sábado, 2 de octubre de 2010

El cuento de Contador


De todas las historias del deporte, las del ciclismo son las más tristes: casi siempre acaban mal.

Se resuelva como se resuelva el caso del presunto dopaje de Contador durante el pasado Tour, el mal ya está hecho. Agravado, además, por la coincidencia de que el mismo día en que saltó a la opinión pública el escándalo en que está enredado el corredor de Pinto, y que le ha valido una suspensión cautelar por parte de la UCI, se dieran a conocer otros dos posibles dopajes en la pasada Vuelta, que afectan al segundo clasificado, Ezequiel Mosquera, y a uno de sus gregarios, David García. Hoy mismo la campeona de mountain bike Marga Fullana ha admitido que tomó sustancias prohibidas durante el pasado mundial de la especialidad celebrado en Canadá. Es como si un pérfido guionista hubiera dispuesto la secuencia de estas muy malas noticias con la secreta intención de que el golpe a la credibilidad de un deporte que siempre ha tenido problemas para establecer con claridad sus casi inhumanas reglas de juego (y, sobre todo, para controlar su cumplimento) pueda acabar siendo de enorme contundencia, tal vez irreversible.

Las explicaciones dadas por Contador sobre cómo pudo llegar una insignificante cantidad de clembuterol a su sangre (el consumo de un carne contaminada) son tan creíbles como lo son su palmarés y su condición de deportista excepcional, con el que tanto hemos disfrutado. Por otra parte, todo el mundo admite que, aún suponiendo que el ciclista hubiera tomado voluntariamente ese producto (de uso casi exclusivamente veterinario aunque, según me informa mi bioquímico de cabecera, en humanos es "un broncodilatador muy eficaz"), las ventajas deportivas que de ello habría obtenido serían despreciables o incluso nulas. Se está reconociendo así de forma tácita que, en el ciclismo, lo que importa no es el espíritu de la ley sino sólo la letra, el estricto cumplimiento con las interminables listas de sustancias prohibidas, a las que siempre habrá que añadir alguna nueva recién puesta a punto por la industria farmacéutica.

Nadie pone en duda que la vigilancia y castigo de las prácticas tramposas debe formar parte de la competición deportiva. Pero en el caso del ciclismo, el interminable juego de «ratones y gatos» entre los encargados de aplicar las normas y los deportistas parece haber superado hace mucho tiempo todos los límites. Y nos sume a los aficionados en un estado que está a mitad de camino entre el desconcierto y la perplejidad.

La etapa del Tourmalet del Tour 2010, un "duelo de caballeros" entre Contador y Andy Schleck. Foto Reuters.

Dicho lo anterior, en mi opinión es completamente injusto que un deporte de tanta exigencia como el ciclismo se vea sometido a un grado tal de fiscalización que, en la práctica, no sólo condena a los ciclistas a soportar una condición permanente de presuntos culpables, sino que a la postre (como se viene demostrando) hace poco menos que imposible cumplir con su reglamento. Una normativa tan enrevesada que puede provocar situaciones como la que está viviendo Contador, un deportista que revivió en la propia carretera, tras un gravísimo problema de salud, y que con esfuerzo y entrega admirables fue capaz de traer nuevas esperanzas a un deporte al que un aciago demiurgo parece haber condenado a transformarse en una interminable relato de terror.

Ojalá que el «cuento» de Contador sea verdad y que esta triste historia concluya de un modo que le permita seguir demostrando sus admirables cualidades de deportista. Lo cierto es que el asunto, a medida que pasan las horas (incluso mientras escribo esta nota), va ofreciendo más de una arista y amenaza con convertirse en un argumento vidrioso. El periódico francés l'Equipe ha publicado que en la orina del corredor, además del mencionado clembuterol, habrían aparecido sustancias que podrían derivar de restos de las bolsas de plástico que se utilizan para las transfusiones de sangre, lo que daría pie, según conjetura el periódico francés, para sospechar que el ciclista podría haberse sometido a una transfusión de su propia sangre convenientemente oxigenada y tratada para mejorar su rendimiento. Una práctica que, al parecer, no es infrecuente en el mundo de la alta competición. De hecho, el positivo del estadounidense Floyd Landis, que le costó ser desposeído de su condición de vencedor del Tour de 2006, se debió a una de esas autotransfusiones que, en este caso, desembocaron en la presencia de testosterona sintética en el control antidóping.

