jueves, 4 de junio de 2020

¡Atrás, Sarta!

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Michael Pacher: San Agustín y el Diablo, 1471-1475. Alte Pinakothek de Múnich.
Como es bien sabido, los nombres del demonio son muchos, pero los demonios sin nombre son aún más. Por eso conviene estar prevenidos y tener siempre a mano un «¡Atrás, Sarta!». Fórmula infalible, tal vez porque su carácter capicúa desconcierta a las bestias de tal forma, que acaban reducidas y hechas un nudo sobre sí mismas, e incluso se conocen casos en los que han llegado a desaparecer, consumidas o tal vez evaporadas, sin dejar huella.
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miércoles, 3 de junio de 2020

Laberinto (f)

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Obra de Xavier Grau, uno de lo más destacados representantes españoles del expresionismo abstracto.
Falleció el pasado 30 de mayo 2020, a los 69 años.
Allí está y estaba él, él mismo, hecho sólo de unas pocas palabras, pura identidad destinada a crearse en los enlaces eléctricos de esas previsibles o imprevistas neuronas ajenas —sí, esas— y obstinado en medio de un nuevo laberinto, como el artista «orientado hacia una abstracción que mantiene inalterada la tensión interna entre el color y el dibujo, sin reducir su vivacidad cromática ni el movimiento de sus superficies, que están contenidas por el ritmo de las formas que articulan su estructura interna», y en busca, siempre y ahora, de una salida. Esta.
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martes, 2 de junio de 2020

Marta Peirano: una alerta

Retrato de Marta Peirano.
La periodista y escritora Marta Peirano. Foto: Álvaro Minguito

(En voz alta). «Cada día se generan 2,5 quintillones de datos, en parte enviando colectivamente 187 millones de correos y medio millón de tuits, viendo 266.000 horas de Netflix, haciendo 3,7 millones de búsquedas en Google o descartando 1,1 millones de caras en Tinder», escribe Marta Peirano en su libro «El enemigo conoce el sistema», publicado antes de la Pandemia y del pandemonio tecnológico asociado. ¿Alguien ha podido actualizar las cifras, añadiendo los nuevos usos y las milongas del teletrabajo? Ahí andamos. Por lo demás, he aquí una entrevista para desmenuzarla, respuesta a respuesta (graciñas, Nando - Fernando Ramos Núñez).


El paraguas

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Ilustración ©️Javier Serrano, 2020.
Entonces aún no lo sabía, pero ahora no tengo ninguna duda. Aquella tarde lluviosa, en la ciudad de la piedra dorada, mientras caminaba hacia la Alamedilla desde el rocoso internado de la Avenida de Valladolid, lo que me salió al paso en forma de paraguas fue un rincón del paraíso.
Como en la canción, ella caminaba por mitad de la calle, bella y ajena, y yo tuve la impensada osadía de invitarla a guarecerse. Su mirada fue tan dulce y expresiva, tal vez tan misericordiosa, que estuvo durante años acariciándome el corazón y algún desvelo. En aquel momento, además, me sirvió para vencer los temores ancestrales y la mucha timidez. Aún me conmueve recordar que, haciendo uso de una frase que en realidad no aprendería hasta mucho más tarde, me puse a su lado y le dije:
—No soy poeta, pero tengo un paraguas.
Después caminamos, juntos, un buen trecho bajo una lluvia tópica e interminable.
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lunes, 1 de junio de 2020

Pasión lectora

Agatha Christie, la apasionante vida de una mujer sin ningún ...
Agatha Christie al pie de la máquina, en una fotografía de 1946.
(En voz alta). Muy recomendable este largo y sabroso artículo de J. A. Montano sobre su pasión lectora y su deuda con Agatha Christie. Es admirable con qué precisión recrea ("inventa": en su sentido etimológico) un mundo de sensaciones y experiencias que acaban siendo decisivas para algo no accidental en su vida: su condición de lector. 

