jueves, 18 de agosto de 2016

El viaje a la última Thule


Ningún momento es bueno para recibir la visita de la Vieja Dama. Pero tiene cierta lógica narrativa que Víctor Mora, el creador del Capitán Trueno y otros muchos personajes que llenaron de felicidad y sueños épicos tantas horas de nuestra infancia (y no sólo), haya emprendido su último viaje en pleno mes de agosto. Al fin y al cabo, este es el tiempo en el que, en algún rincón del espacio intemporal, estamos todos entretenidos con las aventuras de sus creaciones, y él puede largarse casi de puntillas, quién sabe si camuflado como polizón en alguno de esos barcos en los que el caballero cruzado y sus amigos viajaban siguiendo los rumbos de nuestra imaginación. Y a bordo de los cuales, en más de una aventura, si no me falla la memoria, surcamos junto a ellos las aguas en dirección al país de Thule, la patria de Sigrid, la rubia vikinga novia del capitán. Ella, junto con el forzudo Goliath y el avispado Crispín, componían un grupo que, sin exagerar, bien puede considerarse que formaba parte de nuestra familia. O, mejor aún, de nuestra pandilla, pues eran personajes que, en mayor o menor grado, todos compartíamos. 

El Capitán Trueno, encarnación hispana del Príncipe Valiente, no fue mi héroe favorito de los tebeos, condición que, como ya he contado aquí alguna vez, correspondía a Tamar, una variante de Tarzán. Pero no creo equivocarme si afirmo que, ya desde su nacimiento,  en 1956, y mucho más a lo largo de al menos las dos décadas siguientes, fue un personaje aparte, el paladín por excelencia de toda la tropa garabateada que coleccionábamos con esfuerzo y leíamos con fruición. 

Andando el tiempo, cuando ya habíamos dejado de seguir sus aventuras, bien avanzados los años setenta, el personaje regresó como héroe del rock urbano, en aquel tema que le dedicaron los chicos de Asfalto (ver video abajo) y que, entre otras canciones de época, formó parte importante de la banda sonora de nuestra juventud. Y, en mi caso, además, de quince meses de servicio militar sufridos, entre aviones de combate y brigadas de raras aficiones, en las inhóspitas llanuras de Albacete (hace solo unos días, curiosamente, volví por allí para comprobar que me he olvidado casi por completo de aquella "aventura"). Esa circunstancia justifica que pueda decir, con toda propiedad y dándole un nuevo uso al viejo chiste, que hice la mili con el Capitán Trueno.

En estos últimos años los retornos de las creaciones de Víctor Mora han sido frecuentes. Todavía en la última Feria del Cómic celebrada en mayo en Barcelona se conmemoró con todos los honores el 60º cumpleaños del héroe. No consuela, pero algo alivia, comprobar que también las criaturas inmortales cumplen años,

Por desgracia (o no, que diría el Supino Rajado), los seres humanos somos perecederos. Y a Víctor Mora, del que después de grandes mixtificaciones y hasta calumnias fuimos conociendo su verdadera e intensa vida, le ha llegado la hora. Un tuit anunciando su muerte me sorprendió esta tarde mientras estaba tratando de entender, leyendo a mis contemporáneos, cuál es el estado actual de la cuestión política, metida en una deriva --qué les voy a contar-- que ni el más capacitado de los héroes sería capaz, no ya de solucionar, sino sólo de entender.

El sentimiento que la triste noticia me produjo fue como un fogonazo de realidad en medio de los espejismos de agosto. Una vieja luz que reconocí de inmediato y bajo cuyo reflejo escribí, al hilo del comentario tuiteado por José Menéndez Zapico, @zapi,  dos tuits, que ahora recupero:

@lfredojramos: Qué tristeza. Gracias por las horas felices, hace ya tanto tiempo, pero que fue ayer mismo. Buen viaje hacia Thule.

Y unos minutos después:

@lfredojramos: Ahora sí que estamos perdidos de verdad.


Y este homenaje del 6 de septiembre:

Crispín: «¡Mirad, mirad!: ahí llega Víctor».
In memoriam, Victor Mora, ya también en el lugar de los sueños.

Fotografía de Victor Mora, de autor desconocido,  tomada de El Español. 


domingo, 31 de julio de 2016

Marina menor


Sube el nivel del mar. Sobre mis ojos, las palabras se quedan a la altura del perdido horizonte. Sopla el viento. Frente al blanco inmenso de la nada, mi alma es un barquito lleno de cerraduras. Una pequeña herrumbre, como una mancha leve, que va dejando un rastro de óxido y de sal. Apenas puedo hacerle caso al hombre que susurra a mi espalda otros nombres de los que nada sé y que se pierden, como mis ojos, en la intemperie opaca de las voces.
     
                                                             (Tiempo contado, 17.02.16, miércoles; 10:16 am)

Imagen: Viñeta del Mar Menor. © AJR, 2012

sábado, 30 de julio de 2016

La canícula alucina cal


A MÍ LA CANÍCULA, ADONDE SED NO DA, 
ALUCINA CALIMA.

