No sé de dónde vienes ni cuáles son tus sueños. Quizás ya te conozca, quizás nunca lo haré. Detrás de mí no hay nadie, detrás de ti tampoco. Sólo somos dos luces que se van a encontrar.
Porque es ahora cuando te empiezas a dar cuenta de que sí me conoces, que sabes bien quién soy. El mismo que buscabas cuando buscabas algo, la misma que se siente como te sientes tú.
No sueñas. No soñamos. Nuestro mundo es real. Estamos los dos juntos en este instante único donde confluye todo lo que somos tú y yo. Tú y yo, ya todo tuyo. Dos sílabas, no más.
No desprecies el brillo de esta estela levísima. No volverá a ser nunca lo que se esfuerza en ser. Tuvimos un momento de gloria. Nuestro encuentro, tan fugaz y azaroso, ya siempre ha de durar.
(Dilo despacio: «siempre, por siempre, siempre, siempre». Y deja que tus ojos se pierdan en la luz, mientras roza tu cuerpo la transparencia breve de ese vértigo oscuro llamado eternidad.)
Procedencia de la imagen: autor desconocido.
4 comentarios:
Haces bien en conjurar esos escasos momento de eternidad. La escritura es una buena fórmula para no perderlos.
Un abrazo-
Gracias, cristal. La eternidad es lo que tiene, que no dura nada.
Maeztro, no sé por qué, pero me eriza esta eternidad...que pareciera ya haber visitado antes.
Lily
Gracias, Lily. Tú pones la emoción... y quizás también el eco (la sensación de lo ya visto). Un abrazo.
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