miércoles, 29 de febrero de 2012

Quadrophenia


Y qué fue de los mods que nunca fuimos?
De qué nos alertaba aquel incómodo gesto desafiante en la cara partida de los rockers?
Cuántas veces cruzamos cabalgando en el humo de nuestra rebelión la cresta acantilada de las playas de Brigthon?
Por qué tiritábamos siempre en el hospicio rapado de nuestra lejanía?
Qué sombras inquietantes se agitaban sobre las pantallas de las noches sin fin?

Nunca logramos entender del todo los mensajes cifrados de estas músicas.
Pero nunca dejaron de llevarnos al fondo de una profunda incertidumbre.

En tiempos de penuria hubo luces que nos hicieron creer en otros mundos.
Ahora que también hemos perdido esta otra fe miramos cara a cara a la fuente de la disolución:
De ese manantial puro aún nos alimentamos.
Y todavía nos sentimos capaces de escarbar debajo de las hojas putrefactas hasta encontrar el brillo del tesoro que escondimos una tarde de jueves o de miércoles raro por bisiesto.

(Esta noche en La 2 proyectan Quadrophenia. Eso es todo).



Para mejor sonido:



Imagen: respuesta de Google ante la petición «Acantilados de Brigthon». Tomada de aquí

martes, 28 de febrero de 2012

Años reunidos


Leo en la prensa de papel la noticia de la muerte de Antonio Pérez Sánchez. El nombre tal vez no diga gran cosa, pero bastará añadir que fue el creador de los «Juegos Reunidos» para que un temblor de  cierta orfandad se apodere de al menos toda una generación de españolitos, la de los nacidos en la década de 1950, acaso la última que pasó una parte importante de su infancia (pongamos que hasta los  9, 10 o incluso los 12 años) completamente ajena a la televisión.

A los Juegos Reunidos, y a otras creaciones de Geyper, que fue la empresa creada por Pérez Sánchez, le debemos innumerables horas de diversión, la mayoría de ellas tirando dados y moviendo fichas sobre sencillos cartones de dibujos coloristas que nos hacían vivir aventuras tan «apasionantes» como las de completar antes que nadie el peligroso Juego de la Oca (curiosamente, vinculado con el Camino de Santiago),  luchar por salir de una mazmorra llena de bichos asquerosos y peligros insondables, o trepar y resbalar por una especie de paralelas gimnásticas hasta alcanzar la altura de un podio..., por no hablar de las largas partidas de parchís, probablemente el juego más popular de todos. 

Estas verdaderas «cajas mágicas», que iban numeradas según la cantidad de juegos que incluían, contenían también un pequeño casino, con su tapetillo verde, su negra ruleta y sus bolitas de acero, que por entonces nos parecía algo completamente exótico. Había también una perinola (o pirindola, en mi jerga familiar) utilizada para decidir la suerte en algunos de los juegos. O las piezas geométricas de un rompecabezas de apariencia sencilla pero capaz de hacer honor a su nombre... Y un largo etcétera que en las cajas mejor surtidas (las de 50 juegos: alguna vez vi alguna en la casa de algún amigo afortunado) podía incluir hasta un ajedrez.

Me entero ahora de que Pérez Sánchez fue también el creador del walkie-talkie, que en mi barrio se consideraba un juguete de niños-bien (no estaba al alcance de todos lo bolsillos), y que mis amigos y yo solíamos sustituir por un fantástico artilugio consistente en unir con un hilo de plástico dos botes de conserva. Como la distancia entre ambos auriculares no era mucha, los mensajes secretos entre espías se oían estupendamente... (y si no, bastaba con  gritar un poco). 

La fábrica Geyper se hizo después aún más famosa gracias al Geyperman, uno de los primeros muñecos articulados, precedente de toda una larga saga de clips, hombrecitos y madelmanes. Pero en esos tiempos mi infancia, al menos cronológicamente, ya se había quedado atrás.

Aunque, a fin de cuentas, nada se pierde. Esta mañana la necrológica del creador de los Juegos Reunidos ha logrado convocar y reunir, en el corto tiempo que he tardado en pasar la página del periódico (un gesto ya casi anacrónico que acaso esté incubando el futuro fulgor de una mañana), unos años y unas sensaciones que vagaban dispersos por los caprichosos cauces de la memoria como momentos náufragos en las aguas del tiempo que nos lleva.

