Piedra que
pesa
y sin embargo vuela.
Centro que
une
aunque también divida.
Voces de
dentro:
piedra, centro, fondo.
Palabra sola
pero compartida.
Porque, en el
fondo,
la palabra es piedra
que va derecha
al corazón del agua.
El agua sube
siempre desde el fondo.
Y hacia lo
hondo
asciende la palabra.
Piedra,
palabra, agua, fondo, centro:
máscaras
habitadas
del silencio.
De muy atrás, tal vez contemporáneos de la publicación de uno de los libros capitales de José Ángel Valente, son estos versos que andaban perdidos en un viejo archivo y que ahora he recuperado gracias a una soleá de La Serneta, una de las más afortunadas letras del flamenco, llena de una hondura que en la voz de la Niña de los Peines alcanza la intensidad del cante puro. Lo que no sabía, cuando trasteaba con estas resonancias, era que acaso estaban siendo aviso de un leve pero muy doloroso cólico nefrítico que hace unos días me hizo ver, durante unas horas, las estrellas de un cielo asolador. Soy consciente desde hace mucho de la verdad que encierran las palabras de la poesía, pero nunca sospeché que la exactitud de su cálculo pudiera ser tan implacable.
2 comentarios:
Recuerdo este poema, Alfredo, sobre todo por ese primer endecasílabo "desectructurado" (aunque podría decirse que todo el poema está compuesto por tal tipo de verso). Sigue teniendo el vuelo de antaño, lo que significa que, lejos de envejecer mal, como los buenos vinos (echemos mano del tópico) ha mejorado.
Por otra parte, reconozco que he disfrutado a La Niña de los Peines, cosa que, como sabes, no me ocurre habitualmente con cuanto tenga que ver con el Flamenco.
Por último, siento ese cálculo, no precisamente infinitesimal, por lo que apuntas; y es que hay que tener cuidado con las palabras, que no sabemos a fin de cuentas quién las carga (¿el Diablo?). Deseo que la recuperación haya sido plena.
Un abrazo,
Muchas gracias, Antonio. Excelente memoria la tuya (a la altura, por otra parte, de tu generosidad). Y, en efecto, me ha parecido oportuno "desestructurar" un poco los endecasílabos para marcar la oposición o contraste entre hemistiquios, de modo que el poema sonara como "en eco", y además transmitiera visualmente una mayor agilidad, sin descartar cierto mimetismo del ritmo de la "soleá" (aunque métricamente no sea lo mismo). Es cierto que la opción es poco rigurosa con la norma canónica, pero acaso abre el camino de otra expresividad. Y las normas, es sabido, también están para llevarles la contraria, con coartada, como me parece que es el caso, o incluso sin ella...
Celebro que te vaya llegando el "pellizco" del flamenco: estoy seguro de que acabarás seducido. Y lo disfrutaremos juntos.
Y en cuanto a lo del cálculo, parece que está bajo control. Como diría el clásico (contador de chistes), son cosas del tiempo... del tiempo que ya vamos llevando sobre esta bendita tierra.
Otro abrazo.
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