lunes, 12 de diciembre de 2016

La ruta natural (2)


—¡Sé verla al revés, sé verla al revés!
En el asiento trasero, Ana no dejaba de chillar mientras, con los prismáticos dados la vuelta, miraba por la ventanilla el paisaje que se perdía al fondo del barranco, en la orilla opuesta del mar.
La carretera se había ido estrechando y las curvas eran cada vez más cerradas. Tenía la sensación de estar recorriendo un zigzag interminable.
En una de las revueltas, frente a las ruinas de lo que parecía una antigua abadía, vimos a un monje que le estaba dando de comer a una zorra. Parecía arroz. Más adelante, la luna se anuló tras una nube. Del onagro y su órgano, puro brillo imaginario entre las sombras, mejor ni hablar. 
—Juraría que ya hemos pasado por aquí —acerté a decir mientras sentía crecer el vértigo.
Ana, en cambio, cada vez más excitada, no paraba de gritar:
—¡Al revés y sé verla, al revés y sé verla!
Fue entonces cuando comprendí que «La ruta natural» era una trampa sin salida. Pero ya era tarde para emprender otro camino.

Imagen: Dunluce Castle, en Irlanda del Norte. © AJR, 2009.

viernes, 9 de diciembre de 2016

Apuestillas


En Twitter, donde menudean los tuits con frases de autores célebres, es muy frecuente la publicación de greguerías de Ramón (algunas puede que apócrifas) y de sentencias de Borges. No sé bien por qué, supongo que por algo parecido a aquello que decía McLuhan de que el medio, después de ser mensaje, deviene, indefectiblemente, en masaje, suelo entrar al trapo y a veces me tomo la licencia de tuitear, a modo de apostilla (o apuestilla), un comentario, réplica u ocurrencia a tales frases. He aquí una muestra de estas «ramonadas, ramosnadas y borgesiones», cuyo sentido final, por supuesto, es rendir homenaje a los autores que dan pie.


@GmezDeLaSerna: El libro es un pájaro con más de cien alas para volar.
@lfredojramos: El pájaro, en cambio, para volar no necesita ningún libro.

@GmezDeLaSerna: Los ojos de las estatuas lloran su inmortalidad.
@lfredojramos: «No somos de piedra», parecen decirnos.

@GmezDeLaSerna: En el fondo de los espejos hay un fotógrafo agazapado.
@lfredojramos: ¡Joder, ni ahí puede esconderse uno!

@GmezDeLaSerna: Los bostezos son oes que huyen.
@lfredojramos:  ...en busca de otras bocas. Por eso se contagian.

@GmezDeLaSerna: El farol cubierto por la enredadera hay un momento en que duda si es enredadera o farol.
@lfredojramos: Ocurre justo en el instante previo al amanecer. Y nos pasa a todos: faroles, enredaderas, faroleros, enredados...

@GmezDeLaSerna: Los tábanos son borrones del aire.
@lfredojramos: Pero cuando te  pican todo se llena de estrellas.

@GmezDeLaSerna: No saben lo que es morir ni los muertos.
@lfredojramos: Y ellos menos que nadie. La muerte siempre es cosa de vivos. Y de Otros.

@GmezDeLaSerna: Vejez: ya todas las figuras de mujer las hemos visto otra vez.
@lfredojramos: Menos a una: la del caminito blanco. (¡Qué hija de puta!).

@GmezDeLaSerna: Los violoncelistas siempre están dando azotes a sus violoncelos.
@lfredojramos: Quieren corregirlos para que no tengan celos de los violines. Pero es en vano. Lo llevan en la masa de... su nombre.

@GmezDeLaSerna: El hipopótamo juega a ser submarino.
@lfredojramos: Aunque no tarda en darse cuenta de que no está en el mar.

@GmezDeLaSerna: Al mar le gusta la impunidad y por eso borra toda huella en la playa.
@lfredojramos: Pero siempre se arrepiente y acaba devolviendo a sus ahogados.

@GmezDeLaSerna: Aquella mujer me miró como a un taxi desocupado.
@lfredojramos: Ya ves, tal vez creía que eras un ser libre.

@GmezDeLaSerna: La cebra es el animal que luce por fuera su radiografía interior.
@lfredojramos: Craso error: la que luce es la radiografía exterior. La interior, como todo el mundo, la lleva por dentro.

