lunes, 21 de marzo de 2022

EL DON CREADOR IRREFUTABLE Y SUS PROTAGONISTAS

EL DON CREADOR IRREFUTABLE QUE SURGE DE LA MERA EXPOSICIÓN DE LOS HECHOS SUJETOS POR LA ACCIÓN DE SUS PROTAGONISTAS

Representación de la batalla de los Campos Cataláunicos, o de Chalons,
en el año 451. Un conglomerado de tropas de diversa procedencia
mandadas por Aecio consiguió, para el ya casi exhausto Imperio Romano,
una última victoria, frente a los hunos de Atila.
Veinticinco años después (476) se produjo la caída de Roma.


Tiene a menudo la escritura literaria un valor fundacional tan afilado que por su sola fuerza y precisión instaura una forma perfecta de realidad. Es verdad que no hay modo de contrastar el peso objetivo de los cuerpos que así vienen al mundo, y que tampoco resulta posible encomendarse a semejante pulsión emisora como si fuera ella la única fuente de nuestra felicidad —aunque la tentación nos sobrevuela a menudo. Pero tampoco somos tan estúpidos —al menos no todavía— como para despreciar el don creador irrefutable que surge de la estricta exposición de los hechos sujetos por la acción de sus protagonistas, verbigracia la fascinante rueda de posibilidades que se abren en este tiempo ácido con la sola mención, vía Perec, de un grupo nada fantasmal compuesto por ‘El abuelo liberal que halló su inspiración en una novela’, acompañado de ‘El calígrafo que copió una azora del Corán en la Medina’, en la cercanía de aquel ‘Orfanik que solicitó el aria de Angélica en el Orlando de Arconati’, junto a ‘El actor que tramó su propia muerte con la ayuda de su hermano de leche’, ‘La joven japonesa que blandía la antorcha olímpica’ y, cerrando la marcha, concentrado en su propio paso pero sin descuidar la atención del ritmo de los demás, el singular ‘Aecio que detuvo las hordas de Atila en los Campos Cataláunicos’. Hagan juego.
(LUN, 800 ~ Perec al paso, 55-60)

domingo, 20 de marzo de 2022

Erratas errátiles y otros roedores

(En voz alta). La imparable proliferación erratil, tan errátil ella, hace ya hace tiempo que firma parte de guerra permanente en el mundo que nos rodea, e incluso se convierte en una palanca creativa nada desdeñosa, yate digo, cuando es sólo modesta nave o incluso barquichicuela, o cosas así. En fin, bromas aparte: no dejen de leer este interesante artículo sobre “el mal de nuestro tiempo” en lo tocante a la comunicación escrita y, especialmente, en todo lo que tiene que ver con la edición, en cualquiera de sus formatos. La verdad es que hace ya mucho que uno de los asuntos recurrentes de conversación con mis queridos colegas del mundo editorial es el creciente desprecio hacia la corrección de errores, erratas incluidas, hasta el punto de que solemos coincidir en contarnos experiencias de cómo, una vez evidenciada y con pruebas palpables la mala calidad de esta o aquella publicación, la respuesta suele ser la indiferencia o incluso el desprecio. Y, como consecuencia, la inacción: y así las criaturas erróneas se multiplican como roedores. Y eso incluso entre personas consideradas cultas (profesores, periodistas, poetas…), que a menudo fruncen el ceño cuando se subrayan estas evidencias y no cesan de ofrecer una de las pruebas más claras de que el mal ha calado muy hondo.

OTRO SUEÑO ROTO

Francisco de Goya: El sueño de la razón produce monstruos, 1799.
Grabado de la serie ‘Los Caprichos’.

