lunes, 17 de julio de 2017

Ninguneo (ni no)

Resultado de imagen de máscaras de teatro antiguas

Nadie es más que nadie más.
Es más nadie que más nadie.
Más nadie que nadie es más.
Que nadie más es más nadie.
Nadie más que nadie es más.
Más que nadie es nadie más.

Nadie más es más que nadie.
Más nadie que es nadie más.
Es que nadie más más nadie.
  Más nadie nadie que es más.  
Que es más nadie nadie más.
 Nadie que más es más nadie. 

Nadie es más que más nadie.
Es más nadie que nadie más.
Más que nadie más es nadie.
 Que más nadie es nadie más.
 Más que más nadie es nadie. 
 Nadie es más nadie que más.


****


Dado inspirado en unas declaraciones de Susana Rivera, viuda del poeta Ángel González, sobre algunos amigos de su marido.
Pese a las 18 tiradas, no se agotan los sentidos posibles.

Imagen: máscaras de teatro clásico. Tomada de aquí. 

3 comentarios:

Antonio del Camino dijo...

En orden y en voz alta he leído estas nuevas tiradas, he de confesar que con curiosidad, sorpresa y, también, algo de agotamiento. En el noveno verso, más o menos, ya me parecía ser parte yo mismo de un significativo trabalenguas (o trabaluengas, que ya ni sé).

Abrazos,

Alfredo J Ramos dijo...

Los dados, como los mantras o las letanías, algo tienen de suspensión de los lazos de la razón para que vuele a su aire. Si es que hay aire claro, que con el calor parece que todo se solidifica. Así que no conviene abusar de la magnesia (digo de la gimnasia) y, al primer síntoma de agotamiento, mejor dejar que nadie se ponga en lugar de más... Gracias por el silabeo (y el interés). La verdad es que se quedan en el cubilete otras tantas tiradas.

Alfredo J Ramos dijo...

Hablando el otro día con un reputado neurólogo me argumentaba que la práctica sostenida y no abusiva de este tipo de ejercicios, junto con la resolución de crucigramas y sudokus, es una muy recomendable «gimnasia mental», expresión con la que traduzco y resumo lo que él denominó «secuencia ordenada de estímulos cognitivos discriminantes, pautados y diversificados en función de las agrupaciones neuronales sobre cuyas cadenas sinápticas propioceptivas pretenda actuarse». Me comentó que a la luz de experimentos recientes y estudios estadísticos de amplio espectro, parece que su eficacia en el buen gobierno y mantenimiento de la actividad cerebral está fuera de toda duda. Y que en casos en los que entra en juego, además del esfuerzo de concentración, el «deslizamiento semántico y su batería de efectos de estímulo creciente», como al parecer es el caso de estos dados o, como él los llamó, «cadenas de palabras en que las que van variando, sutilmente y con marcada incidencia intrópica, los sentidos posibles», los beneficios pueden ser inmensos. Se echó a reír, abiertamente, cuando le pregunté si servirían también para protegernos del estado de perplejidad. Y no supo que decirme cuando le pregunté sobre los posibles efectos mentales de los palíndromos. En todo caso, a las razones puramente lúdicas, sumaré desde ahora los fines terapéuticos para no cejar en el empeño. Aunque confieso que esa era ya una razón.