@cccesssarrr: César Bona: La sandalia es el bozal de los pies. Greguería. R. Gónez de la Serna.
@lfredojramos: Aunque es un bozal de condición muy particular: a veces muerde. 


*****


@BorgesJorgeL: La duda es uno de los nombres de la inteligencia.
@lfredojramos: Otro tal vez sea perplejidad, quién sabe...

@BorgesJorgeL: Ebrio de insomnio y de dialéctica.
@lfredojramos: Entretengo mis noches tratando de comprender la Vía Láctea.

@BorgesJorgeL: Adoleces de irrealidad, te empeñas en jugar con naipes raspados la vida.
@lfredojramos: Los «naipes raspados», propios de un tiempo en que imperaban los albures, están presentes hoy en las numerosas «tomas falsas» de la telerrealidad.

@BorgesJorgeL: Nos hemos acostumbrado a los espejos, pero hay algo de temible en esa duplicación visual de la realidad.
@lfredojramos: ¿Y qué pensar de los palíndromos, esos espejos de la escritura cuya prodigiosa naturaleza reversible parece que nos está señalando la vuelta a casa?

@BorgesJorgeL: Cuando se acerca el fin, ya no quedan imágenes del recuerdo; sólo quedan palabras.
@lfredojramos: Y al final, en el supremo instante fronterizo, sólo el surco de la respiración.

@BorgesJorgeL: La aurora es el reflejo del ocaso.
@lfredojramos: Por eso, a menudo, al amanecer, la Luna se confunde de casa.

@BorgesJorgeL: Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre.
@lfredojramos: Tal vez por eso él se dedicó, entre otras tareas, a pulir lentes: para perseverar en la spinoza necesidad de ver.

@BorgesJorgeL: «Está científicamente probado» es un exordio que indica que lo que se va a oír es mentira.
@lfredojramos: Ergo, acabamos de leer una ... ¿mentira?

@BorgesJorgeL: La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma.
@lfredojramos: Y, sobre todo, vuelve casi infinita o sempiterna nuestra condición de lectores.

@BorgesJorgeL: La sencillez no es nada si no es una modesta y secreta complejidad.
@lfredojramos: Y en sentido inverso: no hay complejidad digna de tal nombre que no tenga en su interior la pepita de la sencillez.

@BorgesJorgeL: Si el espacio es infinito, estamos en cualquier punto del espacio. Si el tiempo es infinito, estamos en cualquier punto del tiempo.
@lfredojramos: Y pese a todo, no somos cualquiera. ¿O tal vez sí?

@BorgesJorgeL: ¿Quién soy yo? ¿Quién es cada uno de nosotros? ¿Quiénes somos? Quizá lo sepamos alguna vez. Quizá no...
@lfredojramos: Todo se aclara cuando logramos comprender, James y Amenábar mediante, que estamos destinados a ser Losotros, ese pronombre definitivo.

@BorgesJorgeL: La solución del misterio siempre es inferior al misterio.
@lfredojramos: Y más aún en los misterios importantes: no tienen solución.

@BorgesJorgeL: Lo divino, lo terrible, lo incomprensible es saberse mortal.
@lfredojramos: Y, muy probablemente, saberlo en ese orden.

@BorgesJorgeL: Ahí está Buenos Aires. El tiempo que a los hombres trae el amor o el oro, a mí apenas me deja esta rosa apagada, esta vana madeja de calles.
@lfredojramos: Y las sombras de los cuerpos que van por sus esquinas abriéndoles caminos a la noche.



Imagen: ejemplar de monarca nuquinegro (Hypothymis azurea), 
ave paseriforme que bien pudiera pasar por modelo del icono de Twitter. 


Foto © Alex Vargas.

domingo, 4 de diciembre de 2016

Dado popsocrático


                              Solo sé que doble o nada.
                              Sé que doble o nada solo.
                              Que doble solo o sé nada.
                              Doble que nada o sé solo.
                              Nada o que solo sé doble.
                              Solo sé que o doble nada.


La frase que mueve el dado es un regalo, vía Twitter, de mi amigo @Al59. El título se inspira en una explicación que hace poco le oí a Luis Alberto de Cuenca, quien se manifestaba conforme con la calificación de «poeta popsocrático» que al parecer le había dedicado su amigo el cineasta José Luis Garci. Todo lo demás corre por cuenta de la música del azar. Y depende, claro está, de los oídos que escuchan el singular e irrepetible roce de los huesos sobre la mesa.

