martes, 27 de marzo de 2012

El último heterónimo

Antonio Tabucchi (1943-2012)

Con la muerte de Antonio Tabucchi, ocurrida el pasado domingo 25 de marzo en un hospital lisboeta, tengo la impresión de que ha desaparecido el último heterónimo de Fernando Pessoa. Una impresión que puede resultar injusta por cuanto parece situar al autor italiano, que desde 2004 tenía también la nacionalidad portuguesa, bajo la exclusiva sombra del gran escritor luso. Y Tabucchi, como es sabido, es un autor con peso propio, con una obra amplia y variada, aunque una parte importante de su gravedad y de su fuerza literaria provengan, al menos en mi lectura parcial e interesada, de la luz que proyecta sobre ella el espíritu de Pessoa.

Desde que descubriera los poemas de Pessoa, en su vertiente de Álvaro de Campos, cuando era un joven de apenas veinte años seducido por la atmósfera de París, Tabucchi encontró la pista que orientó el resto de su vida. Un impulso que le llevó a viajar a Lisboa y a aprender portugués para enfrentarse al descomunal reto de intentar desentrañar el «misterio Pessoa». Ese prodigio aún inexplicado, tal vez inexplicable, de que bajo una sola apariencia física y en el escueto margen de una biografía de menos de medio siglo (1888-1935) pudiera habitar tal multitud de almas, todas esas formas tan diferentes y sensibles de estar en el mundo que puso en pie, con su «drama em gente», el hombre que fue tantos. Un hombre que, quizás como ningún otro de su siglo, fue capaz de hurgar con lucidez, dolor y belleza en el misterio de nuestra identidad de humanos «condenados» a vivir y sentir en el laberinto sin fin de la conciencia.

Pero la devoción de Tabucchi hacia Pessoa no fue solo una cuestión de afinidad espiritual. Incluso el cuerpo del genio lisboeta, su aspecto exterior, le influyó de forma notable, en una especie de posesión gestual que acabó confiriendo a la apariencia de  Tabucchi, sobre todo en la madurez de la cincuentena, una extraordinaria cercanía física a la del Pessoa revelado por las fotos. Un mimetismo sin duda cultivado con similar esmero al que Juan Benet empleó en acentuar su parecido con Faulkner.

Fernando Pessoa, ele mesmo.
La decisión de Tabucchi de ser enterrado en el «Cementerio de los Placeres», el camposanto lisboeta en el que durante cincuenta años estuvo enterrado Pessoa, viene a cerrar el círculo de su biografía de una forma algo más que simbólica. De hecho, hace de su vida un homenaje completo a su gran maestro, y también una manera de seguir un camino elegido más allá de la muerte.

Ese camino, por lo demás, tiene fijado un  itinerario posible en el Réquiem (1992) de Tabucchi, la alucinada narración que, de forma tan premonitoria como finalmente buscada, se inicia al pie mismo de ese camposanto de nombre insólito (en realidad, proviene del de una antigua quinta o palacio), como si ya entonces la sensibilidad del escritor estuviera intuyendo que con ella se iniciaba la cuenta hacia atrás de una aventura que ahora ha llegado, no a su fin: a otro capítulo aún por escribir en el libro infinito que nos contiene a todos.

«Jazigo de D. Dionizia de Seabra Pessoa», panteón familiar del Cemitério dos Prazeres de Lisboa donde Pessoa estuvo enterrado hasta  octubre de 1985. Hice la foto en mayo de ese mismo año, durante mi segundo viaje a la capital portuguesa. Pocos meses después, el cuerpo de Pessoa, que había fallecido el 30 de noviembre de 1935, al parecer fue encontrado incorrupto, lo que obligó a modificar los planes iniciales de enterramiento en el Panteón de Hombres Ilustres del Monasterio de los Jerónimos. Allí se inauguró su mausoleo el 16 de octubre de 1985.
Foto © AJR, 1985.

jueves, 22 de marzo de 2012

Soldados de fortuna


EL CUBO (DADO) BUCLE

[AJR, 4:15 Palíndromos ilustrados (6) 
y Nuevo Homenaje a Mallarmé]


Ilustración: Cubo creado en wiseguys.co.uk, con la imagen de una miniatura medieval.

miércoles, 21 de marzo de 2012

FM rides


Poesía es lo que no puede decirse de otra forma.
(Y hay días, tal vez como el de hoy, en los que ni siquiera de esa forma puede decirse.)

Imagen: La Maison des Ailleurs, Charleville-Mézières.
Tomada de France Museums Flickr

sábado, 17 de marzo de 2012

Reflejos

«El instante decisivo».
Fotografía de Cartier-Bresson, 1932.

Alla
odnof fondo
deed
alla 
redder 
esse
divisaasivid 
aununa 
manadaadanam
aiartilossolitaria
deed


*
YOSOY
YOSOYEVAYAVEYOSOY 
YOSOYADANYNADAYOSOY
YOSOYESEYESEYOSOY
YOSOYODIOSOIDOYOSOY
YOSOY
*

  yoes yoes 
setnaeuqobboqueantes 
omoccomo
 pecessecep
somrefneenfermos.


