viernes, 18 de diciembre de 2009
Papalotes
martes, 1 de diciembre de 2009
Anonimato
Y a veces me pregunto por qué más tarde
publicamos lo escrito. Es decir, lanzamos
una botella al mar, harto y repleto
de basura y botellas con mensajes.
Nunca sabremos
a quién ni adónde la llevarán las mareas.
Lo más probable es que sucumba en la tempestad y el abismo.
Sin embargo, no es tan inútil esta mueca de náufrago.
Porque un domingo
usted me llama de Estes Park, Colorado,
me dice que ha leído cuanto está en la botella
(a través de los mares: nuestras dos lenguas)
y quiere hacerme una entrevista.
Después recibo un telegrama inmenso
(lo que se habrá gastado usted al enviarlo).
En vez de responderle o dejarlo en silencio
se me ocurrieron estos versos. No es un poema,
no aspira al privilegio de la poesía
(no es voluntaria).
Y voy a usar, así lo hacían los antiguos,
el verso como instrumento de todo aquello
(relato, carta, drama, historia, manual agrícola)
que hoy decimos en prosa.
Para empezar a no responderle,
no tengo nada que añadir a lo que está en mis poemas,
dejo a otros el comentario, no me preocupa
(si alguno tengo) mi lugar en la historia.
(Tarde o temprano a todos nos espera el naufragio.)Escribo y eso es todo. Escribo: doy la mitad del poema.
Poesía no es signos negros en la página blanca.
Llamo poesía a ese lugar del encuentro
con la experiencia ajena. El lector, la lectora
harán o no el poema que tan sólo he esbozado.
No leemos a otros: nos leemos en ellos.
Me parece un milagro
que algún desconocido pueda verse en mi espejo.
Si hay un mérito en esto —dijo Pessoa—
corresponde a los versos, no al autor de los versos.
Si de casualidad es un gran poeta
dejará cuatro o cinco poemas válidos,
rodeados de fracasos y borradores.
Sus opiniones personales son de verdad muy poco interesantes.
Extraño mundo el nuestro: cada día
le interesan cada vez más los poetas;
la poesía cada vez menos.
El poeta dejó de ser la voz de la tribu,
aquel que habla por quienes no hablan.
Se ha vuelto nada más otro entertainer.
Sus borracheras, sus fornicaciones, su historia clínica,
sus alianzas o pleitos con los demás payasos del circo,
tiene asegurado el amplio público
a quien ya no hace falta leer poemas.
Sigo pensando
que es otra cosa la poesía:
una forma de amor que sólo existe en silencio,
en un pacto secreto entre dos personas,
de dos desconocidos casi siempre.
Acaso leyó usted que Juan Ramón Jiménez
pensó hace mucho tiempo en editar una revista.
Iba a llamarse «Anonimato».
Publicaría no firmas sino poemas;
se haría con poemas, no con poetas.
Y yo quisiera como el maestro español
que la poesía fuese anónima ya que es colectiva
(a eso tienden mis versos y mis versiones).
Posiblemente usted me dará la razón.
Usted que me ha leído y no me conoce.
No nos veremos nunca pero somos amigos.
Si le gustaron mis versos
qué más da que sean míos / de otros / de nadie.
En realidad los poemas que leyó son de usted:
Usted, su autor, que los inventa al leerlos.
jueves, 26 de noviembre de 2009
Vecinos
viernes, 20 de noviembre de 2009
Luz de negra sombra
negra sombra que me asombras,
ó pé dos meus cabezales
tornas facéndome mofa.
no mesmo sol te me amostras,
i eres a estrela que brila,
i eres o vento que zoa.
si choran, es ti que choras,
i es o marmurio do río
i es a noite i es a aurora.
pra min i en min mesma moras,
nin me deixarás ti nunca*,
sombra que sempre me asombras.
con el mismo sol retornas,
y eres la estrella que brilla,
y eres el viento que sopla.
si lloran, tú eres quien llora,
eres el rumor del río,
y eres la noche y la aurora.
para mí y en mí misma moras,
y no me dejarás nunca,
sombra que siempre me asombras.