Brujuleando por Youtube he encontrados estos otros «Juegos reunidos», un episodio de Camera Café que tal vez sirva para encauzar el exceso de nostalgia por los caminos terapéuticos de la risa, siempre tan necesaria. 

miércoles, 22 de febrero de 2012

Rubor robot


De un tiempo a esta parte, cuando uno quiere hacer un comentario en algunos blogs de Google, un recuadro precautorio te plantea un reto peliagudo: «Demuestra que no eres un robot».

Inevitablemente, tras tentarme la ropa y mientras siento que mis mejillas se cubren de un rubor metálico, me acuerdo del inicio de Blade Runner, de las impactantes escenas en las que el replicante Leon Kowalski es sometido al test de Turing (ver vídeo).

Y a menudo, también, sobre todo después de ver qué difícil es discernir algunos grafismos y cómo varios comentarios dejados en blogs amigos se han ido por el sumidero de la prueba no superada, suelo quedarme con las ganas de responder de modo parecido a como lo hace el replicante...,  incluida la ráfaga de plomo a discreción.

Si, como se decía antes, la naturaleza copia al arte, cada vez está más claro que las ruedecillas cuánticas de internet se fijan mucho en el cine.

El tema no es menor. Y resulta apropiado, me parece, para este miércoles cinerario. Memento homo...

Imagen superior tomada de la web de la Universidad de Arizona.



martes, 21 de febrero de 2012

«Aldeanos del instante»


Tomo el título de este post, y la incitación para escribirlo, del artículo que el filósofo Manuel Cruz publica hoy en El país-papel. En él describe, tomando pie de una nota de Eliot, el empobrecimiento cultural que puede suponer la esclavitud de las nuevas tecnologías, en especial el imperio de las redes sociales, que nos incitan a estar siempre conectados a las ubres de la realidad social o, por mejor decir, al goteo de las últimas ocurrencias, sin parar mientes en cuán estúpidas puedan ser.

Lo pensaba anoche mismo al comprobar de nuevo la importancia que muchas personas, incluidos algunos señeros representantes de lo que hasta ayer solía denominarse «líderes de opinión» (una categoría hoy más bien escurridiza), conceden a Twitter, Facebook y otros tamtanes de la tribu cuyo uso, como ya intuyera McLuhan con clarividente precisión terminológica, aunque en un sentido algo diferente al que emplea Cruz, está convirtiendo el mundo en un aldea global.

Frente a las redes sociales, o junto a ellas, la cuestión comunicativa fundamental sigue siendo la conexión con uno mismo: qué hacemos con nuestra conciencia, cómo podemos seguir en la lucha por lograr el equilibrio que nos permita estar en el mundo de forma plena, recauchutando sin cesar la tentación de la ausencia y aprendiendo a convivir cada día un poco más con el descrédito a que se ve sometida de continuo nuestra identidad. Y con la paradoja, además, de que es esa misma identidad puesta en cuestión la que nos exige un esfuerzo de lucidez que, en su despliegue como ejercicio necesario e inaplazable (bueno, puede aplazarse, pero no sirve de nada), acabará conspirando contra nosotros mismos.

En tales condiciones, frente a los múltiples asedios de tantos mentideros como nos salen al paso y ante la carencia cada vez mayor de fuentes no contaminadas, tal vez no sea descabellado darle un margen de confianza a nuestra intuición, pensar que de su mano seremos capaces de caminar por la piel erizada de los días sin llegar a perder el sabor fuerte de la vida ni el reflejo de esa luz del fondo que acaso sea el único señuelo capaz de conducirnos de forma sosegada por entre los hitos que señalan la senda segura de la extinción.

Imagen superior: Fuente pública en Compostela. Foto AJR, 2010.

jueves, 16 de febrero de 2012

Los Goya... 1X2

Las cuatro grandes favoritas a los Goya suman 50 candidaturas. 

Ya están aquí de nuevo los premios Goya. La cosecha 2011 de películas made in Spain, aunque más floja que en años precedentes, no ha sido mala. Sigue faltando esa «obra redonda» capaz de aunar calidad y éxito de público, una conjunción que parece cada vez más improbable (a no ser que a Santiago Segura, para variar, le dé por esmerarse un poco a la altura de Torrente 2020).

