lunes, 5 de octubre de 2020

Gladiadores


Los puntos cardinales del confín
no son los de costumbre.
De modo que es posible
que eso que ves ahí
ni siquiera esté ahí
ni en ningún lado.
Que el Dios reparta suerte.
Y tú que vendas muchos.

miércoles, 30 de septiembre de 2020

Adiós a Quino ( o mejor, hasta luego)

(En voz alta). La muerte —eso dicen— de Quino, a los 88 años, es una de esas noticias que aún son capaces de sacarnos del notable muermo en el que estamos apandemiados. Una vez a Julio Cortázar le preguntaron qué opinaba de Mafalda. El autor de Rayuela, quizás sin levantar los ojos del juego, ensimismado en su altura, dijo que lo que él opinara de Mafalda era irrelevante; lo importante era lo que Mafalda opinara de él. Nos pasa a muchos. Esta larga y bien medida necrológica, del diario argentino Clarín, recoge esas y otras muchas opiniones y referencias en un texto que además tiene la virtud de acercarnos la maravillosa e inconfundible lengua de Mafalda. Buen viaje. Por maestros como Quino muchos hemos fantaseado a veces que tal vez no fuera un mal destino vivir la vida como dibujo animado.

lunes, 28 de septiembre de 2020

Guía Touring de la Movida

(En voz alta). Con su habitual solvencia y sabiduría sobre temas musicales (y no sólo), Diego A. Manrique da el espaldarazo a la recién editada Guía del Madrid de la Movida, obra de Patricia Godes y Jesús Ordovás publicada en la muy querida y cercana Anaya Touring. Aún no he podido tener físicamente el libro en mis manos, pero por los adelantos vistos y conociendo bien los planteamientos de fondo, siempre tendentes a lo exhaustivo, y la profesionalidad del equipo editorial, no me cabe ninguna duda de que estaremos ante una obra memorable sobre el tema, tal vez definitiva. Las palabras del exigente Manrique son ya un buen presagio: «[he aquí un] sólido tomo publicado por una editorial especializada... con una barbaridad de fotos, mapas, memorabilia, testimonios... [y que] ofrece una visión desprejuiciada de la multiplicidad sonora de la capital». Ardo en deseos de comprobar que eso es así y, de modo particular, que el papel desempeñado por el barrio de La Prospe en esa historia está bien recogido. Volveré sobre ello.

Ámbar


(Lazos) las letras,
frente a tus ojos ávidos,
trenzan el mundo.
Calles, ruidos,
la brisa en los cerezos:
ciudad soñando.
Cada mañana,
la luz nueva es la misma,
cada mañana.
Cada mañana,
la luz usada ayer
aún huele a limpio.
En mis palabras
tus palabras sonando:
so-y-to-do-tu-yo.
Caballerías,
mañanas junto al pozo,
tardes y noches.
Y por la noche,
soñando eternidades:
bellaquerías.
Dime si puedo
decir aquí tu nombre:
ajeno y rosa.
Y si aquí puedo
bañarme aún en tus aguas:
sagrado río.
La luz en vilo:
cuando miras el día,
tú la sostienes.
(Cómo) atraparte,
sustancia de las horas:
prisión de ámbar.

sábado, 26 de septiembre de 2020

¿Un shakespeare inédito?

(En voz alta). Interesante noticia sobre el hallazgo de una obra de Shakespeare, aunque el titular es equívoco (por no decir erróneo): difícilmente puede una obra “de Shakespeare” ser de 1634, cuando el bardo de Avon, como es sabido, falleció en 1616, al igual que Cervantes y, nominalmente, en la misma fecha, el 23 de abril, si bien por la diferencia de calendarios el óbito del inglés tuvo lugar cuando en tierras católicas era el 3 de mayo. Probablemente, el redactor se refiera al año de impresión de la obra, pero no es eso lo que dice el titular. Con todo, un hallazgo notable.

martes, 22 de septiembre de 2020

Los días `"vallejo"

César Vallejo retratado en el  verano de 1929 en los jardines de Versalles, París.
Foto de Juan Domingo Córdoba Vargas (fragmento).