lunes, 16 de noviembre de 2009
Gótica
Son dos amigos, él y ella. Han ido a pasar el día en pandilla junto al río que discurre pacífico y también traicionero por las afueras de la capital. Acaban de tener una pequeña discusión acerca del tono con que ella le ha dicho algo a él y están tratando de explicarse, de deshacer un equívoco sin importancia, de quitarle hierro al asunto. Ella dice:
—No sé, Zacarías; que soy idiota, que se conoce que me gusta que me aguanten, ¿sabes?, eso mismo va a ser; que soy una niña gótica, y me creo que…
Al llegar a este punto en una reciente relectura de El Jarama, la aclamada novela de Sánchez Ferlosio desheredada por su autor, no pude por menos que detenerme en seco ante esa expresión, «niña gótica», que de inmediato me trajo a la mente ciertos quebraderos de cabeza de alguna amiga con hija quinceañera lectora compulsiva de Harry Potter (no diré cuál de las dos), y más aún, la estúpida polémica surgida en relación con la terrible foto de los Zapatero en la Casa Blanca de los Obama.
Así que era eso. Eso debe de ser. Podría preguntárselo al propio Ferlosio la próxima vez que lo vea por el barrio. Aunque cualquiera se atreve a molestarlo con esta pejiguera o «cosa que sin traernos gran provecho nos pone en problemas y dificultades», como también dice sentenciosamente el de la RAE... Lo mismo va y me lo llama: «¡No sea usted gótico, hombre!» Quita, quita...
Qué curiosa la vida de las palabras.
Imagen: Un Jarama aún joven a su paso por el paisaje gótico y otoñal del Hayedo de Montejo. Foto tomada de motor. terra.es
jueves, 12 de noviembre de 2009
¿Y tú de dónde has salido?
Vi el viernes pasado Celda 211, la cuarta película de Daniel Monzón, basada en una novela de Francisco Pérez Gandul. Es un thriller realista que cuenta una historia carcelaria con excelente pulso, ritmo trepidante, fuerza visual y diálogos intensos y creíbles. Una obra recomendable.
Se ha destacado, con toda justicia, la redonda interpretación de Luis Tosar, que da vida a un duro irreductible, de nombre Malamadre, digno de ocupar un puesto de relieve en el escalafón de grandes villanos del cine español (no muy pródigo en ellos, al menos en este registro). También se alaban los trabajos secundarios de Luis Zahera, Resines, Carlos Bardem...
A mi juicio la gran sorpresa de esta película, insuficientemente subrayada en las críticas que he podido leer, es la aparición del actor Alberto Ammann, un completo desconocido que prácticamente debuta en esta obra (lo volveremos a ver en breve en la pantalla dando vida a Lope de Vega).
Ammann es, de hecho, el verdadero protagonista de la historia. Tanto por el tiempo que permanece en escena como porque el centro de la acción dramática es el conflicto y la evolución que sufre su personaje, un funcionario de prisiones que en su primer día en la cárcel se ve sorprendido –y atrapado– por un violento motín. Su contraste, no sólo físico, con Tosar (rudeza frente a sutileza, pero la misma inteligencia práctica e iguales arrestos) da pie a un soberbio duelo de actores que se va desarrollando en un crescendo muy bien medido.
El contradictorio vínculo que acaba uniendo a ambos personajes hasta abocarlos a una misma y trágica actitud es el punto culminante de una historia que da pie a muchas reflexiones sobre el delgado filo que separa tantas cosas en la vida.
Se está hablando de Celda 211 como de una excepción en el cine español. Es verdad que no pertenece, ni por factura ni por temática, a la línea habitual. Puede incluso que inaugure el género carcelario abordado como asunto monográfico y desde una perspectiva realista (habrá que revisar la filmoteca). Pero creo que es una película que no carece de filiación en nuestra cinematografía. Por motivos diversos, a mí me ha traído a la memoria títulos como Días contados, Leo, La caja 507 o, como ejemplo más cercano, Solo quiero caminar, cuyo protagonista, el mexicano Diego Luna, quizás sea una referencia razonable para situar el estilo interpretativo de este nuevo gran actor llamado Alberto Ammann.
En una escena del filme Tosar-Malamadre le pregunta a Ammann-Calzones: «¿Y tú de dónde has salido?» Es la misma pregunta que me hacía al salir del cine, sorprendido por una interpretación sin fisuras, personal y absolutamente creíble. Habrá que anotar su nombre.
Fotografía: Luis Tosar (Malamadre) y Alberto Ammann (Calzones), en una escena de Celda 211. Imagen tomada de cineol.net.