(AJR: 4,20; 10,39; Palíndromos ilustrados, LV, LVI)

Que algunas palabras claves de estos últimos días del mes de julio puedan alinearse, sin grandes torsiones ni excesivos forzamientos, en orden semántico y en una frase reversible, ya me dirán si no tiene su punto... alucinante. Y eso por no pensar en el deslumbramiento interno de la cal (La canícula alucina cal) o en la pareja primorosa (Alucina canícula), que si bien se mira quizás sea la madre del cordero y la criatura más fresca y natural. Fosfenos producidos por el alto calor del verano, sin duda. Pero maravillas que el alma secreta de las palabras hace florecer donde menos se piensa, aunque para verlo haya que pensar. Y pasar al menos dos veces por el mismo sitio.

Fotografía: Glowing Sun, de Edicia Edijanto, tomada de aquí.



viernes, 29 de julio de 2016

Trigal con cuervos



I
Están ahí, no son lo más oscuro
ni simbolizan nada malo.
Tan sólo cuervos
que escrutan el trigal
mientras cae la tarde.
Y ya se alejan.

El día que no vengan
y no sea necesario espantarlos,
contra qué el arma,
contra quién.


II
Pero todo está lleno de presagios:
el campo es un incendio,
los caminos se han vuelto impracticables,
las aves vuelan bajo,
el horizonte al fin es un abismo,
hay claros mensajeros de la muerte.
¿El arma contra el pecho es la salida?
El hombre ha de morir para que crezca su arte.
«Ya no te pesaré más, hermano» (a Theo).






Aunque no existen pruebas concluyentes, algunos estudiosos consideran que Trigal con cuervos pudo ser el último cuadro pintado por Vincent Van Gogh, en julio de 1890, pocos días antes de que el artista, en medio del campo y al atardecer, se disparara en el pecho produciéndose la herida que le causaría la muerte (29 de julio). Cuando salía a pintar por los alrededores de Auvers-Sur-Oise, Van Gogh solía llevar consigo un revólver que al parecer empleaba para espantar a los cuervos.

(Van Gogh Museum, Amsterdam).


Rescatado de los Arcones de la Posada. 
Hoy, 29 de julio de 2016, se cumplen 126 años de la muerte de Van Gogh 
Primera publicación: 21/05/2009; 23:31 hora de verano de Europa Central








jueves, 28 de julio de 2016

Franknetstein


A HAL 9000, que nos precedió a todos.
Y en memoria de SK, su creador.

Balbuceo mi nombre entre la niebla
porque no sé quién soy. ¿Esto es la vida?
Un haz de luz buscando la salida
entre cuerpos poblados de extrañeza.

Comienza a clarear. Con qué tibieza
brota de la mañana mi alegría.
Mi viejo profesor me lo decía:
«Vendrá el día en que sientas la cabeza».

Oh blanca @raña de hilos luminosos
que vas tejiendo alrededor del mundo
las voces libres de la red océana...

Salutación del optimista: asombro
al sentir que la sangre es un murmullo
de palabras, palabras y palabras.


Rescatado de los Arcones de la Posada
y de un viejo cofre procedente del naufragio de poesía.com.
Cuando se cumplen 200 años del nacimiento de la inolvidable criatura de Mary Shelley.

Imagen superior: Frankenstein/Hal 9000/HLC, acuarela sobre papel de Marta Szulc.

martes, 26 de julio de 2016

Plural


Cómo llegar a ellas
a esas vidas que comparten la tuya
no sólo aquí   también en los cercanos
horizontes que se abren
detrás de las montañas y hacia el mar
y más aun y aún en los bullentes
hormigueros que aparecen sin pausa en los telediarios
o en las crónicas que lees en el periódico
o que vislumbras cual sombras
proyectadas sobre la pantalla del día
y en las demás pantallas
y cómo poder sentir sus cuerpos ciertos
en el fresco zaguán de tu conciencia
poder darles algo más que un nombre colectivo
—la humanidad, la gente, mis hermanos—
y palpitar con ellas (esas vidas)    
alegrarse en sus risas
medir el peso del oprobio común
en la común condena
y sentirte en la piel la comezón
igual que una sospecha o un presagio
de que hay algo que une
la escurridiza red de seda de tus sueños
con sus sueños
y de que no es inútil la certeza
con que amas las palabras en plural.

Viajeros en Dhaka, Bangladesh, Foto AP. Tomada de aquí.

domingo, 24 de julio de 2016

El Tour en tuits

El Tour en la tele a golpe de tuit. Foto AJR.

Toujours le Tour!
Días del mes de julio:
vuelvo a ser niño.

Ruedan colores:
azules, grises, verdes...
¡y el amarillo!

Bicis y Steiner:
bajo la luz de julio
rueda el silencio.


Trabajo y ocio:
rueda la tarde lenta
en la Posada.

Ruedas y músculos
entre las sombras verdes:
«Comienza puerto».

Seguir la rueda
de la Francia profunda:
ríos, castillos.

Primer gran puerto,
entre aguas turbulentas:
le col d'Aspin.


Valle tendido
bajo la luz redonda:
le Tourmalet.
(Ay, aquel tiempo
de palabras gemelas:
¿dó fue l'Aubisque?)