Imagen: Sócrates vagamente warholiano. Tomada de aquí.

domingo, 27 de noviembre de 2016

Palabras para el Agua

He aquí el texto en que se basó mi presentación del libro El agua siempre encuentra su camino, de Alejandro González Terriza, más conocido como Al59 en las redes sociales. El acto se celebró el sábado 26 en la Fundación Concha de Navalmoral de la Mata y contó con la intervención de El Grupo en Ciernes, que cantó con gran sensibilidad algunos de los poemas del libro. Aquí puede verse una referencia del acto en la prensa local. 

Alejandro durante la lectura de poemas. Foto de Minerva Talaván.

Sermón de las Nueve palabras

Aunque no estamos en semana santa ni esto es Valladolid, me ha parecido oportuno organizar mis impresiones sobre el libro de Alejandro que hoy presentamos bajo la forma de un sermón. Me acogeré, sin más explicaciones, al sentido que el término tiene en su acepción latina (donde sermo  vale por “habla”, “conversación”, “palabra”) y al uso que de él han hecho, entre otros autores, el maestro Agustín García Calvo, para considerarlo no sólo pertinente sino reconfortante. El que el sermón sea de “nueve palabras”, y no de tres o de catorce, obedece a un motivo bien preciso: nueve son las partes o estancias (habitaciones) en que se divide este libro cuya estructura Luis Alberto de Cuenca, en el muy elogioso y ajustado prólogo, define como “eneádica”.  ¿Una palabra por apartado, pues? No exactamente, aunque algo de eso hay. De igual modo que, al fondo de todo esto, con sonrisas burlonas o sólo mohosas, acaso nos estén contemplando las Nueve Musas.

1. Emboscada. Bajo su muy ligero, incluso algo escuchimizado, si bien elegante aspecto editorial, El agua siempre encuentra su camino es un libro emboscado y un libro-emboscada. Emboscado, porque al adentrarnos en él, alegres y confiados por su aparente poca espesura, y empujados por la cercanía de su lenguaje, no tardamos en percibir que tras los claros se bifurcan senderos en varias direcciones. Que los nudos en las cortezas de los árboles se multiplican. Que a las palabras comienzan a crecerles ramas tupidas. Y que algunos rincones del bosque de signos incluso resultan algo tenebrosos. Entonces nos asalta la sospecha de que el libro pueda ser una emboscada: una trampa bien urdida cuyo fin principal no ha de ser otro que capturar nuestra atención. De hecho, las nueve partes que forman la estructura del libro están estratégicamente dispuestas para lograr ese efecto. Tienen un orden de lógica narrativa que va desde las poéticas iniciales, a modo de pórtico, hasta la televisiva y algo burlona «Carta de ajuste» final, pasando por las evocaciones de la vida familiar, los juegos de la infancia, los senderos del amor y el desamor, los trazos de la canción (pop) y la tradición (folclórica), el homenaje a los maestros («los Vivientes») y un somero repaso a algunos de los más perentorios asuntos de la res publica. Fíjense hasta qué punto no será emboscado el libro, y su propuesta toda una completa emboscada, que cada una de estas partes bien podría ser un libro en sí misma. De hecho, algunas lo son. Y da la impresión de que todas podrían haber crecido más. Estamos, sin duda, ante una obra de largo recorrido.

2. Juego. De esta palabra me ahorro el comentario. Pronunciarla tan sólo es ya poner las cartas sobre la mesa. La ilustraría de buena gana leyendo el poema o conjuro de la brujas, «Epodo». Aunque, por reflejo del naipe, me conformaré con esta copla: «Objeción sobrevenida,/ la experiencia avisa en vano:/ nadie devuelve la mano/ a quien perdió la partida»,

viernes, 25 de noviembre de 2016

Al59 en Navalmoral

Mañana, sábado 26 noviembre, en la Fundación Concha de Navalmoral de la Mata, se presenta el último libro de poemas de Alejandro González Terriza, El agua siempre encuentra su camino. Será un placer acompañar al autor y a otros amigos en darle la bienvenida a este pequeño gran libro, que ya está dejando un rastro de admiración y entusiasmo entre los que van teniendo la suerte de conocerlo. Quien pueda, no se lo pierda. Aquí una muestra:


CONJUGACIONES

Ahora que soy pequeño como el prólogo de un sueño
y mis zapatos húmedos aprenden a volar,
no quieras ya tirar de la costura del recuerdo,
no vayas a quedarte, como el sol, a medio arder.
No hay nada tan urgente que no sea irremediable
caer en que no puedes pronunciarlo sin mentir.
Es la palabra el único tesoro que persiste:
el lápiz con que puedes dibujar cualquier color.

