Luis García Berlanga: señal de partida. Foto Cordon Presss. |
Pero aunque lo previsible se cumpla, y más aún porque se cumple, no deja de resultar desconcertante, amén de ominoso, que la visita de la vieja dama una a lo inexcusable de su llegada la crueldad de su reiteración. El propio Berlanga lo dejó dicho en una de sus últimas declaraciones con su habitual franqueza dialéctica: «El dolor me jode, pero morirme me jode más». La cabronada esa de la muerte.
Berlanga, junto con Buñuel y Bardem, es la otra gran B de las muchas "bes" grandes con que se escribe el cine español. Como muchos críticos han puesto de relieve, sus logros dentro de lo que suele denominarse la tragicomedia hispana no tienen parangón. Así lo demuestran la fundacional y ya archisobada Bienvenido Míster Marshall (1953), y sobre todo esas «dos auténticas cimas del séptimo arte» (Navajo dixit) que son Plácido (1961) y El verdugo (1963), joyas blanquinegras cuyo extraordinario fulgor es literalmente inagotable (la sabiduría 'erratil' quería que el adjetivo fuera «inagitable»; quede constancia). En estas obras, vida y muerte se dan la mano desde una mirada tan crítica como compasiva y reveladora de la profunda verdad que esconde el tópico tantas veces reiterado en su cine : «No somos nadie».
Igualmente destacable, aunque su mérito artístico sea de otro orden, me parece la trilogía del Marqués de Leguineche, y en especial sus dos primeros títulos, La escopeta nacional (1978) y Patrimonio nacional (1981), tan útiles aún para entender de dónde provienen ciertos atavismos patrios que parecen decididos a seguir dando la matraca hasta el final de los tiempos.
Y algo parecido puede decirse de numerosas escenas de La vaquilla (1985), o de algunos fragmentos explosivos de obras posteriores como Moros y cristianos (1987), Todos a la cárcel (1993) y París Tombuctú (1999), en las que lo "explosivo" tiene un significado estrictamente fallero no inapropiado en un director valenciano.
Entre tantas secuencias y, sobre todo, planos-secuencia memorables del cine de Berlanga, rescato estos dos momentos de Patrimonio nacional (1981), tal como los he encontrado en YouTube. El primero me parece adecuado digamos que por sus claras alusiones al momento y por la gestualidad decepcionada del marqués (Luis Escobar) en la escena del helicóptero. Y el segundo, por el gran Luis Ciges, uno de mis actores preferidos, único e inimitable en cada una de sus intervenciones. Calculo que habré visto veintitantas veces la descomunal metáfora del palo de billar y nunca he podido resistir la risa convulsa. Ambas escenas, además, tienen el añadido genial, tan propiamente berlanguiano, de que quienes caricaturizan con tanto vigor a la desopilante aristocracia española son en verdad aristócratas. O sea, realismo puro. Puro Berlanga.
Un subrayado final para amantes de curiosidades cinéfilas: el villancico que suena en la segunda escena de Patrimonio nacional es el mismo que se oye al final de Plácido: «Madre, a la puerta hay un niño».
14 comentarios:
Las semblanzas que se hacen de las personas cuando mueren difieren de las que se nos han mostrado en vida, al menos es lo que saqué en claro anoche en un programa sobre Berlanga en TV2.
Y resulta muy curioso ver que el patrón que nos hacemos en la mente de cómo será ese magnífico director difiere bastante.
Un personaje altamente contradictorio, así lo definieron.
Poco que añadir a tu, como siempre, excelente glosa. La cabronada de la muerte se compensa en este caso, al menos para nosotros, supervivientes, con el disfrute de la obra que ha dejado.
En cuanto he visto tu comentario en mi sitio, sabía que debía venir a ver tu reseña sobre Berlanga.
Y como siempre, no decepcionas. Nada que añadir... que conocía a este país y a sus gentes es evidente en toda su obra. Su mayor sabiduría, saber presentarlo todo, a través de esa ironía amable, tan suya... pero crítica y no falta de acidez.
