(Al paso). Llámenlo metáfora. O limítense a verlo como un signo (sin calificar) de los tiempos. Pero esotro día, al regresar a casa andando desde el Ateneo, y aún conmovido por la conferencia de Luce Lope Baralt sobre Santa Teresa y aledaños, decidí ir a comprobar lo que ya sabía de la transformación de la vieja liberaria y editorial Hiperión —sin duda la verdadera casa de la poesía impresa en la capital durante más de medio siglo— en un establecimiento de Salutem Per Acqua (digámoslo así). Y no pude por menos que salir pitando, abrumado por una catarata de sensaciones de no fácil asimilación, aunque en el fondo muy sencillas: todo está en proceso de mutación. Acaso de derribo. Y acelerados ambos.
Hice como pude algunas fotos con el móvil y no tardé en perderme (ventajas del flanêur) en otras ensoñaciones, calle de Serrano arriba, quizás al hilo del contraste entre las naos de Vaquero Turcios y las nuevas Torres de Colón… Las fotos ahí quedaron. Me he acordado de ellas al leer el artículo que Diego Garrocho dedicó en El País’a este mismo asunto. Una meditación acorde con los tiempos raros y rácanos que nos han tocado —y subrayo, pese a todo, la última palabra— en Suerte.