En uno de esos encuentros tan azarosos como felices que el zapeo nocturno me regala, pude volver a ver esa joya llamada
La noche de la iguana, una de las varias obras maestras de John Huston. Lo cierto es que apenas recordaba nada de la historia, salvo quizás la ira alucinada de Richard Burton y algunas secuencias del viaje en autobús, que además en mi memoria tienden a solaparse con otras de una de las películas mexicanas de Buñuel. Así que pude disfrutar, como si fuera la primera vez, de un drama apasionante, de unos diálogos que tienen toda la fuerza del mejor teatro de Tennessee Williams (incluida cierta propensión al efectismo melodramático) y del poderoso combate interpretativo entre dos actores soberbios, el citado Burton y la gran Ava Gardner, quienes al parecer llevaron a sus papeles algo más que la carne de la ficción. Dentro de las diversas historias que con tanta maestría se atan en la película, una de las más hermosas es la del viejo poeta (Cyril Delevanti) que recorre el mundo en compañía de su nieta pintora (Deborah Kerr) y que ha estado toda su vida persiguiendo un poema (el poema) que por fin logra capturar en una noche especial, definitiva. A ese instante corresponde esta secuencia, que es un placer compartir en su doble versión. Un momento de emoción pura lleno de palabras necesarias.