En otros periódicos europeos, especialmente alemanes, las acusaciones contra Contador y, en general contra el ciclismo español, son aún más tajantes y algunos no se privan de incluir, como en el caso del Bild, montajes fotográficos claramente acusadores. Habrá que esperar acontecimientos.

Por mi parte, no es sólo que quiera creer en la inocencia de Contador. Pienso que, salvo pruebas palmarias en contrario, nada de lo que haya podido hacer puede poner en tela de juicio su entrega al deporte más hermoso y sin duda el más exigente, especialmente en sus tres grandes citas (Tour, Giro y Vuelta). Tan exigente que quizás haya llegado ya a los límites en que el esfuerzo humano es capaz de alcanzar la cima por sí solo.


Imagen superior: Alberto Contador durante la rueda de prensa en la que dio explicaciones sobre su presunto positivo. Fotografía tomada de DNA

martes, 28 de septiembre de 2010

Huelga 29-S: sírvase usted mismo


Por el carácter cada vez más autónomo de mi trabajo y por la condición cada vez más trabajosa de mi autonomía (y viceversa), no estoy en disposición de adoptar una conducta respecto a la huelga que tenga un significado real.  Por poner un ejemplo, ¿no colgar mañana un post en el blog es respetar la huelga? ¿El blog es un trabajo?

En estos tiempos cibernáuticos en los que lo que se ve es solo una parte ínfima de lo que hay (ha sido siempre así, pero nunca antes había sido tan visible) y en los que, por decirlo de algún modo, la realidad no cierra nunca, la huelga general es un oxímoron, una profunda contradicción: lo general, por definición, nunca está en huelga.

Pero naturalmente esas circunstancias y algunas otras cuitas no me eximen ni me privan ni me excusan de tener una opinión. Y de manifestarla. Sí a la huelga, con todas las dudas, la firmeza de fondo, y las salvedades afines que he encontrado aquí, gráficamente aquí y también aquí, y en algún lugar más que les ahorro (porque estoy en huelga).

Con todo, mi parecer más claro al respecto es el que emite la imagen que encabeza estas líneas. Sírvase fría. Tómese con plena libertad.

La escultura, titulada L.O.V.E,  es un gigantesco dedo corazón (11 metros), cargado de razones y emociones, y se expone ante la sede de la Bolsa de Milán. Es obra de Maurizio Cattelan.

Y esperemos, en todo caso, que no haya nada que pueda dar lugar a la reproducción de situaciones como las que recoge este vídeo.


Fotografía de Reuters, tomada de elpaís.com.


sábado, 25 de septiembre de 2010

Cuento d'Otoño


Era viernes y había luna llena.
Estábamos los cinco
–y lo invisible.

Los frutos de septiembre
llenaban con su aroma
no sólo el amplio espacio del patio en la penumbra
también nuestros recuerdos
los caminos andados
en diferentes rumbos
bajo los mismos astros
por puertos que no siempre
figuran en los mapas.

Todo tenía el brillo
y  la precisa estela
de la amistad
la larga mano amable
que allí nos reunía
después de tantos años
para reconocernos
en los viejos afectos compartidos
capaces de llenar aún las palabras
con suficiente luz
para no extraviarnos
en las intersecciones de las calles y el tiempo.

Y las viejas historias
con sus recalcitrantes recovecos 
mil veces visitados
pero aún frescos
como pinturas al fondo de una cueva
volvían a crecer interminables
y hacían aflorar
unas miradas cómplices
un brindis
las francas carcajadas
tal vez el sortilegio de la misericordia
y el cuerpo quebradizo
de las horas sin peso
bajo la luna llena.



