César Nicolás
Están dentro de mí, también por fuera…”
[¿Sigo?]
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Tristísima la noticia de la muerte del escritor todoterreno y, en cierto modo, de genio infatigable Francisco J. Satué (n. 1961), al que traté de cerca en una época y al que en tiempos solía ver por La Prospe o por Anaya. Hacía mucho que no sabía nada de él y hace solo algunas semanas pregunté a algunos amigos comunes, pero nadie supo darme razón. Siempre me pareció un hombre noble, franco, generoso, entregado por completo a su obra y al oficio de escritor, también inmerso en una deriva que no llegué a conocer bien. Recuerdos sus años de colaboración con Sánchez Dragó, que explotó a fondo su entusiasmo y su enorme capacidad de trabajo. Y leí con interés algunas de sus novelas (en especial La pasión de los siniestros, que en 1987 le valió el premio Ateneo de Santander) y varios trabajos periodísticos. La última vez que lo vi, hace quizás algo más de una década, en la calle Nieremberg, recuerdo que me comentó su extrañeza por algunos comportamientos de viejos amigos que consideraba traiciones y su empeño en enderezar algunos proyectos periodísticos que traía entre manos, quizás un coleccionable sobre algún tema histórico. Y quedamos en compartir un café tan pronto como hubiera ocasión. Pero ya no se produjo. Siento mucho su temprana desaparición. Descanse en paz.
(Caja de Citas, 95). Parece evidente que los suplementos culturales de los periódicos no gozan de buena salud y, de hecho, a menudo son objeto de furibundas y muy despectivas críticas (curiosamente, muchas de ellas perpetradas por quienes dicen que hace mucho que no los leen: esa paradoja es muy frecuente y en campos muy distintos). Mucho se podría contar y analizar y valorar sobre este asunto. En lo que a mí respecta diré que, perdida la vieja pasión por no perderme ninguna semana un buen número de estas publicaciones y saldadas hace ya mucho las voluminosas colecciones que llegué a reunir de "Informaciones de las Artes y las Letras” (primus inter pares y con “La Torre del Aire”, O "Los Cuadernos de la Romana", de GTB, como cierre ), “ABC Cultural”, luego solo “El Cultural”, el local y de filiación acaso postista “La Mujer Barbuda”, el “Disidencias” o “Culturas”, del viejo Diario 16, otros de La Vanguardia o la sábana de “El Independirnte”, tan singular, o incluso, tras sus precedentes de Libros, el “Babelia” (que Enrique Murillo quiso llamar “Babel”), alejado ya de todo eso, aún conservo la pulsión y la curiosidad por el género, y de cuando en cuando me entretengo en husmear en los que de un modo u otro quedan a mi alcance, ahora mayoritariamente en formato digital. Y me parece que el impulso sigue mereciendo la pena cuando uno se encuentra con piezas tan lúcidas y lucidas como esta reseña de Fernando Castro Flórez sobre la recién inaugurada exposición del Thyssen que plantea un singular cruce de caminos entre Jackson Pollock y Andy Warhol. Un magnífico prólogo para la próxima visita al museo, aunque con la cautela o sospecha de que no va a ser fácil que la experiencia esté a la altura de las expectativas creadas. Veremos.
(En voz alta). Sin ninguna duda, A Irmandade das Estrelas, de Carlos Nuñez, es uno de los discos de música galaico-universal que más he disfrutado. Nunca olvidaré la impresión al oír por vez primera «A orillas del Río Sil». Y la literal emoción de la voz de Luz Casal cantando «Negra sombra», en compañía do Gaiteiro Maior. O los sones tan evocadores de la «Quinta Brigada». O el literal salir de la luna sobre las plazas de Compostela. Y todas las demás. Tal vez el disco, junto con algunos de Amancio Prada o aquellos cuasi juveniles de Supertramp o Pink Floyd, que más veces he escuchado. Han pasado 30 años y todas las Estrellas mantienen su hermandad.
En mi caso, apuntaré dos: no es casual que en una serie de ambientación taurina la acción se inicie y esté asociada a Talavera de la Reina, en cuya cuasisagrada plaza de toros de La Caprichosa, un 16 de mayo de 1920, “el torito Bailaor a José le dio la muerte”, siendo José, como es sabido, José Gómez Joselito, de la dinastía del Gallo. Y también ha de tener algún de tipo de filiación no meramente azarosa la mención, como al tresbolillo pero recalcada, del “Chino Cudeiro”, un personaje copiado del natural que se inventaron Herrera y Coll en el memorable Humor amarillo, aquel crisol de ocurrencias y visiones esperpénticas —y este es también el tronco madre— del que La suerte, a su serendípico modo, viene a ser una afortunada prolongación. Y si no me creen, vayan, vean y compruébenlo por ustedes/vosotros mismos.
(En voz alta). Vi anoche de un tirón (son cuatro exactas horas, aunque distribuidas con leve desigualdad) la miniserie documental dedicada a los cuatro últimos presidentes de España, Sánchez exceptuado. Y la recomiendo vivamente. La última llamada es su título. Planteada a modo de retrato básico de cada uno de los mandatarios, a mi entender logra salvar cualquier atisbo de sectarismo, combate tópicos fáciles (sin dejar de tenerlos en cuenta), apuesta por una visión a fondo —o en profundidad— de las características de cada uno como sujeto con la máxima responsabilidad política y recrea con gran eficacia los momentos más dramáticos en los que cada uno de ellos vivió la soledad intransferible del poder cifrada en esa “última llamada” que se elige como brillante señuelo y hábil hilo conductor de la serie. Hay muchos aspectos e incluso algunas revelaciones que merecen comentario. Pero queden, si acaso, para otro momento. Ahora me limito a recomendar un documento periodístico de gran calidad. Si pudiera ser visto sin las frecuentes y obscenas miopías frentistas, tal vez sirviera para apaciguar las tan revueltas y arremolinadas aguas (a menudo fecales) entre las que discurre y se emponzoña la política actual. No se la pierdan.
la luzse filtra{t e m b l o r o s a}nohayun nombrequepuedacontenerlaY es en vano—a u n q u e n o sea inútil—tratar decuálseasu s u s t a n c i ay si hay nombres que contengan las cosas.
(Del CahierLector» - con C.XL)
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