miércoles, 15 de septiembre de 2010

Pronombres

                                                                                                                                          
Para poner la mano sobre el fuego
preciso es que tus ojos estén cerca.
El vicio de mirarte es mi más terca
costumbre y mi más preciado juego.

Nunca puedo dejarte para luego
ni perderme o extrañarte. Mi voz cerca
con sentidos no usados lo que acerca
de los tuyos la luz dice en sosiego.

Ya solo seré real mientras me quieras,
tu libertad hará verdad la mía,
mi nombre es Nadie y ese que tú sabes.

Atrás quedaron fuertes y fronteras.
Vente al recreo, que aún no acaba el día:
eras la casa, yo escondía las llaves.

(Lectura cómplice del disco de Festos 
mientras canta con monótona alegría 
el grillo de la perseverancia.)





Imágenes
Superior: Fragmento del Disco de Festos, una sugerente y controvertida pieza arqueológica aún indescifrada. Fue hallada (¿o inventada?) entre las ruinas del palacio de Festos, en Creta, en 1908.
Inferior: Diosa de las serpientes, probable representación de una diosa minoica cuyas imágenes más conocidas, datadas hacia 1600 a.C, fueron halladas en el palacio cretense de Cnosos.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Lope, la peli


Este Lope de Lope apenas tiene
la trama teatral de sus primeros
amores, con sus lances pendencieros
de pasión, genio y burla. Y se entretiene,
con tino impar, en evocar el pene-
trante don del poeta, sus ligeros
versos de oro, sobre un rumor de aceros
capa y espada al fin que va y viene.
La historia pinta bien: buen vestuario,
rica la ambientación, guión discreto
y un gran plantel de actores bajo el foco.
Pero hay algo..., no sé..., deficitario:
como cuando le falla un pie al soneto,
esta peli de Lope cojea un poco.

(Y no deja de ser una tragedia
que apenas haya humor en el retrato
de quien, con su Arte nuevo, dio al teatro
español la verdad de la comedia.)


Imagen superior::
Un momento del rodaje de Lope. Fotografía tomada del blog De Cine y Series.


jueves, 9 de septiembre de 2010

Dado












La noche de los últimos silencios.
Los últimos silencios de la noche.
De la noche, los últimos silencios.
De los silencios últimos, la noche.
Noche, la de los últimos silencios.
Últimos, los silencios de la noche.

(Un coup de dés...)



Imagen: Nocturno Liverpool: Fly in the Loaf. © AJR

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Un maestro de la conversación