                                                                      AGT




martes, 22 de noviembre de 2016

Cuaderno Ático, la séptima salida


Desde el pasado 20 de este noviembre invernal está en las redes y sus calles laberínticas el número 7 de Cuaderno Ático, revista de creación literaria que edita Juan Manuel Macías, contra viento y marea y con un poco común manejo de las artes tipográficas. Es un número que ofrece varias horas de intensa lectura a través de poemas (sobre todo), notas diarísticas, prosas y miniensayos, aforismos, traducciones y otros textos de una treintena de colaboradores, entre los que tengo el honor de figurar.

De una primera ojeada y hoje@d@», me han llamado la atención la traducción por Aurora Luque de Sintra, poema en dísticos latinos de la humanista taranconense Luisa Sigea (h. 1522-1560); los poemas tan cercanos y luminosos de Antonio Rivero Taravillo; los haikus y tankas de Sergio Berrocal Sánchez; un envolvente y espumoso texto sobre la cerveza y sus modos de consumo, obra de Juan Manuel Villalba. Y las "hilachas" aforísticas sobre poesía del propio anfitrión.

Especial impacto me ha producido el relato La verdad sobre Odiseo, de Helena González Vaquerizo, un texto de contenido iniciático y cariz autobiográfico que me ha hecho añorar, y de qué modo, una tarde ya lejana en la que estuvimos buscando el laberinto entre los riscos cretenses de Górtis.

Hay más traducciones: del griego Costas Reúsis, por Mario Domínguez Parra, y de la británica nacida en Hong Kong Sarah Howe, por Carlos Alcorta. Se incluye asimismo una semblanza de la poeta granadina Elena Martín Vivaldi por Carmen Canet, Y en la sección «Biblioteca», se da noticia de la aparición de los libros No estábamos allí, de Jordi Doce, y Los nuestros, de Juan Carlos Reche, ambos publicados por Pre-Textos.

En suma, 142 páginas de apetecible lectura, muy adecuadas para transitar con buen pie por los fugaces y casi subterráneos días del otoño.

viernes, 11 de noviembre de 2016

Mr Cohen se despide en otoño

No ha de faltar quien relacione el mutis por el foro que acaba de hacer Leonard Cohen con el triunfo electoral de Trump. Y lo cierto es que no cabe descartar ninguna hipótesis. Aunque bien es verdad que el poeta y cantante canadiense ya había dicho públicamente adiós en una larga y valiente entrevista, que alcanzó una gran resonancia. El elegante y sensible caballero fue un hombre de palabra hasta el final. De hecho, el que puede considerarse su testamento vital y artístico, You want it darker (ver vídeo abajo), explicita con meridiana claridad que ya está listo para emprender el viaje definitivo. En más de un detalle, su despedida me ha traído a la memoria la que hace unos meses hiciera David Bowie con su Lazarus.  De las varias ocasiones en que la figura o la obra de Leonrad Cohen se han asomado a La Posada, rescato ahora, como homenaje más que póstumo intemporal, esta crónica de su actuación en Madrid en el otoño del 2009. Que sigan sonando sus palabras y su música: la íntima e inconfundible forma de decir las primeras, y el singular y sensible modo de convertir la segunda en una de las manifestaciones más creíbles, lúcidas y conmovedoras de la plegaria. Será difícil volver a escuchar ninguna de sus canciones sin que se nos salten, otra vez, las lágrimas. O se nos dibuje, también, una sonrisa. Y, naturalmente, estaremos llorando y riendo por nosotros mismos. Descanse en paz.


