Las palabras de Rajoy. |
El presidente Mariano Rajoy convirtió ayer el Parlamento, con sede ocasional en el Senado, en una casa de citas. Toda su estrategia, a mi juicio, pasó por intentar hacernos creer, con palabras prestadas, que cualquier comentario o apostilla tiene un valor absoluto, y que las mismas palabras significan por sí solas siempre lo mismo, independientemente de eso que los gramáticos y el sentido común llaman «contexto». Hay que reconocerle al muñidor del discurso del presidente una gran capacidad estratégica para intentar salvar la complicada situación con una variante creativa de la vieja técnica del ataque preventivo, empleado como la mejor arma de defensa. Escudriñar en los discursos de Rubalcaba, que deben de sumar varios gigas de peso, para encontrar, sin maquillarlas, frases capaces de hacer creer que hay una falta de coherencia, y hasta un alto grado de hipocresía, en las críticas de la oposición a los sucesivos escándalos que se han ido produciendo en el caso Bárcenas, era una tarea tan ímproba como efectista. Muy rentable, sin duda, de puertas para dentro, en las filas del propio partido. Y también eficaz para poner al alcance de la fugitiva opinión pública y del común adormecimiento la idea ya masticada de que todos los políticos son iguales y que, por tanto, por qué vamos a pedirle a él ahora cuentas de algo que todos los partidos han hecho o hacen. Esa postura viene a ser, más o menos, una manera de subrayar que en todo esto no hay nada de qué avergonzarse, que es lo que hay, lo que ha habido siempre. Y que lo único importante es que la economía vuelva a crecer, que el paro baje, etc. Pero quizás lo que no tuvo en cuenta el señor presidente es que todo, incluso la capacidad de retorcer las palabras hasta secarlas, tiene una posible vuelta de tuerca. Así, puede que no tarde en demostrarse, justicia de por medio a ser posible, que con su discurso presuntamente exculpatorio, y en concreto con algunas de las frases que en él pronunció, Rajoy ha añadido a su currículo político una línea de conducta aún más comprometedora que aquellas de las que tan vehementemente se quiso defender. Con tanta cita ajena, tal vez no se cuidó lo suficiente de sus propias palabras, y puede que por algunas sea citado en el futuro. Y no de forma impune. Porque el precio de esa impunidad no sería otro que el de admitir que uno puede ir al Parlamento como a cualquier casa de citas, en el peor de los sentidos de esta expresión. Tiempo al tiempo.
3 comentarios:
Pues sí. A pesar de que el Director de La Razón, y otros, afirmen que el Presidente dejó las cosas muy claritas, soy también de la opinión que apuntas, y aguardo con interés un posible careo entre el Sr. Rajoy y aquel sin-nombre que, ¡por fin!, se dignó nombrar.
Abrazos.
No veo a corto plazo ese careo,, No mientras el P.P. tenga esa mayoría absoluta, que ya no solo le da carta blanca para gobernar, si no que se la da también.. para desgobernar a su antojo y voluntad.
Bueno, habrá que esperar a ver si alguien tiene un «ataque de dignidad sobrevenida» (o algo así) y se ponen las cosas en su sitio..., al menos algunas. Por esperanza que no quede...
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