La desaparición del periodista Joaquín Soler Serrano, fallecido el día 7 de septiembre a los 91 años, viene a suponer la definitiva despedida y cierre de un tipo de “espectáculo televisivo” que hace ya tiempo que quedó relegado en las cada vez más clónicas programaciones de la pequeña pantalla, tanto que su existencia llega a parecernos cosa de la prehistoria, o incluso mera quimera. Y sin embargo fue una auténtica “edad de oro” en la que aún era factible hacerse ilusiones acerca de las posibilidades culturales y educativas de la televisión. Que las sigue teniendo, claro, y las muestra cada día. Sólo que con una irresistible tendencia hacia lo ínfimo como máxima y al basureo como técnica.
Como es sabido, el periodista y locutor murciano, un todoterreno de la radio educado en la misma escuela que Bobby Deglané, Federico Gallo o José Luis Pécker, dirigió y presentó en TVE el programa de entrevistas A fondo, auténtica rara avis de la historia de la televisión en España y cuyo valor como documento cultural es incalculable. Por él pasaron, a lo largo de sus cinco años de emisión (1976-1981), alrededor de sesenta personalidades de diferentes campos de la cultura, encabezados por nombres tan destacados como los de Jorge Luis Borges (en dos ocasiones), Alejo Carpentier, Julio Cortázar, Octavio Paz, Josep Pla, Álvaro Cunqueiro, Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti, Arturo Uslar Pietri, Rafael Alberti, Manuel Puig, Camilo José Cela, Manuel Mújica Laínez, Mario Vargas Llosa o Eugène Ionesco (la lista, no sé si completa, de personalidades y que no sólo incluye escritores, puede verse en esta página enlazada a la parca entrada que la wikipedia dedica al periodista).
Desde el punto de vista mediático, el reconocimiento social de los autores del «boom hispanoamericano» en buena medida se debió a estos programas, que desempeñaron entre nosotros un papel similar al que el famoso Apostrophes, de Bernard Pivot, tuvo en la televisión francesa (se emitió en Antenne 2 desde 1975 a 1990). Aunque no todas las entrevistas de A fondo tienen el mismo interés, muchas de ellas pueden considerarse documentos de primera mano insustituibles para un acercamiento al personaje en cuestión. Y en algunos casos (Borges, Pla, Paz, Rulfo, Dalí...) bien pueden ser valoradas como piezas que ya ocupan un lugar de referencia en la bibliografía básica de los entrevistados.
Diálogos de largo alcance
La austeridad y seriedad, pero también el entusiasmo, con que el maestro Soler Serrano rodeaba sus encuentros eran el escenario ideal para entablar un diálogo de largo alcance en el que, por lo general, el periodista conseguía crear el clima idóneo para que el personaje pudiera sacar lo mejor de sí mismo. O su ser más auténtico, que también podía incluir lo peor. Ello era posible merced a una preparación verdaderamente a fondo de las entrevistas, una especial intuición para conducir la deriva de la conversación hacia terrenos significativos y una claridad a la hora de plantear las preguntas no exenta de profundidad. Qué diferencia frente a tanto ejercicio onanista y narcisoide como se ha perpetrado después en la pequeña pantalla bajo la vitola de “programa cultural”.
Una de mis diversiones favoritas en mis subidas a la Red es perseguir, a través de YouTube o de Google, estas piezas maestras, algunas de las cuales (tal vez una veintena) pude ver en el momento de su emisión. Varias de ellas por fortuna han sido reeditadas en vídeo y deuvedé. Cabe pensar que Radiotelevisión Española algún día facilitará un acceso completo a ese material en su web. Hay muchos momentos memorables en esas conversaciones. En más de una ocasión he estado a punto de colgar en este blog fragmentos de ellas. No lo he hecho porque me parece que las entrevistas deben verse/oírse completas y su duración suele sobrepasar la hora y media de reloj.
Hoy, como homenaje al maestro, cuelgo aquí un fragmento de la memorable conversación con Josep Pla, una de las más jugosas. El escritor ampurdanés, tras afirmar que “yo soy de un país donde el gracejo es escaso”, no deja títere con cabeza en sus opiniones, habla con una libertad que llega a resultar irreal (a veces parece no ser consciente de que está siendo grabado) y se muestra tal cual debía de ser. La impresión que se tiene es la de estar fisgando en su “cuaderno gris” en el propio momento de su escritura, sin ninguna corrección ni, por supuesto, maquillaje. A Soler Serrano, desde ese segundo plano en que sabía ponerse, se le siente disfrutar verdaderamente de la entrevista. Una sensación que se repite con otros muchos personajes. Y que añade al interés de las declaraciones el gozo de comprobar cómo se cumple en este caso la conocida máxima de Bernard Shaw que define como dichoso a aquel que tiene una profesión que coincide con su afición.
Quién sabe si a estas horas, en algún punto de la galaxia o en algún hipotético lugar de espacio sin espacio y del tiempo sin tiempo, el maestro Soler Serrano no estará mano a mano con alguno de sus entrevistados, incluso frente a un corro de ellos, en una larga, interminable, deliciosa charla sin principio ni fin…
Gracias, maestro, por el arte de conversar.
Fotografía de Joaquín Soler Serrano tomada de Prodavinci.

