Los sonidos del cuerpo 
que te asaltan 
cuando menos lo esperas,
gruñidos o remedos de gemidos,
restos casi de miembros astillados,
innobles o inocentes murmullos sin coartada,
raras polifonías discordantes...
—en fin: las maniobras 
orquestales del ejército de células armadas 
que han vivido contigo desde siempre
y ahora, en tiempos de sindemia galopante,
han decidido hacer un bien notorio acto de presencia.
No los desprecies: son tan tuyos
como el humo sublime
que ves alzarse cada tarde
al caer el sol. 
No hay comentarios:
Publicar un comentario