Mr Cohen inaugura el otoño
El verano, que me dejó la luz de la música de Irlanda mezclada con viejos sueños infantiles y las voces de sus poetas dando nombre exacto a muchos presentimientos, se resistía a marcharse y amenazaba con prolongar su sugerencia de vida aplazada, cuando el caballero zen y su grupo de artistas prodigiosos vinieron a poner las cosas en su sitio e inauguraron las armonías e incertidumbres del otoño.

Tuve la suerte de asistir la otra noche al recital que Leonard Cohen dio en Madrid y creí comprender definitivamente por qué las melodías susurradas y de apariencia monótona de este irónico, romántico y elegante poeta tienen tanto peso en la banda sonora de muchas vidas (disculpen el tópico pero creo que es justamente así). Y desde hace tanto tiempo: en la mía desde al menos 30 años.

La razón es sencilla: se llama emoción compartida, capacidad de dibujar con aguda precisión los paisajes cordiales de la mente y sus territorios derruidos, de mantener vivo, pese a todo, el instinto de la alegría y el impulso no domesticado para seguir creyendo que alguna forma de felicidad común es posible. A mi entender, el arte de Leonard Cohen se funda en la emoción que nace de la celebración del encuentro de los cuerpos más allá de las trampas que nos vuelven a todos cazadores y presas en esta jungla de espejismos en que se ha convertido el mundo (si es que alguna vez fue otra cosa).
Aunque, según dicen las crónicas, los motivos inmediatos de la vuelta del artista canadiense estén directamente ligados a los problemas financieros surgidos de una traición (al parecer no sólo económica), el completo y generoso repaso que Cohen hizo de su discografía, en una especie de «concierto total», transformó su presencia ante un público apacible y entregado en una ocasión memorable.

Las canciones y la poesía de Cohen, que brotan de una misma fuente, poseen junto a su precioso ritmo envolvente una gran capacidad narrativa. No sólo enuncian estados de ánimo o formulan opiniones sobre esto o aquello. También, y sobre todo, cuentan historias. Relatan diversos episodios, incluidos los más escabrosos o más mitificados, de una extensa peripecia vital en la que el fulgor del deseo, las delicias y las ruinas de la vida en pareja, los claroscuros del compromiso político, la afirmación del espíritu libre, la denuncia de la estulticia o la mirada compasiva sobre la lucha del ser humano enfrentado a sus limitaciones, entre otras muchas experiencias, se plasman en imágenes y melodías iluminadoras sostenidas por un lenguaje vivaz y un tono meditativo que dejan abierta una puerta para que por ella penetre la chispa del humor o el doble filo de la ironía punzante o tierna pero nunca autocompasiva, de modo que el saldo final siempre cae del lado de la inteligencia.

No hay que olvidar, aunque puede resultar un envoltorio engañoso, el matiz litúrgico, de ceremonia sagrada, con que el artista se entrega a la celebración de un arte en el que la música parece nacer desde el interior de las palabras. Esa marcada apariencia de ritual envuelve su actuación en un clima que lo acerca a una experiencia cuasi religiosa. Una “misa profana”, sin mayor (ni menor) trascendencia que la de poner en juego el esfuerzo por vivir la intensidad de los sentidos. Y es quizás este aspecto, que a veces puede parecer un poco sobreactuado, el que hace de Mr Cohen un caballero audaz, un viejo resistente que se arrodilla ante su público (quién sabe si también ante una divinidad inspiradora: la fuente de su sensibilidad) para mejor decir su arte y mostrar que, pese a los estragos de la edad (desvanecimientos, como el de Valencia, incluidos), conserva intacta la capacidad de conmoverse y conmovernos.

Leonard Cohen, en el otoño pleno y elegante de su vida (hoy mismo cumple 75 años), cerrará esta noche en Barcelona (si todo ha ido bien) una gira veraniega que no ha hecho más que aumentar su leyenda. En Madrid, como supongo que haría en los demás lugares donde ha actuado, agradeció al público el haber mantenido vivas sus canciones durante su larga ausencia de los escenarios. Y aunque eso sea verdad, la recíproca no es menos cierta: sus canciones son un recuento fiel e insustituible del puñado de razones y sentimientos que nos mantiene vivos.

Ahora, además, nos vuelven un poco más capaces de encarar con buen pulso las inevitables mudanzas del otoño.

Foto: By Dominique Isserman (tomada del programa del concierto).




Rescatada de los Arcones de La Posada.
Primera publicación: 21/09/2009 a las 21:12.