La iniciativa de Manuel Rivas, de la que hace ya casi un año se hablaba
aquí, llegó a buen puerto y el Día de las Letras Gallegas (17 de mayo) de 2011 se ha dedicado al poeta
Lois Pereiro (1958-1996). A escala autonómica, viene a ser algo así como si a Leopoldo María Panero le hubieran concedido el Premio Cervantes.
No hay que ser ni profeta ni vidente para suponer que en uno y otro caso no faltarán (o faltarían, en la hipótesis comparativa) las opiniones enfrentadas. Incluso duramente. Desde Galicia, sin embargo, me llegan noticias de que hasta los mayores defensores del valor de la obra del poeta monfortino (de Monforte de Lemos, al pie de la Ribeira Sacra) están asombrados ante la rapidez con la que parece estar calando, en la cultura y en ciertos sectores de la juventud gallega, el vendaval expresionista que la voz de Lois Pereiro pone en pie, con sus interregnos de íntima lluvia perdurable. Algunos
blogs amigos le han dedicado páginas que merece la pena conocer.
Puede que tan pronto como cese la marea conmemorativa el viento deje de soplar. Pero la abundancia de publicaciones, actos y proyectos que ha acompañado la ascensión de Lois Pereiro al canon oficial de la cultura gallega sin duda dará sus frutos. Ojalá que entre ellos esté el conocimiento y la valoración crítica del autor gallego en ámbitos extragalaicos.
Los interesados deben saber que la editorial
Libros del Silencio acaba de publicar su
Obra completa en edición bilingüe gallego-castellano, con traducción de Daniel Salgado. Va precedida de un prólogo de Pere Gimferrer y de una introducción del periodista Xosé Manuel Pereiro, hermano del poeta.
Copio aquí dos de los últimos poemas de Lois. El primero, con sus siglas obvias, puede ser tomado como un diagnóstico moral –testamento y testimonio– de la vida doliente. O de la vida a secas. El segundo, que hubiera firmado Boris Vian y tal vez no hubiese desagradado a Yeats, es de hecho el epitafio del poeta.
Acróstico
(«Eu son a morte...», dixo Oppenheimer, cando viu os efectos da bomba atómica que el contribuíra a crear. Lembrou a frase do Baghavad Gita: «Eu son a morte, a destructora de mundos». Isto é algo semellante.)
Somentes
intentaba conseguir
deixar na terra
algo de min que me sobrevivise
sabendo que debería ter sabido
impedirme a min mesmo
descubrir que só fun un interludio
atroz entre dous muros de silencio
só puiden evitar vivindo á sombra
inocularlle para sempre a quen amaba
doses letais do amor que envelenaba
a súa alma cunha dor eterna
sustituíndo o desexo polo exilio
iniciei a viaxe sen retorno
deixándome levar sen resistencia
ó fondo dunha interna
aniquilación chea de nostalxia.
novembro 94
Poderíano escoller como epitafio
Cuspídeme enriba cando pasedes
por diante do lugar donde eu repose
enviándome unha húmida mensaxe
de vida e de furia necesaria.
[Acróstico. («Yo soy la muerte...», dijo Oppenheimer, cuando vio los efectos de la bomba atómica que él había contribuido a crear. Recordó la frase del Baghavad Gita: «Yo soy la muerte, la destructora de mundos». Esto es algo parecido.)
Solamente / intentaba conseguir / dejar en la tierra / algo de mí que me sobreviviese // sabiendo que debería haber sabido / impedirme a mí mismo / descubrir que fui solo un interludio / atroz entre dos muros de silencio // solo pude evitar viviendo en sombra / inocularle para siempre a quien amaba / dosis letales del amor que envenenaba / su alma con un dolor eterno // sustituyendo el deseo por el exilio / inicié el viaje sin retorno / dejándome llevar sin resistencia / al fondo de una interna / aniquilación llena de nostalgia.]
(Lo podrían elegir como epitafio. Escupidme encima cuando paséis / ante el lugar donde yo repose / enviándome un húmedo mensaje / de vida y de furia necesaria.)
[Traducción: AJR]
Fotografía de Lois Pereiro © Xosé Abad.