martes, 7 de septiembre de 2010

Fe de etarras

El comunicado de ETA ofreciendo una tregua, con su sinuosa lengua de serpiente (no en vano el símbolo heráldico de la banda representa un ofidio enroscado en un hacha), ha suscitado, junto a las condenas políticas por fin casi unánimes y los habituales exabruptos, un buen número de análisis lingüísticos. Este hecho acaso esté poniendo de relieve un salto cualitativo en la percepción del terrorismo etarra, enfocado ahora, no por vez primera pero sí en primer plano, como lo que también verdaderamente es: un grave, trágico, inacabable problema de lenguaje.

No se trata ya solo del énfasis enfermo que la retórica abertzale, como otros dogmas ideológicos que banalizan la muerte, pone en palabras como “libertad”, “derecho” o “patria”, para levantar sobre ellas la coartada que permite convertir en “ajusticiamiento” o “legítima defensa” lo que en realidad es "crimen", "asesinato", "cobardía letal" o cualquiera otra de las ignominiosas variantes en las que se concreta el ejercicio del terror. Es también la contradicción palmaria entre lo que se dice y la manera de decirlo.

Como ha subrayado Miguel Ángel Aguilar en perspicaz artículo, a la vista del último comunicado de la banda, detalles como un infrecuente uso correcto del subjuntivo (forma verbal en peligro de extinción), o el hábil trasiego entre fórmulas impersonales del singular y del plural, ponen de manifiesto un dominio autodeterminante del español que avalaría la posibilidad de que el idioma original del documento fuera el castellano; es decir, la herramienta fundamental del supuesto enemigo.

Intuición que también comparte, en su carta al director de El País, Pedro Provencio, en este caso partiendo de la «fonética perfectamente española» con que la lectora del comunicado pronuncia el euskera.

Son aspectos que pueden parecer meramente circunstanciales, mas no por ello menos dignos de ser tenidos en cuenta. Porque, acaso mucho más que el propio mensaje, están evidenciando algunas novedades, cierto cambio de papeles en la cabeza del engranaje terrorista, o, quién sabe, síntomas de duda en el cada vez más diezmado bastión de la «fe de etarra», ese credo que tanta muerte y confusión ha sembrado entre nosotros durante tantos años.

Puestos a creer en el valor de los juegos de palabras, la única propuesta escrita u oral que cabría desear por parte de ETA y su ecosistema venenoso sería una completa «fe de erratas» de su historia criminal, admisible eufemismo si, en el hipotético documento final que contuviera tal adenda, junto a cada muerte y dolor causados figurara una expresa petición de perdón por el desvarío y el empecinamiento. Pero eso es, ya lo tenemos visto, pedir peras al olmo. O, acaso con mayor propiedad, puritas nueces al árbol de Guernica, que como es sabido es un roble.

La derrota de ETA ha de ser también una victoria de la capacidad de las palabras para designar con veracidad el mundo.

Viñeta de Manel Fontdevila. La he tomado del blog Mi laberinto carrrusel.

domingo, 29 de agosto de 2010

Líos de radio


La radio siempre ha sido mi medio de comunicación favorito. Y lo sigue siendo. Yo soy aquel chiquito que, aún muy pequeño, temblaba con las maldades tramadas por el sibilino Hombrecillo Mis, en las aventuras del Inspector X. El que reía con las travesuras de Periquín, siempre culminadas con el lloroso “nene, pupaa, noooo”. Y el que sufría solidariamente con las desgracias ajenas para las que con tanto énfasis como éxito solía pedir ayuda Alberto Oliveras al frente del equipo de Ustedes son formidables. E incluso el que a continuación escuchaba, aunque ya algo aburrido, El consejo del doctor, programa que seguía con gran interés mi hermano Manolo.

