martes, 14 de octubre de 2014

El fantasma


  Se oye un lamento*
en la silla vacante
de la hache muda.

(*Variante: Hay ahí un "ay",)

La silla, de Van Gogh (1898, National Gallery, Londres)

(Haikucedario, 2)


lunes, 13 de octubre de 2014

Hablando de lo mismo


O la urgente evanescencia (que es como mi particular Pepito Gríllez me está pidiendo que titule este post. Aunque no voy a hacerle caso. O sólo a medias).

Esta mañana ha llegado a mi buzón de boletines el mensaje semanal de los chicos y chicas (me parece que ellas son más) de le cool magazine, una de esas nuevas brújulas de Internet que tan útiles pueden resultarnos para no perder el rumbo ni el tiempo (o, según como se mire, para dilapidar entrambas cosas a la vez). La introducción, que -lo confieso- es casi lo único que suelo leer cada semana, salvo alguna excepción, me parece que refleja bien la sensación de urgente evanescencia que comienza a rodearlo todo en un mundo del que Internet y sus derivas son ya los dueños absolutos, sin que acaso sepamos bien qué significa eso. Y, lo que es peor: sin que tengamos tiempo ni tal vez voluntad de querer saberlo. Por otro lado, con mensajes como éste se refuerza mi decisión de mantenerme al margen, en lo que puedo y al menos como usuario directo, de Facebook, Twitter, Instragram y otras formas de pescar incautos o gente desocupada (lo que no quiere decir que uno no tenga también su propia forma de clamar en el desierto...).  Aquí copio el susodicho párrafo. Y con él, la inevitable y también contradictoria sugerencia de visitar un sitio que, por lo demás, tiene una utilidad tan indudable como seguramente ociosa. Así que no se lo pierdan. Ni tampoco el vídeo que cuelgo abajo, con la muy grata sorpresa de Funambulista & Andrés Suárez. La vida que dan las vueltas.
 ¿Alguien recuerda el momento exacto en el que Internet lo inundó todo? Por más que huyas o te escondas, ahí está: lanzándote silbiditos, recordándote sus múltiples voces. Por no hablar del vértigo cuando por la mañana, aún somnoliento, abres Facebook o Twitter y la sucesión de gritos, comentarios ingeniosos y chistes hipercondensados sobre la actualidad te asaltan como una jauría de perros. No voy a hablar de perros, ni de espadas, ni de ese maldito virus esdrújulo. La verdadera viralidad pertenece a Internet. Y gracias a esa disparatada instantaneidad ahora nos permitimos el lujo de felicitar al triunfante novelista francés. Y ahora sí, nos sacudimos un poco el polvo de las neuronas y te dejamos con un montón de ideas para disfrutar sin contagios ni ciencia ficción.



viernes, 10 de octubre de 2014

Modianobel


Aún no había logrado salir de los bulevares periféricos cuando se encontró caminando 
por los paseos de circunvalación. 


Ayer le concedieron el Premio Nobel de Literatura al escritor francés Patrick Modiano. 
Vive la France! Le française vive!

Polifonías


Fue tan bonito
me besó dimitido
de postre llueve



lunes, 6 de octubre de 2014

Piedra y centro (y un cálculo cruel)




Piedra que pesa 
y sin embargo vuela.
Centro que une 
aunque también divida.
Voces de dentro: 
piedra, centro, fondo.
Palabra sola 
pero compartida.

Porque, en el fondo, 
la palabra es piedra
que va derecha 
al corazón del agua.
El agua sube 
siempre desde el fondo.
Y hacia lo hondo 
asciende la palabra.

Piedra, palabra, agua, fondo, centro:
máscaras habitadas 
del silencio.