(
Los recuerdos en cascada). Está mañana, mientras trataba de encarar el día, hubo un momento en que, sentado sobre el borde de la cama como en un cuadro de Hopper, adopté un gesto tan pensativo y triste que en seguida se me vino a las mientes (o como se diga: vaya frase) esta conocida foto de César Vallejo, que bien mirada, dentro de toda su nobleza, tiene algo de pose o de “gesto construido para la posteridad”. No sé. Lo que sí sé es que el paisaje que los poemas del poeta peruano alcanzaron a dibujar tiene mucho que ver con este tiempo raro que vivimos y en el que cada día se nos hace más urgente la necesidad de inventarnos una lengua capaz de pronunciar cosas hasta ahora inconcebibles, por más que su runrún haga ya tiempo que nos venía dando señales y hasta enviando mensajes que, poco a poco y si somos capaces (“caos” dice el Enano) de manejar este estado perplejo que no cesa de crecer, se van volviendo evidentes, o al menos de insoslayable presencia. Tortuosas palabras. No sé. Es muy probable que lo que Vallejo sintiera en sus días ateridos esté todavía hoy iluminando zonas de la realidad que nos cerca. Y es posible que esa visión y ese estado de necesidad fueran lo que lo impulsara a hablar del modo en que lo hizo, con un lenguaje en apariencia retorcido e incluso obtuso, cuando probablemente era el único camino recto de decir las cosas. La imagen de Vallejo me pone delante de los ojos, con el pensamiento o en esa su caja de resonancia que es la memoria, otra frase leída en un muro en un día ya lejano de mi juventud pero que, ahora lo sé, fue escrita para momentos como quizás sean estos, aunque sepamos aún tan poco de su naturaleza. Decía así: «Y qué verán los hombres futuros cuando miren los ojos de los poetas muertos...». Su autor fue Carlos González, un estudiante de Psicología que murió asesinado por el fanatismo en una manifestación. Corría, creo, el año 1976. Pero ya es hoy.

(Tiempo contado).

lunes, 21 de septiembre de 2020

Desmemorias y rebotes


(Al filo de los días).
 A veces los invisibles se vuelven, además, irreconocibles. Tres años después de su escritura paso por esta NUL (ver abajo), y aunque recordaba bien el “asunto al fondo” (el inexplicable “cabreo” y desaparición de un “amigo” —en este caso no sólo de FaceBook—, después de un intercambio diría que pacífico de opiniones sobre el pintor Richard Dadd), se me había borrado la referencia del libro cuya página se reproduce en la foto, pese a que ha sido una obra que he tenido con cierta frecuencia a mano y que he leído, a menudo de forma fragmentaria, varias veces. Anotaré ahora, por si en el futuro el Dr. de Cuyo Nombre No Logro Acordarme sigue haciendo de las suyas, que se trata de El mono gramático, de Octavio Paz, en la edición de Seix Barral (septiembre de 1974), y que el libro está abierto por las páginas 102-105, al borde del capítulo o fragmento 20, dedicado a comentar, precisamente, la muy insólita y terrible historia del pintor Richard Dadd, y en concreto del extraordinario e inquietante cuadro The fairy-feller’s masterstroke, que pintó durante nueve años mientras estaba encerrado en el manicomio de Broadmoor. La historia de este cuadro, cuya pista me refrescó entonces mi fugitivo amigo, es por sí misma tan intensa que no diré sobre ella nada más que lo ya anotado: rastros suficientes para que el curioso lector concernido pueda hacer su propia pesquisa y, en todo caso, también suficiente para que en una hipotética ocasión futura yo mismo como lector pueda sobreponerme al desconcierto. Google y sus herramientas de búsqueda han cambiado de tal manera nuestro modo de estar en el mundo que ya nada es lo mismo. Aunque nos cueste mucho trabajo darnos cuenta. Y no siempre, ja, eso sea sinónimo de felicidad.



El invisible (d)
Tal vez algún día llegue a saber por qué se esfumó al pasar la página.

(Novelas de una línea, 22)