Por aquella época, las tardes de los domingos siempre tenían en mi casa como sonido de fondo la melodía chillona de Carrusel deportivo, al que mi padre era muy aficionado. Las voces de Vicente Marco, elegante y llena de matices, y la de Juan de Toro, con un estilo entre castizo y desfasado, aún suenan en mi memoria en medio de una catarata de alineaciones, resultados del «marcador simultáneo dardo», signos de la quiniela, gritos de ¡goool! (me parece que no tan exagerados como ahora) e invitaciones reiteradas a tomar una copita del anís cuya «presencia siempre agrada» (raro eslogan, ahora que lo pienso).

También por influencia paterna era (lo sigo siendo aunque a cierta distancia) forofo del Athletic, entonces llamado Atlético de Bilbao, de modo que esas voces se unía especialmente la de Antonio de Rojo, el periodista que informaba desde el estadio de San Mamés y al que tantas emociones, de uno y otro signo (más bien del otro), le debíamos en casa. Cabe imaginar mi alegría no exenta de sorpresa, cuando años más tarde, hacia 1974 y ya en Madrid, fui compañero de curso en la facultad de ciencias de la información de uno de sus hijos, el también periodista Juan Carlos de Rojo, con el que en aquellos años me unió una gran amistad y con el que compartí, además, unas cuantas peripecias durante el año en que ambos residimos en el mismo colegio mayor.

Juan Carlos medió por su cuenta y riesgo para que su padre, en una de sus retransmisiones dominicales, enviara un saludo muy especial por las ondas a la «afición talaverana del Athletic, encabezada por Antonio Ramos», un gesto que puso muy contento a mi padre y que yo le agradecí al admirado periodista en una emotiva conversación telefónica. Tanto Antonio de Rojo como mi padre hace ya tiempo que fallecieron. Esta pequeña anécdota los sigue uniendo en mi memoria.



Guerra en las ondas

Pero basta de evocaciones. De lo que fundamentalmente quería ocuparme en este articulillo es del apasionante duelo radiofónico con el que se ha abierto la nueva temporada futbolística, después de que buena parte del equipo de Carrusel deportivo, líder indiscutible durante muchos años de la radio comercial en España, haya abandonado en grupo la Cadena Ser y haya fichado por la Cope para ocuparse, con el mismo espíritu juguetón y la consabida fórmula carruselera, del programa Tiempo de juego. El asunto está en todos los medios, así que me ahorraré detalles.

Pero sí creo oportuno destacar, porque me parece que desde el punto de vista informativo es relevante, el hecho de que la operación, al margen de los motivos personales de los profesionales que hayan podido desencadenarla, supone un cambio drástico en la política informativa de la cadena perteneciente a la Conferencia Episcopal o al menos en su estrategia. Tras deshacerse de Jiménez Losantos y César Vidal, que con sus excesos oratorios destinados a cultivar todo tipo de bajas pulsiones patrióticas habían sostenido la clientela de la emisora, parece claro que la llamada «radio de los obispos» apuesta ahora por el fútbol como argumento único (o casi) de salvación.

El envite encierra sus riegos y habrá que estar muy atentos a su desarrollo porque puede introducir cambios importantes en el panorama mediático del país, sometido como está, además, a la revolución internáutica, un verdadero tsunami cuyas consecuencias aún nadie se atreve a pronosticar. De hecho, los nervios con que la Cadena Ser ha respondido a los últimos movimientos y maniobras de la Cope indican cierta percepción de que su liderazgo en este campo, el de los programas deportivos del fin de semana (que son, no lo olvidemos, el segmento más importante desde el punto de vista publicitario), puede estar en peligro. Y los modos cercanos a la competencia desleal y la bravuconería con que algunos profesionales se han enzarzado en la pelea evidencian que se ha declarado una guerra sin cuartel. ¿En qué quedará todo? Habrá que permanecer atentos a las ondas.