De cara a los premios, y tal como las candidaturas permiten suponer, intuyo que puede ser «un año Almodóvar». No creo que los académicos, y menos después de las recientes reconciliaciones, estén dispuestos a llevarle la contraria a una opinión internacional que se está rindiendo ante La piel que habito, a mi juicio una película fallida, pese a su impecable factura técnica y sus momentos de belleza convulsa, pero también con inverosímiles caídas de tono y unas pretensiones de honduras que no siempre logran ir más allá de la epidermis.

Dos de los mejores filmes del 2011 corresponden a géneros con escasa tradición en nuestra cinematografía, la ciencia ficción y el western. Al primer apartado pertenece Eva, el notable debut como director de Kike Maíllo (ya he hablado de ella en este blog). Como una nueva y renovada muesca en la gran tradición del cine del Oeste, y en concreto dentro de eso que se ha dado en llamar el «western crepuscular», cabe considerar con toda justicia Blackthorn. Sin destino, de Mateo Gil: para mi gusto, es la mayor sorpresa de la temporada en cuanto a cine español se refiere.

Junto a estos títulos destaca también la trepidante y poderosa No habrá paz para los malvados, un thriller policiaco de Enrique Urbizu que cuenta, entre sus varios méritos (entre los que no incluiría el fatigoso título), con una interpretación magistral de José Coronado, sin duda el culmen hasta ahora de un tipo de papeles exigentes que el cada vez más maduro actor viene encarnando con creciente perfección.

Y, en fin, otros títulos de los que he podido ver que me parece que no deben quedar sin mención, por diversos motivos, son Primos, una especie de Opera prima para quienes comienza a alejarse veloces (¡y no saben cuánto!) de la treintena, y Katmandú, un espejo en el cielola sensible aunque algo tópica aventura nepalí de Icíar Bollaín. Aún no he visto La voz dormida, otras de las grandes favoritas, con nueve opciones de premio; naturalmente, cuento con ella para mi quiniela en los apartados en que creo que puede tener especial peso.

Aquí dejo mi apuesta, una mezcla de gustos personales y de cálculo de posibilidades. No será fácil elegir bien las dianas, pero por no arriesgarse que no quede. 

El desierto de sal de Blackthorn, nunca el Oeste fue tan blanco.

☻ Mejor película: Pienso que ganará No habrá paz para los malvados, sobre todo si, como creo, Almodóvar se lleva el Goya a la mejor dirección. Aunque si de mí dependiera el Goya más importante sería para Blackthorn, por la valentía de su apuesta y porque contiene algunas de las escenas de mayor belleza de cuantas he visto este año en una pantalla: unas secuencias rodadas en el desierto de sal boliviano que bien merecen pasar a la historia grande del género.

Mejor dirección: Pedro Almodóvar, por La piel que habito. Me parece la apuesta más segura, desde un criterio realista, aunque tal vez podría disputarle el premio ☻ Enrique Urbizu por No habrá paz para los malvados. Yo le daría este premio también a Mateo Gil por la osadía de su western.

Mejor actriz protagonista: Verónica Echegui, por Katmandú, un espejo en el cielo. La última película de Icíar Bollaín, tan tardíamente estrenada, tiene uno de sus puntos fuertes en el trabajo de sus dos actrices principales. Yo creo que a la Echegui, cuyo papel más conocido hasta ahora es el de Yo soy la Juani  (2006, de Bigas Luna), le puede favorecer el hecho de que también figure en el reparto de otra película destacada del año, Verbo (que aún no he visto, pero no tardaré). En todo caso, soy consciente de que es una apuesta muy arriesgada en una categoría en la que la clara favorita es ☻ Elena Anaya, la última “chica Almodóvar” (la última si no se tiene en cuenta a Bárbara Lenni, que también tiene un pequeño pero no irrelevante papel en La piel…, quién sabe si anuncio de futuros trabajos).

Mejor actor protagonista: Antonio Banderas, por La piel que habito. No creo que los académicos se atrevan a dejar fuera del palmarés al más hollywoodense de los actores españoles (con Bardem al quite). Sin embargo, no acabó de convencerme la pose fría y pretendidamente diabólica que Almodóvar le exigió en su interpretación del cirujano Robert Ledgard. Mi favorito para este premio sería, sin ninguna duda,  José Coronado, pero me sorprendería mucho fallar la apuesta.