Estaba en lo mejor de mi sueño de felino, cuando me despertó aquel estruendo de aleteos, un horrísono piar desacordado envuelto entre frenéticos golpeos de garras, picos y membranas agitadas en el aire. Levanté la cabeza y vi que mi amo se había quedado profundamente dormido sobre lo escrito y que, acaso trastornado por lo que ya no podía soportar más, estaba dando rienda suelta a todos sus demonios interiores. Era el caso que la habitación se había llenado de un aire mefítico tan espeso y pestilente que se me volvía del todo imposible seguir dormitando en mi rincón favorito, donde sólo unos pocos logran darse cuenta de que estoy allí y de que, pese a la pastosa confusión, la falta de memoria y, más aún, el olvido, mi asombro vibra.

(LUN, 801 ~ Al pie de Goya)

sábado, 19 de marzo de 2022

Presentación en Sin Tarima

 


EL CORAZÓN DE LA NOCHE

Portada de Ana Juan para el número de marzo de The New Yorker.
Cortesía de SPM.

Cuando se acercaba la siguiente noche, Cherezada sintió que alguien le hacía señas desde el otro lado del Libro. Como el que se levanta en medio de un sueño y anda un rato por la habitación, tal vez consciente de estar rozando los umbrales de otra vida, se plantó ante mí y, mientras deslizaba bajo mi almohada una papel impreso, me dijo: «Quieren que dejemos de fabricar Piedad».

(LUN, 802 ~ Imágenes que dan pie)

viernes, 18 de marzo de 2022

NADA NUEVO

Michael Cheval: Melody of Rain, 2015.

A falta de otra cosa mejor que hacer y por seguir el dictamen de Borges para los días de lluvia, se puso a rebuscar en su baúl de objetos imprecisos, de artefactos varados y frases sueltas un poco de candela, o al menos una imagen que llevarse en procesión. Y, como ya le había ocurrido otras veces, se le fue el santo al suelo y aquí le vemos recogiendo los cachos —“sí, sí, los cachos, chacho”—, con una pizca de avilantez por aquí, un aforismo sin cabeza por allá, algo de eso que no es lo que te quería decir y, ya tú sabes, dejemos los equívocos sin importancia para otro momento…, cosas así que, como todo el mundo acaso no ignora, sin duda no dan para levantar un retablo, pero al viejo de las coplas le pemiten formar un corro de curiosos, ir desgranando los aleluyas con su voz más teatral al ritmo del puntero sabiamente meneado… y, finalmente y sobre todo, pasar la gorra de los óbolos ante la concurrencia. Y, claro, no vas a ser tú el boludo que se quede fuera del ceremonial, así que, ¡dale!, ráscate las musarañas y mira a ver cómo sales de esta lo más airoso posible. Tú verás. No, no estás soñando. Ah, que falta el título. Nada nuevo.

(LUN, 803 ~ De la vida misma)

jueves, 17 de marzo de 2022

LAS HORAS MUERTAS

Mijaíl Vrúbel: Demonio sentado. 1890. Galería Tretiakov, Moscú.
Cortesía de (o, más bien, atraco a) 
César Rodríguez de Sepúlveda.


El diablo me vino a visitar en la colina y, sin otras contemplaciones y con la habitual media sonrisa de los momentos de chanza más que de tentación, me dijo:
—No sé de que os admiráis. A poco que meditéis, esto ya estaba en el guion. Y también vuestra estulticia.
Caí en la cuenta entonces de que, en efecto, de casi todo lo terrible que nos vuelve a ocurrir tenemos tantos signos previos avisadores que, si ya es extraordinario que errores tan previstos vuelvan a producirse, aún lo es más que, al sucederse, nos pasemos luego las horas muertas lamentando sin cesar cómo han sido posibles, en vez de poner en marcha el remedio para evitar tanto la terquedad en la equivocación como la indolencia en la búsqueda de caminos de verdadera y eficaz enmienda, mientras no limitamos a sentirnos condenados a girar presos de la inutilidad recalcitrante de las jeremiadas y del todo incapaces, y una vez tras otra, de poner cerco al vórtice imparable de las muertes inútiles.
(LUN, 803)