lunes, 3 de marzo de 2014

Aniversario



Siempre es un momento oportuno para volver a la luz de esta negra sombra. Pero mucho más en este 3 de marzo en el que hace tres años que murió mi madre. Su memoria nos acompaña. Y al calor de su recuerdo cobran un significado muy especial las palabras prodigiosas del poema de Rosalía en la interpretación inimitable de Luz Casal.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Paco de Lucía



Nunca fuera tan triste quedarse sin palabras.
Se mezclaron las aguas y el río baja turbio.
¿Quién volverá a decirnos dónde está el manantial?
¿Quién será el zahorí de la fuente clara?
En una mano cabe la tristeza del mundo,
la otra es el reguero que prende la alegría.
Y hay un pozo sin fondo en medio de la noche.
Adiós, maestro, gracias por toda la belleza.

martes, 25 de febrero de 2014

lunes, 24 de febrero de 2014

La tele letal

Ventura&Corominas

Al volver sobre sus pasos, en el plató principal del crematorio de basuras, el presentador estrella no pudo aguantar más y, sin darse cuenta de que aún estaba en directo, fuera de sí exclamó:
—¡Me cago en la puta! ¿No os he dicho mil veces que me quitéis el retorno?
Fue inútil. En las pantallas de todas las televisiones conectadas (casi el 28% del share en algunos momentos), ante los ojos vaciados de los espectadores, se repetía una y otra vez, entrando y saliendo de la boca de los contertulios, la imagen del vómito.
Y así durante horas, días, meses.
Hay quien sostiene que con aquella mezcla de vísceras, bilis, sangre, fluidos espesos y materia fecal se estercolaban cada día los campos del país, de modo que en el transcurso de unos pocas semanas el número de zombis había alcanzado tal proporción que era casi imposible ver por las calles a alguien que no anduviera conectado a un teléfono móvil. 

viernes, 21 de febrero de 2014

Gürtel: casi toda la trama


Los cambios en la dirección de El País saltaron al conocimiento público, el pasado fin de semana, a través de un envío presuntamente equivocado de e-mails por parte del que ya ha sido designado como nuevo director, Antonio Caño. Una peripecia que calcaba tan de cerca viejos y hasta novelescos procedimientos de difusión anticipada de novedades que resulta cuando menos sospechosa. El clásico paripé. Tampoco es que pareciera necesaria una maniobra amortiguadora de una decisión polémica en una situación en la que Juan Luis Cebrián, heredero máximo del reino de Polanco, controla todos los resortes del poder, por más que se mantengan formalmente las cautelas societarias e incluso siga en vigor el muy democrático y pionero estatuto de la Redacción, que obliga a la empresa a someter a una consulta previa (aunque no vinculante) decisiones de este calado.

La noticia del relevo ha sido interpretada en la mayoría de los demás medios como la prueba palmaria de la derechización del periódico. O por decirlo con mayor propiedad, como el refrendo de un pacto de la empresa editora con el actual Gobierno para disminuir la crítica a cambio de apoyos económicos que permitan sortear la muy difícil situación de Prisa, cuyas cifras de negocio arrojan un resultado cercano a la quiebra técnica, aunque ya se sabe que el valor del dinero en términos capitalistas (¿pero hay otros?) es algo muy relativo. La verdad es que, como suele ocurrir en casi todos los relatos informativos que tienen que ver con asuntos complejos, es muy difícil hacerse una idea desprejuiciada de la situación, y el rastro de las informaciones que uno podría seguir es tan prolijo y enrevesado, que la actitud del común tiende a refugiarse en el parapeto del tópico confortable, sin tomarse la molestia de ir más allá.

En mi opinión, hay algunas evidencias, en forma de editoriales, titulares a toda página y sesgos informativos, que desde hace algún tiempo vienen mostrando que la independencia de El País, si no perdida, sí está sometida a asechanzas y derivas que la ponen en tela de juicio, o incluso dan pie para pensar que algunos de los apoyos del periódico deben de estar hundidos en aguas pantanosas. La salida de profesionales de indudable valía y de claro perfil crítico con el poder a lo largo de los últimos meses, con eres o sin eres de por medio, es tal vez el síntoma más inquietante. Pero sería injusto (e inexacto) verlo todo desde esa perspectiva, y más aún en una situación como la actual en que la irrupción de Internet y las redes sociales, con la guasa de Facebook y el follón del gay-twittear a la cabeza, ha puesto patas arriba todo el ecosistema informativo dejando herida de muerte (o casi) a la prensa de papel. Y acaso también el papel de la prensa.

