Tomo el título de este post, y la incitación para escribirlo, del artículo que el filósofo Manuel Cruz publica hoy en El país-papel. En él describe, tomando pie de una nota de Eliot, el empobrecimiento cultural que puede suponer la esclavitud de las nuevas tecnologías, en especial el imperio de las redes sociales, que nos incitan a estar siempre conectados a las ubres de la realidad social o, por mejor decir, al goteo de las últimas ocurrencias, sin parar mientes en cuán estúpidas puedan ser.
Lo pensaba anoche mismo al comprobar de nuevo la importancia que muchas personas, incluidos algunos señeros representantes de lo que hasta ayer solía denominarse «líderes de opinión» (una categoría hoy más bien escurridiza), conceden a Twitter, Facebook y otros tamtanes de la tribu cuyo uso, como ya intuyera McLuhan con clarividente precisión terminológica, aunque en un sentido algo diferente al que emplea Cruz, está convirtiendo el mundo en un aldea global.
Frente a las redes sociales, o junto a ellas, la cuestión comunicativa fundamental sigue siendo la conexión con uno mismo: qué hacemos con nuestra conciencia, cómo podemos seguir en la lucha por lograr el equilibrio que nos permita estar en el mundo de forma plena, recauchutando sin cesar la tentación de la ausencia y aprendiendo a convivir cada día un poco más con el descrédito a que se ve sometida de continuo nuestra identidad. Y con la paradoja, además, de que es esa misma identidad puesta en cuestión la que nos exige un esfuerzo de lucidez que, en su despliegue como ejercicio necesario e inaplazable (bueno, puede aplazarse, pero no sirve de nada), acabará conspirando contra nosotros mismos.
En tales condiciones, frente a los múltiples asedios de tantos mentideros como nos salen al paso y ante la carencia cada vez mayor de fuentes no contaminadas, tal vez no sea descabellado darle un margen de confianza a nuestra intuición, pensar que de su mano seremos capaces de caminar por la piel erizada de los días sin llegar a perder el sabor fuerte de la vida ni el reflejo de esa luz del fondo que acaso sea el único señuelo capaz de conducirnos de forma sosegada por entre los hitos que señalan la senda segura de la extinción.
Imagen superior: Fuente pública en Compostela. Foto AJR, 2010.
6 comentarios:
alfredo
coincido con la mayor parte de tu texto
considero que no dejan de ser esos espacios de internet, no más que los barcos de esclavos de ña edad media...a remar a remar a remar...
sin ningún pensamiento
el final me desconcierta un poco, en cuanto a que entiendo que decis darle algo de confianza, supongo que solo en los casos que la comunicación en esos medios sirvan para acercarse con amigos conocidos y mantenr el lazo, pero no hacer de ello el leiv motiv de la vida, como único respiro...correr, correr, correr, es como remar remar!!
la vida está afuera del cuadrado miente mágico
saludos
Gracias, Mabel, siempre es un placer leerte. Mi texto quiere ser una defensa de la confianza en uno mismo frente a tanto trending topic. Una alerta (supongo que innecesaria para mentes despiertas) frente a lo que las redes puedan tener de cautiverio, incluso, como tú dices, de esclavitud.
Un abrazo.
Buena reflexión, internet en general, y las RRSS en particular, hacen que vayamos "a salto de mata" :-). Besos.
... "a salto de mata"... y con el bolo colgando, como se dice por tu tierra, que es la mía, Fernando. Gracias por el clic.
No tengo claro el “empobrecimiento cultural” que podría estar produciendo el abuso de las nuevas tecnologías y de las tan traídas y llevadas redes sociales. El empobrecimiento exige una riqueza previa, y me parece que esa condición suele ser inexistente. El vacío mental que aflige a buena parte de los humanos es el mismo de siempre, pero ahora la gente se agarra a sus iphones o blackberrys para llenar de contenido sus horas repitiendo las consignas que tuitean a millones, y moldear sus deseos y sus vidas a imagen de los nuevos ídolos que cada día se crean en la publicidad y en la red, tan fácilmente emulables gracias a su mediocridad. La imbecilidad, sin duda, es un valor en alza.
Es verdad, amigo Navajo, que como ya puso de manifiesto Peter «no es posible caerse desde el suelo»..., pero tal vez no todo sea siempre como nos parece.... e incluso haya del otro lado subterráneos que recreen el mundo. Nunca dejaré de sentirme fascinado por el optimismo antropológico del que siempre eres capaz de dar una nueva y contudente prueba... Gracias por el humo(r)..., aunque tire a negro (o por eso precisamente: Black is beautiful).
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