lunes, 17 de diciembre de 2012

Publicidad.es


La cosa está tan chunga que hay que recurrir a la publicidad para tomar un poco de aliento. Bueno, a la publicidad y a la poesía. Y al cine. Y al amor. Y a los amigos. Y a los niños. Y, siempre, al humor. Pero hoy toca publicidad. He aquí algunas muestras de esas campañas que nos estarán intentando vender lo que sea, desde embutidos hasta ingenuidad, nostalgia e incluso bobaliconería, pero lo cierto es que le ponen a uno de buen humor. Al menos, de momento.








viernes, 14 de diciembre de 2012

La Biblio



De la mano amiga de Carlos Medrano me llega este corto realizado por alumnos del IES Santa Margalida, en Mallorca. Un viaje imaginativo hacia el universo de la lectura que demuestra buen pulso narrativo y un dominio prometedor de técnicas cinematográficas. Es un placer proyectarlo en la sala de la Posada y en el horario estelar de las sesiones de medianoche. Seguro que ustedes sabrán apreciarlo.  Ah, la pieza participa en un certamen de cortometrajes juveniles y puede votarse aquí. Sean racionales y denle su apoyo.

Posdata
Al final hubo suerte (¡y justicia!) y La Biblio obtuvo el Premio a la Mejor Calidad Artística, tal como puede comprobarse en el palmarés del Festival. Habrá que estar atento a la carrera cinematográfica de Pablo Armesto Coll y sus compañeros. ¡Enhorabuena!

jueves, 13 de diciembre de 2012

A rebato


«Como los veo a ustedes angustiados por la proximidad del fin del mundo, permítanme decirles que no solo son verdad todas las afirmaciones vertidas durante estos meses sobre las profecías mayas, el final de la cuenta larga, el choque del cometa y el tsunami global, sino que lo son todas a la vez. El mundo, tal y como lo hemos conocido, tendrá un final. Pero también tendrá un final el temor al fin del mundo. De modo que lo único que quedará de todo esto será un estado general de perplejidad, una duda permanente de borrosos perfiles, un sí y un no gemelos y simultáneos que se convertirán en nuestro sino. Pero, en una situación así, ¿quién en sus cabales estaría dispuesto a soportar indefinidamente la desgracia? ¿Quién no demandaría la piedad de los cielos, un gesto inapelable que pusiera fin a tales tormentos, a tan agobiante sinvivir, a semejante sindiós? Es, pues, justo y necesario, queridos hermanos, que esa plegaria crezca en nuestro interior y se eleve a lo alto sin demora... Pero, mirad, la benevolencia del Supremo es infinita y, omnisciente como Él es de las tinieblas que anegan el corazón humano,  amén de pródigo en su misericordia, me ha mandado a mí, el más humilde de sus siervos, para que de forma tan célere como eficaz y última y defintiva responda aquí y ahora a vuestras súplicas...»

Empinándose un poco sobre el alto púlpito desde el que dirigía su sermón a la comunidad congregada en el vasto templo, el predicador sacó un arma semejante a la exhibida por el último James Bond en Skyfall (precisamente) y entrecerrando un poco los ojos ametralló durante tres, cuatro, acaso cinco minutos interminables a diestro y siniestro.

No se contaron supervivientes.

Después, aquel individuo de no mucha estatura, vestido con una mezcla estrafalaria de prendas litúrgicas, descendió del púlpito, dejó el arma sobre el altar, cruzó el presbiterio, avanzó por el pasillo de la nave central, giró a la derecha y se dirigió a la torre. Una vez arriba, sin hacer caso del vértigo que alguna vez había sentido, asió los cordajes de las dos campanas y se puso a tocar a rebato.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Nefertiti me mira


Si pienso languidez asciende amarga
muro de contenciones   irritados
los ojos del dolor y más terribles
carniceras grutas.

Porque la tarde quema vaporosa
el espectro en la huida y los lugares
rotos   descalzos como niños
de tantos padres y abandono.

Ponme los ojos tan brillantes que
pueda mirarte por los huecos de
los desconchados.

Pues al decir tu nombre la palabra
vertiginosa entre la niebla huye
con el fulgor prendido de sus ojos

loba ceniza de la piel
                                             serpiente.