Personalmente, me quedo con "El verdugo", que me impactó mucho en su día, pero cualquiera de sus películas merece ser revisada más de una vez.
Unha aperta, rapaz.
¡¡¡Grande Berlanga!!!
Difícil escoger una sola película de todas las suyas. Si tuviese que hacerlo, quizá eligiría "Plácido". En cualquier caso, cuánta sabiduría en tanto metro de celuloide. Cuánto humor y cuánta ironía. Cuánto saber hacer.¡¡¡Grande Berlanga!!!
Tus palabras, así lo atestiguan.
Un abrazo.
Sí, leyéndote, es difícil no felicitarse por la vida y la obra de Berlanga. Sé que e(s)ra una de tus preferencias y por eso, este abrazo.
Buena crónica de una muerte previsible y anunciada, como todas. Yo también vi el magnífico documental sobre Berlanga en la 2, y la grabación del plano secuencia "by the face" con algunos de sus actores. Otra de las curiosidades berlanguianas que reflejaban era que, en todas sus películas introducía el concepto "Austrohúngaro", de forma más o menos absurda, con calzador, como creó las mejores escenas de su obra. Por último me llamó la atención su declaracíon de que dirigió cine sin tener ni puta idea de qué hay dentro de una cámara y subiéndose sólo en una ocasión a la grúa. Caótico, disperso y con una métrica imprevisible, como casi todos los grandes.
Gracias, Isabel. No sé si el programa al que te refieres es el documental «Por la gracia de Luis», dirigido por JL García Sánchez (también lo cita Fernando en su comentario). Siempre se ha dicho que este país es muy dado a los homenajes... póstumos. Y seguro que algo de eso hay. Pero, con todas las posibles contradicciones (¿quién que viva no las tiene?), me parece que el valor de la obra cinematográfica y, tras ella, la coherencia moral del artista que la firma, en el caso de Berlanga están fuera de toda duda.
Así es, amigo Navajo: siempre nos quedarán Plácido, El verdugo, Calabuch (la primera película suya que recuerdo haber visto, aún de niño)..., tantos magníficos planos-secuencia donde la gente entra y sale en aparente caos (alguien ha dicho que más que un director de cine era un "domador de circo"). Y sin olvidar el contenido de ese legado secreto que en mayo de 2008 don Luis depositó personalmente en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes y que no podrá ser abierto hasta junio de 2021, que es cuando el cineasta hubiera cumplido cien años. Ojalá podamos verlo con salud. Cualquiera sabe qué será. Aunque sólo sea por afinidad pielrroja, seguro que usted maneja alguna hipótesis al respecto...
Gracias por la visita Cristal, se te echaba de menos. Outra aperta.
Antonio, comparto ese especial predilección por Plácido, entre otras cosas porque en ninguna otra película he visto dibujado con tanta precisión el paisaje navideño de nuestra infancia (especialmente en las escenas callejeras) y porque el retrato de las interioridades del país y del paisanaje es inolvidable (y, pese al tiempo pasado, en lo esencial vigente). Quizás El verdugo sea una obra temáticamente más poderosa y de mayor proyección internacional, también más amarga... En fin, hay mucho donde elegir. Gracias por tus palabras. Un abrazo.
Gracias y bienvenido a la Posada, don António (¿Lobo Antunes?, lo digo, claro, por ese acento luso que le noto). Felicitémonos, pues, y otro abrazo.
También vi ese documental, Fernando, y me pareció un buen homenaje, quizás un poco carente de sustancia, pero divertido y lleno de detalles berlanguianos; adjetivo, por cierto, que JL Borau -otra gran B de nuestro cine- pretende que la RAE incluya en el diccionario; muchos ya lo venimos utilizando con soltura, o sea que... Un abrazo.
Era muy jovencilla y vi El verdugo. Impresionante.
Luego otras, no muchas, la verdad, pero me encantó Tamaño natural, con un Piccoli delicioso.
Un abrazo
Gracias, Virgi. Dicen quienes le conocieron bien que don Luis era un gran erotómano.Tamaño natural, junto con su actividad al frente del premio «La sonrisa vertical», son pruebas elocuentes al respecto. Un beso
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