Mejor guion original: Woody Allen por Midnight in Paris. ¿Se puede permitir el Goya despreciar la posibilidad de incluir directamente en su palmarés el nombre de Woody Allen? Lo cierto es que una peli del director neoyorkino ya consiguió el premio a la mejor película europea en los Goya de 2005, Match Point, que era una producción inglesa. El hecho de que su última película, tal vez un “Allen menor” pero de inconfundible estilo “woodyniano”, sea una producción española explica su presencia como finalista en este apartado, aunque esta encantadora historia parisina fue seleccionada como candidata en otras 13 categorías. Yo supongo que ni a Urbizu ni a Miguel Barros (guionista de Blackthorn) ni al equipo que firma el guion de Eva, sus rivales, les importará que la Academia tenga un detalle con el maestro.

¿Y dice usted que me quieren dar el Goya?
Mejor guion adaptado: Benito Zambrano e Ignacio del Moral, por La voz dormida. Apuesto por la lectura que Zambrano y Del Moral han hecho de la exitosa obra de Dulce Chacón pensando, sobre todo, en que uno de los puntos más discutibles de la película de Almodóvar, también candidato en este apartado, son los costurones añadidos a la novela Tarántula, del francés Thierry Jonquet.

Mejor actriz de reparto: sin criterio. No he visto ninguna de los títulos que compiten en esta categoría. Pero como la cosa va de quiniela, con mucho gusto pongo la cruz en el casillero de Maribel Verdú, por su papel en De tu ventana a la mía.

☻ Mejor actor de reparto: Lluís Homar, por Eva. Su interpretación del robot Max, uno de los personajes mejor y más originalmente delineados en la película, es excelente. Pero tendrá una fuerte competencia tanto por parte del emergente Raúl Arévalo (Primos) como de Juanjo Artero (No habrá paz para…), que consolida una carrera dramática en terrenos bien alejados de aquel inagotable Verano azul de su  infancia.

Lluís Homar, un robot altamente sensible en Eva.

☻ Mejor actriz revelación: María León, por La voz dormida. Aquí me guío por el runrún medioambiental. Pero debo subrayar que Michelle Jenner hace un papel muy destacable en No tengas miedo, un valiente y oportuno filme de Montxo Armendáriz que discurre por caminos cercanos al docudrama para tratar el tema de los abusos sexuales en el seno de la familia. 

Mejor actor revelación: José Mota, por La chispa de la vida. El primer trabajo serio (y difícil) del más exitoso cómico del momento es de lo poco salvable que ofrece el último y escasamente personal trabajo de Álex de la Iglesia, rodado en el teatro romano de Cartagena. Me parece que la merecida fama conseguida por Mota en la pequeña pantalla le va a ayudar a imponerse. Su interpretación en la película, meritoria y acaso modulada en el espejo del Bardem de Mar adentro (por similitud de inmovilidades), es irregular, aunque destaca muy por encima de los disparates que a su lado perpetran Selma Hayek y, sobre todo, Juan Luis Galiardo.

☻ Mejor dirección novel: Kike Maíllo, por Eva. Me remito a lo ya dicho.

☻ Mejor música original: Alberto Iglesias, por La piel que habito. Yo diría que es un fijo. No hay que olvidar que es también candidato al Oscar por la banda sonora de El topo.

Mejor dirección de producción: Toni Carrizosa, por Eva.

☻ Mejor dirección de fotografía: Juan Antonio Ruiz Anchía, por Blackthorn. Los alucinados fotogramas reverberantes del desierto de sal boliviano por sí solos merecen el premio (con  permiso de la «luz fría» de José Luis Alcaine en La piel…).

Y para completar la quiniela (o pleno al 25, sin contar los cortos):
☻ Mejor canción original: sin criterio, apuesto por la «Nana de la hierbabuena» de La voz dormida.
☻ Mejor montaje: Pablo Blanco, por No habrá paz para los malvados.
☻ Mejor maquillaje y/o peluquería: Soler-Martí-Carretero, por La piel que habito.
Mejor dirección artística: Antxón Gómez, por La piel que habito.
Mejor diseño de vestuario: María José Iglesias García, por La voz dormida.
☻ Mejores efectos especiales: Balseiro-Castells, por Eva.
Mejor sonido: Marín-Orts-Gutiérrez, por La piel que habito.
☻ Mejor película de animación: Arrugas, dirigida por Ignacio Ferreras.
☻ Mejor película documental: Garzón (y tal vez no por méritos estrictamente fílmicos).
☻ Mejor película hispanoamericana: solo he visto la discreta Un cuento chino. Apuesto por ella en honor a Darín.
☻ Mejor película europea: The artist, un delicado y por momentos brillante ejercicio de estilo que, en mi opinión, no llega a ser esa «obra maestra» que muchos pregonan: le falta una historia verdadera que contar, lo fía todo al homenaje y el manierismo. Entre los finalistas de este apartado echo de menos Un método peligroso.