                                                         
                                        (El sol de medianoche, 1988)

Imagen: Busto de Nefertiti en el Neues Museum de Berlín. Ayer, 6 de diciembre de 2012, se cumplieron cien años de su descubrimiento.



jueves, 6 de diciembre de 2012

Pontifex (una cábala)


El Gran Inquisidor, despistado en su lucha contra el mal, no se dio cuenta de la deriva inicua hacia la que lo estaba llevando el peso de la púrpura, unido a un lento pero visible desfallecer de los sentidos que empezaba a anularle la capacidad de raciocinio claro y distinto, largo tiempo adiestrada, y con tanto provecho, en las lecciones del Aquinate. El caso fue que, tras conseguir controlar la escena y la liturgia durante años, y después de ganar pericia artística en infinitas representaciones que cada vez parecían menos teatrales, vino a sucumbir al canto seductor y posesivo de un pájaro mendaz cuyo twiit-twiit le nubló la razón completamente. Fue entonces cuando decidió poner en pie el muñeco @pontifex y eligió para hacerlo tal día como el 12.12.12, sin percatarse (¿o acaso si?) de que ese guarismo lo convertía, a los ojos de todos, incluso de los menos avezados en cábalas y símbolos que cifran en el 666 el nombre de la Bestia, en el exacto, preciso, incontestable doble del diablo.

El papa Silvestre II y el Diablo. 
Página del Cod. Pal. germ. 137, Folio 216v Martinus Oppaviensis, Chronicon pontificum et imperatorum, ~1460. 

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Espacio JRJ

La mitad invisible es un programa de televisión creativa que dirige y escribe Pol Graell, y presenta, con tino excepcional, Juan Carlos Ortega. Va ya por su tercera temporada. Merece la pena seguirle la pista. Para muestra este botón, dedicado a Espacio, el gran poema de Juan Ramón Jiménez.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Con B de Borau


Con las de Buñuel, Berlanga y Bardem, la B de Borau completa un póker memorable de directores del cine español. Y no sólo español. No me he parado a repasar diccionarios ni filmografías, pero dudo mucho que haya otro país que pueda poner sobre el tapete de la gran pantalla una jugada tan ventajosa y de tanto talento en torno a  una sola letra. El de Borau (talento, digo), además de plasmarse en una acción continuada y generosa a favor del cine de los demás, dio a luz un puñado de obras maestras tan inolvidables como peculiares, merecedoras cada una por sí sola de un lugar muy destacado en nuestro mejor cine, mientras que todas juntas le aseguran a su autor un puesto entre los grandes.

No deja se ser curioso que la primera película destacada de la obra de José Luis Borau llevara por título Hay que matar a B. (1974), aunque fue Furtivos (1976), esa emboscada visual que capturó la esencia de la miseria del franquismo, la verdadera revelación de una carrera pausada, lenta, muy castigada tanto por la endeblez de la industria cinematográfica nacional como por la autoexigencia de quien no estaba dispuesto a rodar a cualquier precio, y que además tenía que vencer una marcada propensión a entusiasmarse más con el trabajo de los demás que con el propio.

Hace años que persigo la revisión de Río abajo (1984), una rara avis de nuestro cine, de la que guardo un maravilloso recuerdo muy ligado a un trabajo de gran intensidad sensual por parte de Victoria Abril, con David Carradine dándole la réplica. Y aún tengo nítida la emoción que me produjo Leo (2000), el demorado y, lo sabemos ahora, definitivo retorno y adiós de Borau a la gran pantalla y al cine grande, amparado esta vez en un excepcional trabajo de Icíar Bollaín y Javier Batanero, este último prácticamente desaparecido después de tan insólito debut.

No me olvido, aunque creo que tienen otra dimensión en su obra, de La sabina (1979) ni de Tata mía (1986), que supuso el rescate de Imperio Argentina en «carne mortal». Y no tengo opinión ni recuerdo bien precisos de Niño nadie (1997), vista solo de forma fragmentaria y a deshora en algún canal temático de televisión. Ah, y Celia (1994), la serie de televisíón que seguíamos puntualmente en casa, en familia (mi hija Clara sentía pasión por ella; creo que aún le dura), al tiempo que leíamos los libros de Elena Fortún, rescatados por Carmen Martín Gaite y reeditados por Alianza.

Más recientemente, recuerdo bien la lectura del discurso de ingreso de Borau en la Real Academia: en parte, por su contenido (una deliciosa evocación de su biografía como amante del cine) y en parte, también, por el número increíble de erratas con que fue publicado en la revista que lo recogió.

Borau era, además, un tipo simpático, elegante, de porte señorial, aunque no fuera difícil adivinar que escondía dentro una especie de niño empollón, tal vez mimado, y sin duda travieso, como  bien dejaba ver la picardía de su mirada. Alguien, en todo caso, que parecía de otra época, que probablemente lo era, pero que a la vez seguía encarnando una forma de vanguardia, con una capacidad de osadía que está muy presente en ese cine tan suyo que seguiremos viendo y celebrando.

Adiós, maestro. Tras las bambalinas y al otro lado de la pantalla, la timba de la B ya está completa.

Imagen: José Luis Borau durante la ceremonia de los Goya de 1998. 
En el vídeo, unas escenas de Furtivos: Borau, en el papel de gobernador civil, con Ovidi Montllor.