La desaparición del periodista Joaquín Soler Serrano, fallecido el día 7 de septiembre a los 91 años, viene a suponer la definitiva despedida y cierre de un tipo de “espectáculo televisivo” que hace ya tiempo que quedó relegado en las cada vez más clónicas programaciones de la pequeña pantalla, tanto que su existencia llega a parecernos cosa de la prehistoria, o incluso mera quimera. Y sin embargo fue una auténtica “edad de oro” en la que aún era factible hacerse ilusiones acerca de las posibilidades culturales y educativas de la televisión. Que las sigue teniendo, claro, y las muestra cada día. Sólo que con una irresistible tendencia hacia lo ínfimo como máxima y al basureo como técnica.
Como es sabido, el periodista y locutor murciano, un todoterreno de la radio educado en la misma escuela que Bobby Deglané, Federico Gallo o José Luis Pécker, dirigió y presentó en TVE el programa de entrevistas A fondo, auténtica rara avis de la historia de la televisión en España y cuyo valor como documento cultural es incalculable. Por él pasaron, a lo largo de sus cinco años de emisión (1976-1981), alrededor de sesenta personalidades de diferentes campos de la cultura, encabezados por nombres tan destacados como los de Jorge Luis Borges (en dos ocasiones), Alejo Carpentier, Julio Cortázar, Octavio Paz, Josep Pla, Álvaro Cunqueiro, Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti, Arturo Uslar Pietri, Rafael Alberti, Manuel Puig, Camilo José Cela, Manuel Mújica Laínez, Mario Vargas Llosa o Eugène Ionesco (la lista, no sé si completa, de personalidades y que no sólo incluye escritores, puede verse en esta página enlazada a la parca entrada que la wikipedia dedica al periodista).
Desde el punto de vista mediático, el reconocimiento social de los autores del «boom hispanoamericano» en buena medida se debió a estos programas, que desempeñaron entre nosotros un papel similar al que el famoso Apostrophes, de Bernard Pivot, tuvo en la televisión francesa (se emitió en Antenne 2 desde 1975 a 1990). Aunque no todas las entrevistas de A fondo tienen el mismo interés, muchas de ellas pueden considerarse documentos de primera mano insustituibles para un acercamiento al personaje en cuestión. Y en algunos casos (Borges, Pla, Paz, Rulfo, Dalí...) bien pueden ser valoradas como piezas que ya ocupan un lugar de referencia en la bibliografía básica de los entrevistados.
Diálogos de largo alcance
La austeridad y seriedad, pero también el entusiasmo, con que el maestro Soler Serrano rodeaba sus encuentros eran el escenario ideal para entablar un diálogo de largo alcance en el que, por lo general, el periodista conseguía crear el clima idóneo para que el personaje pudiera sacar lo mejor de sí mismo. O su ser más auténtico, que también podía incluir lo peor. Ello era posible merced a una preparación verdaderamente a fondo de las entrevistas, una especial intuición para conducir la deriva de la conversación hacia terrenos significativos y una claridad a la hora de plantear las preguntas no exenta de profundidad. Qué diferencia frente a tanto ejercicio onanista y narcisoide como se ha perpetrado después en la pequeña pantalla bajo la vitola de “programa cultural”.
Una de mis diversiones favoritas en mis subidas a la Red es perseguir, a través de YouTube o de Google, estas piezas maestras, algunas de las cuales (tal vez una veintena) pude ver en el momento de su emisión. Varias de ellas por fortuna han sido reeditadas en vídeo y deuvedé. Cabe pensar que Radiotelevisión Española algún día facilitará un acceso completo a ese material en su web. Hay muchos momentos memorables en esas conversaciones. En más de una ocasión he estado a punto de colgar en este blog fragmentos de ellas. No lo he hecho porque me parece que las entrevistas deben verse/oírse completas y su duración suele sobrepasar la hora y media de reloj.
Hoy, como homenaje al maestro, cuelgo aquí un fragmento de la memorable conversación con Josep Pla, una de las más jugosas. El escritor ampurdanés, tras afirmar que “yo soy de un país donde el gracejo es escaso”, no deja títere con cabeza en sus opiniones, habla con una libertad que llega a resultar irreal (a veces parece no ser consciente de que está siendo grabado) y se muestra tal cual debía de ser. La impresión que se tiene es la de estar fisgando en su “cuaderno gris” en el propio momento de su escritura, sin ninguna corrección ni, por supuesto, maquillaje. A Soler Serrano, desde ese segundo plano en que sabía ponerse, se le siente disfrutar verdaderamente de la entrevista. Una sensación que se repite con otros muchos personajes. Y que añade al interés de las declaraciones el gozo de comprobar cómo se cumple en este caso la conocida máxima de Bernard Shaw que define como dichoso a aquel que tiene una profesión que coincide con su afición.
Quién sabe si a estas horas, en algún punto de la galaxia o en algún hipotético lugar de espacio sin espacio y del tiempo sin tiempo, el maestro Soler Serrano no estará mano a mano con alguno de sus entrevistados, incluso frente a un corro de ellos, en una larga, interminable, deliciosa charla sin principio ni fin…
Gracias, maestro, por el arte de conversar.
Fotografía de Joaquín Soler Serrano tomada de Prodavinci.