Palíndromos ilustrados (5).

viernes, 16 de marzo de 2012

Adiós a la Británica


El pasado 14 de marzo de 2012, con el anuncio de la desaparición de la edición en papel de la Enciclopedia Británica, bien puede decirse que ha llegado a su fin la llamada Edad Contemporánea, ese periodo que según los antiguos manuales de historia iba desde la Revolución Francesa (1789) «hasta nuestros días».

El empeño de la Enciclopedia francesa, con su colosal esfuerzo por desterrar con la luz de la razón el poder opresivo del oscurantismo, tuvo en la caída del Antiguo Régimen su máximo logro. La Británica, junto con la Universalis francesa, ha venido siendo la más valiosa heredera de ese afán enciclopédico e ilustrado de poner el saber de forma ordenada al alcance de todos.  No es exagerado decir que el mundo contemporáneo, tal como lo hemos conocido hasta ahora, es hijo del espíritu de la tinta, es decir, de la divulgación de los conocimientos humanos por medios capaces de hacerlos accesibles al «público general».

Está claro que esa virtualidad no se cierra con la desaparición de las enciclopedias en papel, todo un tótem cultural cuya sombra acogedora se plantaba hasta hace poco en los hogares como símbolo ilustrado. Pero lo que está viniendo después, la ya emergente sociedad wikipédica y twitterizada, sin duda será, está siendo ya, otra historia.

Aunque sigamos atentos a las pantallas e incluso hiperactivos a uno y otro lado de ellas, esta desaparición de la Británica del ancho mar del papel impreso marca un hito. Me parece que somos muchos los que no podemos evitar sentir  que algo así como una bruma melancólica se va apoderando de nuestro ánimo. Y, siendo conscientes de lo mucho que aún queda por hacer (ojalá), también hemos empezado a sentirnos un poco póstumos.

Así lo cuentan los espídicos muchachos del SourceFed Channel:


  

jueves, 15 de marzo de 2012

El Athletic, esa emoción


La emoción del fútbol, más que la de ningún otro deporte (aunque haya otros de mayor plasticidad y belleza), tiene estas cosas: no sabes por qué pero te llena de una alegría que parece infinita. Infinita y acaso deleznable, por lo gratuita o injustificada e incluso intempestiva. Desde que tengo uso de razón, el Athletic es mi club, una afición que heredé directamente de mi padre, y es de él de quien hoy más me he acordado en esta noche memorable. Es la mía una afición que ha superado vicisitudes y confusiones, incluidas las políticas, largas travesías del desierto, incluso algún que otro periodo bostezante..., por no hablar de esas miradas conmiserativas que en más de una ocasión ha habido que soportar de los hinchas de los equipos «grandes» (ya sé que volveremos a vivirlas). En fin, unas sensaciones que, al ver hoy el espectáculo incomparable de San Mamés, me han llevado de lleno a las mismas emociones de aquellos años, mediada la década de los sesenta del pasado siglo, en los que soñaba  con los goles de Fidel Uriarte (¡también él metió una vez 5!), las paradas y el saber estar  de José Ángel Iríbar, la elegancia de Chechu (o Txetxu) Rojo, apellido este último que era también el de Antonio de Rojo, el añorado cronista del Carrusel deportivo que daba noticia de los goles desde «la Catedral» y sobre el que ya he contado aquí alguna anécdota personal. Precisamente en la Cadena Ser oigo al gran Forges recordando una alineación mítica del club (Carmelo, Orúe, Garay, Canito...), que también yo me sé de memoria. En su buen sentido me amparo para disfrutar aún más de estos momentos.
¡Aúpa Athletic!
.
Los «leones» de mi infancia
en cromos que yo también coleccioné:
imágenes desvaídas en la pantalla
pero frescas en la memoria.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Kony 2012: ¿una infoxicación?

César González Delgado, Instante (1979).

Pónganse en guardia, lo que sigue tal vez forme parte de una infoxicación, palabra que la Fundéu acaba de recomendar como adecuada para designar la «sobrecarga informativa» a que estamos sometidos. El vídeo meme que figura bajo estas líneas (es probable que ya lo conozcan o al menos habrán oído algún rumor sobre él) tiene  una corta pero dilatada historia por detrás. Dentro de un mes será ya un clásico de la tecnología informativa, tan olvidado como remoto. En 30 mememinutos pueden ocurrir muchas cosas, muchos nacimientos y muertes, sería fácil calcularlo, pero las cifras ya son solo cifras, la vida está en otra parte...

Lo comparto no sin dudas, memenudas dudas, podría decir. Porque lo cierto es que mememe parece que hace pensar (naturalmemente, dudas incluidas). Y meme lleva a preguntarme: si hubiera estado escuchando la radio cuando el famoso programa de Orson Welles sobre la invasión marciana de la Tierra, ¿hubiera llamado a mis amigos para comementárselo?  No está muy claro, sin embargo, que las situaciones sean comparables, salvo por ese incondicionado temblor de la novedad que nos lleva a considerar el estallido del instante como una descarga atómica.

Pero coherencia (o decoro) obliga: lo memejor será convertirlo en una nueva entrega de la serie de palíndromos ilustrados.
Que algo tiene que ver.
Mememe parece.


A mi "MEME" me mima:
«Kony, no K»


[AJR, 5:13 - 3:7] Palíndromos ilustrados (3).