jueves, 17 de octubre de 2013

La vía láctea


En la plaza del pueblo, mientras se acerca la hora del mediodía, las madres jóvenes se reúnen con sus niños de pecho para amamantarlos en grupo. Se trata de un programa de fomento de la lactancia materna promovido por el estamento oficial pertinente y apoyado por alguna entidad bancaria (no es difícil sospechar con qué futuros intereses de crecimiento). Las madres jóvenes, acaso una veintena, se sientan en los bancos que quedan a resguardo del sol bajo una sencilla pérgola cubierta de ramajes y frente a la gran iglesia neoclásica. Tienen detrás de ellas una pancarta que explica el sentido de la reunión, sin duda un subrayado innecesario. Hay un revuelo de cochecitos, de ropajes que se remueven, de cuerpos que se acomodan en busca de la mejor postura. Toda la escena queda suspendida en el aire y se llena de luz cuando van emergiendo, redondos, tersos, lunares, los senos nutritivos. En los bancos de enfrente, junto al arrobado testigo ocasional, docena y media de ancianos vivarachos contemplan, quién sabe si aún golosos, el precioso rito con el que la especie humana renueva su fidelidad de clase a los mamíferos. La milenaria ternura de la vía láctea.




Primera publicación: 5/06/2009 - 21:27

Los años van pasando y este blog alcanza ya las 500 entradas. A partir de hoy, ocasionalmente rescataré de los arcones de la Posada algunas de las ya publicados para darles una segunda oportunidad. Indicaré siempre la circunstancia de la primera publicación. Este apunte o viñeta lo escribí tras contemplar la escena que se describe, en el pueblo toledano de Sonseca, un día de finales de mayo de hace cuatro años. No me atreví a sacar una foto, pero la búsqueda en la red fue fructífera: la imagen de Fernando Blanco reproducía con gran fidelidad lo que había visto.

lunes, 14 de octubre de 2013

La cal


Cuando yo era niña, todos los veranos se jalbegaban las paredes. Recuerdo los preparativos de los cubos  y los escobones, las ropas viejas y los trapos usados que servirían para que tan laboriosa tarea pudiera realizarse sin ponerlo todo perdido. Y me acuerdo, sobre todo, de la blancura desparramada a brochazos sobre los muros ásperos, del milagro de aquella masa espesa que sabía arrancarle a la luz un fulgor nuevecito. A veces pienso que lo que en mí aún sigue vivo lo está gracias a aquel deslumbramiento. Cal viva. Cuando oigo estas dos palabras me estremezco. Pero no por lo que ustedes, tan vivos, quizás estén pensando. Sino solo porque lo único que me mantiene unida a este mundo es el gesto de esa mujer que cada año, cuando va a comenzar el verano, viene y jalbega mi sepultura. Y luego renueva las flores.


 Foto, by Pepe Gutiérrez
Publicada con permiso del autor.

jueves, 10 de octubre de 2013

Lluvia necesaria



¡A la calle! (Y ella cala)

Progresa, pero muy lentamente, el otoño. Quizás no sea el que corresponda. Hay algo en el aire que nos dice que caminamos, de nuevo, hacia un retorno de la estación deshojada del 74, del 75, quizás del 76. De otro siglo hablo.

Tiempos duros aquellos, pero llenos de esperanza. 
Tal vez lo que pasara fuera sólo que éramos muy jóvenes.
Aunque aún no sabíamos, con toda su crudeza,
qué necesaria iba a ser de verdad la lluvia.

Por eso, otros cuarenta años después (¡se dice pronto!), seguimos cantando. Para que llueva.

[AJR, 6:17; Palíndromos ilustrados, XXX]

martes, 8 de octubre de 2013

El «crítico» Montoro


Habló Montoro, el Cítrico, de cine.
Dictó sentencia con su vocezuela:
«Nuestras pelis son malas, no hay escuela
de calidad, no venden». Qué alucine
que sea él, ¡Montoro!, el que maquine
y se sume a la vieja cantinela
de que el cine español es la secuela
de la ibérica caspa. Y lo arruïne.
Montoro, el de la voz que pierde aceite
(por lo untuosa lo digo), el que decía
que la cultura es solo diversión,
hete aquí que hoy encuentra su deleite
en vengarse del cine, «A sangre fría»,
mientras financia «La gran evasión».

lunes, 30 de septiembre de 2013

Carretera y mantra

Laderas del volcán San Antonio, La Palma. © AJR, enero 2013.     

Si no hay nada que contar,
no cuentes nada.
Dale tu espacio al silencio
y luego calla.

Si no hay nada que ca(n)tar
no ca(n)tes nada.
Dale tu lengua al silencio
y luego calla.

Si no hay nada que fingir,
no finjas nada.
Dale la vuelta al silencio:
al aleli lolulo lile lala.
Y calla.




(Hojas y palinendecasílabo)



jueves, 26 de septiembre de 2013

Primicias del temblor

Por aquello de los horarios de esta Posada (privilegios y dependencias del «albergue a cualquier hora»), pude enterarme de la eliminación de Bin Laden casi media hora antes de que el presidente Obama se dirigiera a su país a través de la televisión para anunciarla de forma oficial.

La ejecución de Bin Laden seguida en directo desde la Casa Blanca.

Un flash urgente parpadeando en la página de elpais.com me puso en la pista de la noticia, tal vez a eso de las 4,30 mam de la madrugada (mam = "más o menos"). La búsqueda en Google con la frase «Bin Laden ha muerto» arrojaba ya a esas horas cientos de resultados, entre ellos las webs de varios periódicos estadounidenses. Pude ver los titulares del New York Times y el Washington Post, que en sus informaciones de alcance ya daban detalles acerca del lugar donde el jefe de Al Qaeda («La Base», no se olvide) había sido abatido.

Cierto espíritu áspero periodístico, alguna vez sentido en carne propia (en especial, un sábado de gloria, y también durante varias semanas de mediados de 1989), pero mucho más experimentado a través de películas como Luna de papel (y su remake, Primera plana) o Todo los hombres del presidente, sin olvidar ejemplos más cercanos como Buenas noches, y buena suerte...; en fin, algo así como una sensación de estar asistiendo a un "instante real" me cosquilleó en el estómago ante la gravedad de la ocasión: ese temblor que todo profesional que se precie debe sentir ante la cercanía de la primicia. Aunque no se me escapa que, en este mundo global de información que ha hecho posible Internet y todos sus adminículos (ese es el viejo nombre de lo que ahora se llaman Apps), la novedad ya es algo muy diferente.

De hecho, la primicia de esta noticia la dio, sin saberlo, su temblor. Vecinos de la casa donde se estaba produciendo el asalto definitivo, ante el movimiento de helicópteros y la presencia de grandes luminarias, comentaron en las redes sociales su extrañeza ante lo que todavía no sabían qué era, pero sin duda prometía ser algo «muy gordo». No cabe descartar la posibilidad de que el propio Bin Laden se hubiera enterado de su aciago destino inminente a través de un aviso de urgencia en su cuenta de Twitter..., si es que el jefe alqaedista frecuentaba esa red (que supongo que sí).

(Tiempo contado, madrugada de 1 al 2 de mayo de 2011)