Imagen superior © GonchoA (Gonzalo Andrés), tomada de su galería en flickr.

sábado, 28 de agosto de 2010

Algunos nombres de Liverpool

Liverbird. Hay historiadores y poetas, más de los segundos que entre los primeros, que sostienen que Liverpool en realidad debería llamarse Liverbird. El liverbird o pájaro liver [léase “laiver”], que no se alimenta necesariamente de vísceras, es el símbolo máximo de Liverpool, algo así como la representación del espíritu emprendedor y libre de sus habitantes. Probablemente se trate de un cormorán, aunque no está del todo claro. Algunos opinan que es una especie poco común de águila. Aparece representado en diversos puntos de la ciudad. Pero sus efigies más conocidas son las que coronan el Royal Liver Building, edificio señero de Liverpool situado a pie de puerto y visible casi desde cualquier punto. Dos de sus torres están rematadas por sendos liverbirds, uno mirando hacia la anchurosa desembocadura del Mersey, el otro hacia las cúpulas urbanas. Y los dos baten sus alas con ímpetu, como si estuvieran a punto de echarse a volar. Fuertes cables de acero impiden, presumiblemente, no tanto la hipotética fuga como los efectos no deseables de una ráfaga de viento o un temporal. Pero quién sabe. La leyenda sostiene que el día que los pájaros Liver alcen el vuelo, Liverpool dejará de existir.