Ahí está como prueba de excelente periodismo crítico e independiente la magnífica serie (casi un folletón a la antigua usanza) que José María Izquierdo, con la colaboración de numerosos compañeros del periódico, ha escrito para desentrañar hasta donde aún es posible el intrincado y ominoso «caso Gürtel», ya en su quinto año de investigación judicial. Y casi doce años después del conocido evento escurialense que, en forma de delirio nada azaroso (pues estaba casi calcado de una conocida secuencia la gran saga fílmica de Coppola, si bien adaptada a los aires del Guadarrama y a la dureza berroqueña del corazón patrio), supuso el cenit de la correosa banda mafiosa. Aunque puede que también marcara el inicio de una guerra de familias cuyos episodios, más o menos truculentos, llegan hasta ayer mismo, y de la que no parece difícil suponer que aún queden batallas pendientes (quién sabe si las más cruentas). El documento de Izquierdo, que puede leerse aquí,  es una de esas piezas que, como suele decirse, aunque nunca ocurra, en cualquier país civilizado haría temblar los cimientos del misterio... o al menos de la situación política que hizo posible lo que en él se cuenta.

martes, 18 de febrero de 2014

Gravedad

Tomado de Acordeon Guy vía  Naukas.

Las palabras siempre dicen otra cosa.
Y a veces hasta cumplen lo que dicen.

(Un no sé qué que quedan balbuciendo).







miércoles, 12 de febrero de 2014

Vestíbulo de niebla


La interrupción de la vida cotidiana tiene la virtud de sacarnos, literalmente, de nuestras casillas. Y la desventaja, aparente, de que sin el amparo de la costumbre hay situaciones en las que no encontramos el rastro de las cosas (¡y las personas, sobre todo las personas!) en el lugar donde creíamos que estaban. No hay nada peor (es un decir) que regresar a un lugar del pasado y a las primeras de cambio caer en la cuenta de que es un lugar desierto. Pero es que no se puede volver al pasado, esa es la falacia. Crees que viajas al sitio donde estuviste tantas veces, donde viviste horas y circunstancias que han tenido su peso, pero en realidad lo que haces es llegar a una estación llena de presuntos viajeros que van y vienen, un enorme vestíbulo de acceso a unos fríos andenes donde todos los trenes están inmóviles e intuyes que no se moverán nunca.  Y aunque puedes pararte a saludar y a dar y recibir afecto, muy pronto caes en la cuenta de que casi todo el mundo (las excepciones son muy pocas) está en otra parte. Y que también tú, que en teoría eres quien ha emprendido el viaje y en cierto modo llegas con noticias de otras tierras, estás en otra parte. Ahí se inicia o prosigue una interminable danza en fuga: afectos que caminan desprovistos de cuerpo en busca de personas que se mueven congeladas en un gesto, temerosas o audaces, islas y linajes, derivas entre extraños pasadizos que son las calles llenas de viento airado. Y, tras las grandes cristaleras, el laberinto interior de los edificios comunes donde la vida es otra forma de representación. No sirve de nada interpretar con benevolencia los signos inequívocos del error que lo calcina todo. Hemos de sobrevivir y hasta tenemos la obligación de la alegría pegada a nuestra moral más íntima. Hay consignas que nos han sido transmitidas con las aguas de la tribu, con la señal de nuestra pertenencia a una horda amansada que quiere reconocerse en cada uno de nosotros y, por medios ancestrales que ya forman parte de nuestra naturaleza, nos incitan a transformar la ofuscación en una moneda visual capaz de granjearnos la mirada de los otros: el reconocimiento. «¡Hola, Fulanito, cuánto tiempo!» Y ahí y allí se acaba todo. En medio de la selva, dicen las crónicas más creíbles, y los sueños que aún nos asaltan en sueños, se abre una inmensa cascada de agua pura. Es tan grande su caudal que no existe mirada capaz de comprenderla. Por eso nos perdemos en su contemplación. A lo más que podemos aspirar es a desleírnos en su corazón de humo caliente. Y a sentir que ese agua sin principio ni fin es nuestra sangre.

(Tiempo contado, 27 de noviembre de 2013, miércoles, 2:45)