de publicidad y de personajes como los de la familia Telerín o la calabaza Ruperta, entre otros varios que colonizaron nuestras miradas infantiles o ya adolescentes. Su principal impulsor, José Luis Moro, falleció el pasado mes de enero.

De este delicioso espot es fácil destacar algunos referentes cinematográficos bien visibles, como el agujero del principio, que tanto recuerda a la madriguera de Jerry, el ratón que siempre lograba burlarse del gato Tom. O, y sobre todo, el sensual desenguantamiento de Rita Hayworth en Gilda, la película que la censura convirtió en un imborrable mito erótico para toda una generación, poniendo de relieve que, en general, las prohibiciones ligadas al deseo solo sirven para avivarlo. Sobre esa célebre escena se llegó a afirmar que, tras quitarse el guante, la actriz se desprendía de todo lo demás...

¿Cómo se le pudo colar esta joya del erotismo y la insinuación a la férrea censura de la época? Resulta raro que, además de la evidente referencia sexual citada, los censores no se sintieran alarmados ante la metáfora carcelaria del gallinero, la cresta enhiesta y probablemente roja de los gallos, los aplausos anónimos ante el despelote... Por no hablar de las sibilinas referencias zoofílicas, un tipo de alusiones que rara vez escapaban a las aguas turbulentas de los habituales pantanos pecaminosos con que los censores torturaban su conciencia (y, de paso, avivaban nuestra imaginación). Puede que todo se diera por bien empleado, ante el castigo final de la cazuela que le espera a la gallina, no sólo por gallina sino por... fina.

Visto y disfrutado ahora,  además de por todos sus valores artísticos y arqueológicos, el anuncio bien puede considerarse como una lograda ilustración del caldo de cultivo en que se forjó nuestra sensibilidad.