Imagen: Luna y chimenea hacia el otoño. © AJR, 2010.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Super-(pero sin)-tramp


La longevidad de grupos como Supertramp y la tendencia de la historia a repetirse (aunque sea como farsa) hacen posible que algunos argumentos musicales del pasado vuelvan a cobrar actualidad. Uno de los momentos más curiosos de la reciente actuación del grupo británico en el Palacio de los Deportes de Madrid (15-09-2010) se produjo durante los minutos en que, para ilustrar varios temas, en una parte del escenario se recreaba visualmente la conocida portada del disco Crisis? What crisis?, publicado originalmente en 1975.

El irónico contraste que la portada sugiere entre los problemas sociales y el feroz individualismo sin duda había que entenderlo entonces en el contexto de la crisis del petróleo de 1973, aquella que lanzó al estrellato mundial siglas como las de la OLP. Pero vuelve a tener plena validez en estos ya largos meses de crisis económica mundial, llamada ahora financiera. Es como si el indolente y pálido bañista que en esa portada se protege parcialmente del sol sobre un paisaje en ruinas no se hubiera movido del lugar, pese a que han transcurrido nada menos que siete lustros.

Lo cierto es que esa sensación de inmovilidad no es gratuita ni casual. Los cuarenta años de historia (1970-2010), excusa de la gira internacional Supertramp 70-10 Tour que está realizando la banda liderada por Rick Davies y John Heliwell (y una vez más sin Roger Hodgson, pese a los rumores de retorno), no parecen haber hecho mella, ni para bien ni para mal, en una música que mantiene todo su poder envolvente, incluso hipnótico, con su mezcla de dulzura y rebeldía, sus afilados falsetes, sus poderosos teclados... y, en fin, su ejemplificación casi de manual de lo que se conocía como rock progresivo, muchas veces más pop que propiamente rock.

Para mi gusto, la mayor pega del espectáculo, y lo que impide que pueda ser considerado como una celebración completa de la «marca supertramp», proviene de la vieja ruptura antes citada entre sus componentes y en concreto del «pacto de caballeros» entre Davies y Hodgson que nos privó de poder disfrutar temas como la Fool's Overture, Even in the Quietest Moments o Babaji, entre otros que al parecer Hodgson ha decidido reservarse para sus conciertos en solitario.

Salvo esa pega, el grupo británico, ante un público complaciente en el que no era difícil ver miembros de al menos tres generaciones, ofreció dos horas largas de música apacible, de imágenes efectistas y ajustadas al milímetro, de lucimientos personales de Davies al piano -tocado en ocasiones con la contundencia del baterista que fue- y de Heliwell al saxo, con momentos de gran viveza rítmica en medio de un dilatado panorama de serenidad. Y el clic final (ver vídeo), pese a ofrecerse formalmente como una propina ante la insistente petición del público, volvió a transmitir la impresión de que todo estaba perfectamente previsto, encapsulado.

Podremos seguir disfrutando indefinidamente de esta música que, si envejece, lo hace con nosotros. Y que siempre tendrá la capacidad de recordarnos los años de nuestra juventud, puede que a veces entre algún apenas disimulado bostezo. ¿Es mucho? Quizás no, pero es. Y es tal cual, sin trampa y pese a que (y perdón de antemano por el chiste malo) cada vez vaya siendo más visible... el cartón. De todos y de todo.



miércoles, 22 de septiembre de 2010

Gil de Biedma en La 2

Jaime Gil de Biedma. Foto © Joan Sánchez.

El jueves 23 (septiembre 2010), a las 22 horas, La 2 de RTVE emitirá Gil de Biedma. Retrato del artista, un documental sobre el poeta realizado por su sobrina Inés García-Albi y que viene precedido de buenas expectativas. En la página de TVE puede verse un avance (lo he encontrado en la página de Espasa, vaya usted a saber por qué).

Junto a las de algunos familiares del poeta, en esas pocas imágenes se muestran opiniones de Juan Marsé, Luis García Montero y el actual presidente de RTVE, Alberto Oliart, que naturalmente no figura en el reportaje en condición de tal ni por favoritismo alguno, como algún despistado podría creer, sino por su íntima amistad con Gil de Biedma y el grupo de poetas de Barcelona. El libro de memorias de Oliart, Contra el olvido (Tusquets, 1998), sigue siendo una tan valiosa como personal y algo parca visión de esa época y esas gentes (en especial el capítulo titulado «Nuevas amistades»).