De muy atrás, tal vez contemporáneos de la publicación de uno de los libros capitales de José Ángel Valente, son estos versos que andaban perdidos en un viejo archivo y que ahora he recuperado gracias a una soleá de La Serneta, una de las más afortunadas letras del flamenco, llena de una hondura que en la voz de la Niña de los Peines alcanza la intensidad del cante puro. Lo que no sabía, cuando trasteaba con estas resonancias, era que acaso estaban siendo aviso de un leve pero muy doloroso cólico nefrítico que hace unos días me hizo ver, durante unas horas, las estrellas de un cielo asolador. Soy consciente desde hace mucho de la verdad que encierran las palabras de la poesía, pero nunca sospeché que la exactitud de su cálculo pudiera ser tan implacable.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Luz azul



¡ESA LUZ! (AZÚLASE)


Gif animado de Adrián López Crego:
Day to Night to Day to Night...
A partir de la obra Ligth, de Sr X.


[AJR: 3:12, Palíndromos ilustrados, XXXVII]

lunes, 29 de septiembre de 2014

La verdad de las sospechas


Habría que remontarse muy atrás en el tiempo para encontrar una opinión favorable tan compacta entre críticos, comentaristas y blogueros respecto a una película española como la que acaba de obtener, tras su estreno premiado en el Festival de San Sebastián y su llegada a las salas comerciales, La isla mínima, el último largometraje de Alberto Rodríguez. Vaya por delante que me sumo a la fiesta. Y con gran entusiasmo. Porque yo también tendría que rebuscar mucho en mi memoria de espectador para encontrar un filme español que en su primer visionado me haya impresionado tanto. Tal vez lo más aproximado (si bien son obras muy distintas) fuera Pa negre.  Aunque a lo que más se parece el estado de ánimo que me han provocado las imágenes de esta isla hipnótica, bellísima, inquietante, es al impacto que me produjo Tesis, el prodigioso debut de Alejandro Amenábar, ya un clásico de nuestro cine.

¿Qué hay en La isla mínima que explique esa recepción tan favorable? Muchas cosas. En principio, una historia que tiene, y muy bien medidos, todos los ingredientes del cine de género (negro),  pero que a la vez está contada en una clave metafórica tan sabiamente manejada que acaba convirtiéndose en una indagación psicológica, un retrato sociológico y, sobre todo, una crónica política. En este último sentido, la película no sólo aporta una lectura significativa de un período clave de nuestra historia reciente (el momento del empalme del franquismo con la democracia), sino que también ofrece una posible y comprensible interpretación de bajo qué condiciones y  a qué precio pudo hacerse esa transición que acabaría escribiéndose con mayúscula.

Como suele ocurrir, es difícil hablar de un filme de intriga sin desvelar más de lo conveniente. Y más aún cuando buena parte de lo que la película ha de significar para el espectador de hoy que no renuncie a la memoria está condicionado por la solución que en el filme se da al caso planteado. Así que, aun a costa de resultar incomprensible, diré que esta película tiene el poder de dejar flotando en nuestro ánimo la confirmación de que, como se va viendo, casi todas las sospechas que teníamos acerca de la presencia del mal en nuestra historia más cercana eran ciertas. En un sentido que podríamos llamar alegórico, pero que está presente de forma bien visible en algunas de las secuencias más logradas del filme, La isla mínima es ese pequeño espacio interior en el que entran en contacto las verdades desnudas de lo que somos. Un lugar de la conciencia en el que vive la verdad que no queremos ni acaso podemos desvelar, tal vez porque toca de lleno a los fundamentos traicionados del pacto social que, pese a todo, sigue haciendo posible nuestra convivencia.

¿Recuerdan, por poner un ejemplo obvio, el asesinato de las niñas de Alcácer? Esta película, que en absoluto recrea ese caso pero que es indudable que lo tiene muy presente, opta por explorar en su narración una hipótesis que fue la sostenida por las sospechas nunca probadas  de un crimen impune y que suponía la implicación en él mismo de gentes con poder, tal vez del Poder en estado puro (si tal cosa pudiera sustanciarse). La isla mínima, con imágenes subyugantes que, a vista de pájaro (o de Google Earth), muestran el paisaje de los bajíos del Guadalquivir como si fueran circunvoluciones del cerebro, o el laberinto más o menos pantanoso de nuestras conciencias, es una obra de arte que tiene la doble virtud de conmovernos al tiempo que nos obliga a repensar lo que somos y de qué historia y de qué ocultamientos («Nadie habla, todos ocultan algo», dice la frase promocional) venimos.