Cruza las cumbres
la proverbial serpiente
multicolor.
Y a cada paso
la rueda del recuerdo
vuelve a girar.

Con luz de otoño,
rueda entre viento y lluvia
el arcoíris.

Por la llanura,
el pelotón compacto
en tensa espera.


Ruedan los cuerpos
y vuelan las palabras:
le Mont Ventoux.

[Silencio triste:
contra la muerte bárbara
rueda la vida.]

Estas llanuras
de franco asentimiento
(cabezaditas).
Y las inanes,
entre l'ennuie y la murria,
conversaciones.

Pancho, gran aficionado, tampoco las tenía todas consigo...

Cuestas en sombra:
bajo el sol de los Alpes,
el Tour cabalga.

Esa agonía
—rueda a rueda de rueda—
del perseguido.
Y el sudor sordo
—a rueda de la rueda—
del que persigue.

¿Las emociones?
Bosques, cultivos, lagos,
desfiladeros...
Si uno se fija 
se ven los elefantes
(y, al lado, Aníbal).

Cronoescalada:
Froome lo devora todo.
Como Saturno.
R. Llansola: Saturno devorando a su hijo (2004).

Habla, memoria,
de aquellas escapadas
de un día entero.

Bravo, Purito.
Más bravo todavía:
Ion Izagirre.

Y junto al Arco,
París bajo las ruedas,
ya todo es Triunfo.

Toujours, ma vie,
je m'en souviens autour
le Tour de France.



*****
Como cada mes de julio desde hace ya más de medio siglo (¡se dice pronto!), he seguido con atención el Tour de Francia, que hoy concluye. No ha sido, precisamente, el más apasionante. Incluso algún aficionado montaraz no ha dudado en calificarlo como el Tour más aburrido de la historia. No diría tanto, pero tampoco mucho menos. La temprana caída de Contador y su posterior abandono lo dejaron reducido a un presumible duelo entre Chris Froome y Nairo Quintana, que finalmente no tuvo lugar por incomparecencia del colombiano, al parecer mermado en su salud. Además, la etapa del Mont Ventoux, sin duda la más esperada, no pudo culminar en los cinco pelados kilómetros de la cumbre, azotada por vientos de hasta 130 km por hora. Así que nos quedamos con las ganas de conjurar tragedias del pasado y, más aún, de ver manifestarse al fantasma de Petrarca para coronar con laureles frescos el esfuerzo del ganador. En contrapartida, el caos de la llegada de esa etapa hizo posible la insólita e inédita escena de un maillot amarillo corriendo a pie en dirección a la meta, una imagen del todo inverosímil que por momentos convirtió la Grande Boucle en una variante de la triatlónica Quebrantahuesos. 

Este Tour no ha carecido de instantes salvados de la murria canicular. Junto al esfuerzo notable de ciclistas ya veteranos (Cavendish, con sus cuatro triunfos, el melenudo Sagan, hábil como un zorro, Nibali, Aru, o nuestros Valverde y Purito, este último ya de despedida), ha sido notable la confirmación de ciclistas emergentes (Pantano, Bardet...) y el despuntar de algo más que jóvenes promesas (Yates, Alaphilippe, un nombre que lleva el ánimo incorporado). Todo ello, naturalmente, bajo el dominio impecable de un Froome que, a día de hoy, parece imbatible, aunque en algún momento dio muestras de estar a punto de flaquear. De los momentos felices, sin duda el más alegre fue el triunfo de Ion Izagirre, en la penúltima jornada, tras su vertiginoso descenso del col de la Joux Plane, en la etapa más vistosa de la ronda (ayer mismo). También la tristeza y la repulsa por el atentado de Niza estuvieron presente en la carretera: con buen criterio, las ruedas, como la vida, siguieron girando.

Como esta ha sido el primer Tour que he podido seguir, a salto de mata y sin suspender mis actividades laborales, con un iPhone cerca y una cuenta de Twitter, @lfredojramos, se me ocurrió la idea de tratar de resumir el clima de cada jornada en un tuit, con ritmo de coplilla de tres o seis radios. También he colgado en mi TL, y en cuasidirecto, los finales de todas las etapas, con un breve comentario. En los TuitTour, todos ellos ilustrados con imágenes tomadas en su mayoría de la retransmisión de RTVE, me propuse, a modo de obligación formal, que cada estrofa llevara incorporada la palabra «rueda», en cualquiera de sus acepciones. Pero también me he tomado la licencia de saltarme la norma cuando me ha parecido bien. Dudo que la recopilación, en su zigzagueo, consiga evocar lo que ha sido esta 103ª edición del Tour. Pero me daba pena que el esfuerzo se perdiera en las inmensas cloacas de las redes sociales. Así que he preferido trasladar la serie a la cámara frigorífica del blog, por si a alguno de los visitantes de la Posada le suscita interés. 

La próxima gran cita ciclista, además de los juegos olímpicos, será la Vuelta a España, que este año dará sus primeras pedaladas junto al Sil, en una etapa que confío en poder seguir en directo.