Del avance de TVE se deduce que el documental también incluirá versiones musicales de poemas gilbedmianos, entre ellas la insuperable y limpia interpretación que Miguel Poveda hizo de «No volveré a ser joven», que ya sonó alguna vez entre estas paredes y con la que el cantaor cerró de forma memorable, según las crónicas, su intervención en la XVI Bienal de Flamenco de Sevilla, el pasado jueves 16.

Hace un par de años, durante la actuación de Poveda en el Festival de La Unión, fui testigo de cómo alguien de entre el público le gritó al joven maestro: «¡No volveré a ser joven!», sin duda pidiéndole que interpretara el poema de Biedma. Poveda miró hacia el sector de donde provenía el grito y, con un gesto a mitad de camino entre la sonrisa y la resignación, se limitó a contestar: «Ni yo tampoco».

La emisión se repetirá el domingo 26 a las 5 de la tarde. Por cierto, en la foto fija del vídeo con que TVE anuncia el programa queda bien patente el extraordinario parecido entre el actor Antonio Resines y el poeta.

Cuelgo la versión que Loquillo hizo del poema citado. Todas las comparaciones son ociosas, vagas e incluso mareantes.



Metáfora del río



Removiendo de nuevo los rescoldos
de un recuerdo fraguado a la intemperie
con la sombra que dejan las palabras,
miro el curso cumplido de este río,
su esfuerzo de animal
zigzagueante
que arquea el espinazo
mientras busca
el abrazo final,
su lenta entrega a la erizada llanura de sal que ha de acogerlo.
Sobre sus aguas veo cómo cruzan
aún vivos
los destellos de cuerpos verticales,
la ilusoria presencia
de unas alas fugaces
que interrogan al cielo y sus fronteras.

Así, mi vida se remueve
en su rumbo predecible
y olfateo en el aire
la sospecha de un azar favorable o sensitivo,
los signos que la espuma dibuja en la espesura
con las luces secretas de la noche
y las primeras nieves,
mientras sigo buscando la palabra
capaz de responder
a la certeza
de la disolución.

Imagen
Atardecer sobre el Tera, desde Puebla de Sanabria. Una bandada de estorninos sobrevuela las aguas.
Foto © Chairego (Manuel López Castro), 2009. Publicada con permiso del autor.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Hasta luego, viajero


De las facetas tan numerosas en las que José Antonio Labordeta ha dejado su impronta, y que ahora tan justamente dan pie al reconocimiento póstumo, me parece oportuno destacar aquí su condición de escritor-viajero atento al latir de una España íntima que poco a poco se va volviendo invisible, fantasmal, cuando no inexistente.

Los programas de Un país en la mochila, filmados entre 1993 y 2000, y emitidos en diversas ocasiones por TVE, componen un rico repertorio de paisajes, lugares, gentes y costumbres que llevan el acento de la llaneza del cantautor aragonés y demuestran, también en este terreno, su capacidad para sintonizar con esa veta del alma popular que está más allá del batiburrillo demagógico, la parálisis estetizante o la banalización política.

Hay en esos programas secuencias de gran valor etnográfico, útiles para documentar ritos y usos que ya se extinguen. Pero hay, sobre todo, momentos de gran humanidad, fragmentos de vida cotidiana, por lo común rural, tan hábilmente capturados, que tienen por sí solos el valor de una crónica de gentes. Y el vuelo de un cuento capaz de ilustrar los orígenes de las cosas.

No es de extrañar el intenso fervor popular entre el que Labordeta ha emprendido su último viaje. Como tantos recuerdan aquí y allá, su figura y su ejemplo son una referencia insoslayable en la vida de todos quienes hemos vivido, de forma consciente o como se ha podido, las últimas décadas de la historia de este país. Un territorio del que Labordeta, en su tan galopante final, ha logrado irse libre, inteligente y terco, y con la mochila llena del reconocimiento de todos.