Y esto es todo, amigos. El próximo domingo 19, a partir de las 22 h, las respuestas.
Alea iacta est.

☻ Aciertos ☻ aproximaciones


martes, 14 de febrero de 2012

CqA*

Soneto mínimo para Antoni Tàpies, 
in memóriam.
                                             
                                              Le
                                                  di
                                                      mi
                                                          fe.
                                                            ¿Qué
                                                          vi
                                                      si
                                                 sé
                                         que
                                              no
                                                  me
                                                       ve?
                                                    No
                                                    sé.

*CqA: Credo quia absurdum.

Imagen: Tàpies, Forma negra sobre cuadrado gris, 1960.
Fundació Antoni Tàpies, Barcelona.

lunes, 13 de febrero de 2012

Don Germán


La inesperada muerte de Germán Sánchez Ruipérez, uno de los más importantes empresarios editoriales españoles del último medio siglo, creador de la editorial Anaya y de la Fundación que lleva su nombre, me provoca tal catarata de impresiones y recuerdos  que no tardo en sentirme atrapado en el nido de una flagrante paradoja: el nombre de alguien a quien apenas vi en media docena de ocasiones y con el que solo intercambié, una sola vez, unas palabras banales en un pasillo ocupa un lugar destacado en mi memoria, tanto en el remoto pasado como en las últimas décadas y en el presente.

Cuando en un día de hacia 1966, en una fría mañana de otoño, acaso ya de invierno, adquirí en la librería Cervantes de Salamanca, muy cerca de la Plaza Mayor, una edición del Poema de Mio Cid en la colección «Odres Nuevos», desconocía que ese establecimiento pertenecía a la familia de quien por entonces ya había fundado la editorial Anaya, en la que se había publicado el libro Cómo se comenta un texto en el bachillerato, una obra que fue decisiva en la formación de muchos estudiantes de entonces para valorar la literatura como algo más que un agradable pasatiempo.

Y naturalmente estaba lejos de sospechar que uno de los autores de ese libro, Fernando Lázaro Carreter, aparecería en mi vida profesional muchos años después, en el año 1992, precisamente en el seno de la editorial Anaya, al encargarme de la edición de algunos de sus libros de texto de literatura para bachillerato, entre ellos el último de la saga de los manuales que se había iniciado casi cuarenta años atrás y que, en esta ocasión, estaba escrito en colaboración con Vicente Tusón. 

Desde esas fechas hasta la actualidad he venido colaborando con diversos sellos y en numerosos proyectos de la editorial Anaya. Una empresa cuyo destino, curiosamente, acabó siendo el mismo que el de la editorial en la que me inicié en el mundo de la edición (Salvat): ambas son ahora, y desde hace ya años, propiedad de la multinacional francesa Hachette.

Pero la estela de don Germán Sánchez Ruipérez no desapareció de mi realidad profesional con esos cambios. De hecho, en los últimos diez años he colaborado (lo sigo haciendo) con la página web del Servicio de Orientación de Lectura (SOL), dependiente de la Fundación que lleva el nombre del editor salmantino. Así que, si me paro a pensar, no hay época de mi vida en la que ese nombre no haya estado bien presente en mi circunstancia escolar o profesional. 

Hoy se lo decía a una amiga que ha tenido una experiencia similar: en casos como estos, además de hacerle llegar a la familia y amigos del desaparecido nuestra sincera condolencia, también nosotros mismos deberíamos de darnos el pésame. De una extraña manera, que tal vez podría explorarse en una distendida conversación entre amigos y colegas, somos hoy muchos los que con la desaparición de don Germán no podemos por menos que sentirnos huérfanos. 

Descanse en paz.
Imagen tomada de abc.es.