Liverport. Liverpool también podría llamarse con total propiedad Liverport. Su puerto, encabezado por el Pier Head, o muelle principal, no sólo ha sido vital en el despegue moderno de la ciudad, desde finales del siglo xix, sino que reúne buena parte de sus atractivos actuales, tanto desde el punto de vista cultural como lúdico. Con ocasión de la capitalidad cultural europea de 2008, toda la zona portuaria fue remodelada y aún se encuentra en plena reconversión, con obras en marcha tan importantes como el nuevo Museo de Liverpool, un llamativo “barco cubista” cuya función es la de articular las distintas instalaciones del Albert Dock, o el que será el rascacielos más alto del Reino Unido. En este espacio, en edificios históricos de cálida arquitectura industrial, se encuentran tanto el Merseyside Martitime Museum (una de sus plantas acoge el estremecedor Museo de la Esclavitud) como la sucursal en la ciudad de la Tate Gallery. En otro punto del mismo muelle, en el antiguo Britannia Pavillon, está el museo dedicado a la historia de los Beatles, The Beatles Story, que tiene un complemento en el nuevo edificio de la estación portuaria.
Liverbeat. Y Liverpool, claro, podría llamarse perfectamente Liverbeat (o Beatlespool , con acento jungiano). La presencia de los Fab(ulosos) Four, sus espacios biográficos y la topografía de sus canciones, salen al paso en muchos puntos de la ciudad, y la senda Beatles es el itinerario más común para las visitas organizadas, bien sea en la versión Magical Mistery Tour, con la colorida compañía del Sargento Peppers, bien en el más llamativo y primitivo Yellow Duckmarine Tour, a bordo de un patizambo autobús anfibio que añade al paseo urbano una breve travesía marítima para apreciar la impresionante línea costera (sólo por contemplar el Waterfront de Liverpool merece la pena el viaje).
En todo caso, el núcleo central del recorrido en pos de la memoria de los Beatles bien puede hacerse a pie, aunque espacios de tanta resonancia como Strawberry Field (ante su verja será preciso jugárselo todo al 59) o el área de Penny Lane, así como los espacios familiares de los miembros del grupo, quedan en barrios más o menos alejados del centro. No hace falta ser un beatlemaníaco para disfrutar de la búsqueda de rincones como The Cavern, el punto de partida de la aventura, y de toda la zona de Matthew Street y calles adyacentes, conocida como Cavern Walks, donde precisamente en estos días finales de agosto se está celebrando, como todos los años, la Beatles Week, un festival de música que reúne a grupos de todo el mundo. Por cierto, en él volverán a participar este año, como únicos representantes españoles, Los Escarabajos, el veterano y varias veces renovado conjunto que lleva a cabo imitaciones más que notables del cuarteto liverpuliano y de algunas de sus más conocidas actuaciones, aunque sea cambiando la terraza londinense de la Apple por una azotea sevillana al pie de la Giralda (bien pudiera ser la de la vieja casa de mi añorado amigo Vicente Tortajada, en Placentines). A las pruebas me remito.
Livercave. Por lo que se refiere a The Cavern, el descenso a sus entrañas es obligado, pese al calor sofocante, que por otro lado ayuda a la ensoñación. Aunque del club original apenas queda nada, ni siquiera está exactamente en el mismo sitio, el espacio reconstruido, con sus tres pequeñas naves separadas por arquerías a modo de templo pagano o catacumba, transmite bien lo que debió de ser la atmósfera de aquellos bulliciosos años sesenta recién estrenados: digamos que se nota la presencia del “dios del lugar”.
Al fondo del espacio central un pequeño escenario acoge de continuo a grupos o solistas que por lo común interpretan, con mayor o menor fortuna, el repertorio clásico del grupo, que así es homenajeado casi de forma ininterrumpida en el espacio que le vio nacer. The Cavern probablemente sea, como dice su publicidad, «el club más famoso del mundo». Un verdadero santuario que recibe continuas peregrinaciones. De sus muros cuelgan numerosas reliquias en forma de guitarras, carteles de conciertos históricos, discos, fotografías firmadas… lo dicho: reliquias. Y no estorba mucho, más bien al contrario, que el fervor más o menos religioso que a uno se le despierta se vea en ocasiones enfrentado al temblor de la falsificación. Como ocurre tanta veces.
Livermore… Liverpool tiene otros muchos nombres. Está, por ejemplo, el de Liverchurch, con sus dos monumentales y extrañas catedrales (una anglicana, la otra católica), a las que hay que añadir las ruinas okupadas de la iglesia de San Lucas y los sonoros perfiles de San Nicolás.
Ruinas de la iglesia de San Lucas.
Sin olvidarse de Livermuseum, que, además de las instituciones ya citados, cuenta con las valiosas colecciones de la Walker Art Gallery, de visita gratuita (como el resto de museos municipales, ¡como debe ser!). Ni del Livershop, sin duda el más extenso, pues ocupa buena parte del corazón de la ciudad e incluso amplias zonas trasformadas del viejo puerto, que ahora acogen el complejo Liverpool One, con sus grandes tiendas, sus cines palomiteros y los consabidos y gigantescos espacios diseñados para los ritos de masas. Y cómo no mencionar, aunque solo sea para «nunca caminar solos», el LiverAnfield, que también podría llamarse sin exageración LiverTorres (¡fervor lo que "el Niño" despierta, oiga!) y que se desparrama con sus sugerencias futboleras por diversos puntos y, a medida que se aproxima el fin de semana, multiplica entre las infatigables muchedumbres la presencia de zamarras rojas (en las que, por cierto, también luce una versión aguerrida del liverbird). Y aún quedarían el Liverboook, el Liverchina o el Liversky, con esos cielos que a veces recuerdan a los de Madrid y que parecen quedar al alcance de la mano desde la undécima planta del Atlantic Tower.
Como cifra de todos, en fin, está el Liverpool-Liverpool, una ciudad con gran personalidad, abierta y amable, que ha sabido conservar y revitalizar la elegancia decimonónica de su arquitectura victoriana y eduardiana, gravemente dañada durante la Segunda Guerra Mundial por las bombas nazis, y continúa buscando la forma de desarrollar argumentos viajeros que no se agoten en el tópico, poderoso pero también limitado, de sus más famosos hijos.


Imagen superior : Vista del muelle de Liverpool, con la torre del Royal Liver Building.
Fotos
-->©AJR, 2010