(A la memoria de mis amigas Teresa L. M. y Nieves M., que un día
lo caligrafiaron con mucho arte y cariño)
¿Qué permanece incólume 
después de haber viciado 
la raíz del enigma?
Ojos.  En las paredes.
Entre los reunidos.
Por las ensalivadas mejillas 
de las máscaras.
Ojos sobre los huesos 
del esqueleto que mina la ciudad.
Y Cien Lágrimas, 
traídas una a una 
por el Superviviente. 
Es todo cuanto queda del Diluvio
para pasar el resto de la noche.
                                                   (De El sol de medianoche»,1988)
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