Hasta aquí llegan 
estos triciclos lúdicos, 
con k de haiku.
Tiene la fórmula 
un no sé qué de extraña
fuerza pandémica.
Lo trino, acaso,
su misterio irresuelto
—salvo en el canto.
También lo fácil 
de pedalear palabras 
sobre tres ruedas.
Y el freno a mano:
contención, vuelo: evítate
la verborrea.
Y la nostalgia,
esa flor putrefacta
y embriagadora.
¿Puntas de flecha,
carbones encendidos,
parcas cenizas?
No sé. No sé.
La rueda rueda sola.
(Losa de ura de Ur
ale son eson.)
En todo caso,
si fueran fuegos fatuos,
fuegos son. Punto.
Como las bicis,
que ahora vuelven —¡el Tour!—:
flores de estío.
De despedida 
unos buenos timbrazos:
¡ring, ring, ring ring!
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