El artículo me ha atraído también de forma especial por alguna coincidencia de fondo: sin llegar a sentir la pasión que él describe y, desde luego, sin haber leído todas sus novelas (tal vez me quedé en media docena), la reina de la novela policiaca fue también para mí, y a edad parecida, la primera gran experiencia lectora. La fascinación ante el argumento, el poder de la intriga, la sucesión encadenada de azares que acababan encajando... todo eso que Montano explica con tanta precisión fue el desencadenante de una afición que derivaría en adicción y sin duda en el mayor regalo que haya recibido nunca. 


En mi caso fue la originalísima El asesinato de Roger Ackroyd con su peculiar “punto de vista” (no lo desvelaré), la que puso en marcha una rueda de atracciones y afectos que tenía algo de noria emocional a la que sin cesar deseaba estar subido. Recuerdo bien el húmedo y algo siniestro lugar donde conseguía mi botín (una muy modesta biblioteca pública situada en dos o tres habitaciones de un viejo caserón de mi ciudad) y tengo muy presente también el salto cualitativo que esa experiencia supuso respecto a los tebeos y otras lecturas —las “vidas ejemplares“, por ejemplo: tebeos al fin—. Un gran artículo, en suma, desencadenador de sintonías. No se lo pierdan.

Adagia andante (11)

En el principio fue el ego. Y de ahí nació el dios.
Dios o la Belleza. Dios o la Verdad. Dios o la Bondad. Uno y trino. ¿Tres en uno?

La poesía es el camino que la inteligencia recorre para no enloquecer. Tal vez sea esa su única forma de vencer a la muerte.
La muerte y su valor romántico. No es difícil suponer que de ahí arranca la leyenda dolorosa.
No es lo mismo decir que hacer. La poesía trabaja conociendo ese filo. El poema es un acto en potencia. La palabra en acción.
El instrumento principal de la escritura es el estilo. Por eso, precisamente, «un cambio de estilo es un cambio de asunto» (WS, 187).
La poesía es el resultado de una acción mental y sensible.
A menudo las palabras crean el mundo. Pero hay un mundo que está más acá de las palabras.
La tensión del decir es siempre una evidencia. Aunque no alcancemos a saber qué significa.
La ignorancia es siempre un erudito (y lo inaudito).
Y todo arte es siempre imitación. A veces nueva.
Por muchas piruetas mentales que nos permitan las palabras, sabemos bien que no somos saltimbanquis y que vivimos en un mundo sin salida.
Hay algo en la locura que nos cura. Incluso sin los juegos de palabras.
Entre lo real y lo ideal no hay término medio, solo una fantástica y acaso inexpresable colisión.
Si algo no te conmueve, pasa de largo.
El mundo eres tú mismo. La vida eres tú mismo. No te equivoques.
Nadie nunca en ningún sitio va a deletrear por ti el poema.
Tú eres tu dios. Y el infierno está dentro.

Versos para comérselos


Poesía al alcance de la boca

Sagrario Pinto: Versos para comérselos. Madrid, Anaya, 2020.  Ilustraciones de Teresa Novoa (Col. Sopa de Libros, núm. 200). 96 págs. 8,80 €.

Como saben bien maestros, profesores, padres y lectores atentos, la poesía llamada infantil goza de buena salud. Hace tiempo que se dejaron atrás el sonsonete y la moralina como ingredientes básicos de unos poemas que se valoraban, sobre todo, por su carácter didáctico. Y asociados, la mayoría de las veces, a la exaltación de una conducta irreprochable envuelta en tópicos de corto recorrido. Ese panorama por fortuna cambió y en las últimas décadas se ha consolidado, en la LIJ peninsular –no solo en la escrita en castellano– , una vertiente de la creación poética para niños que atiende ante todo a criterios estéticos: sin desdeñar su dimensión pedagógica, esa tendencia se caracteriza por concebir el poema como una pieza de arte verbal.

La colección «Sopa de Libros», de la editorial Anaya, es una de las que acoge buenas muestras de ese quehacer. En ella acaba de aparecer un nuevo libro de Sagrario Pinto (Talavera de la Reina, 1957), maestra de profesión con varias décadas en la enseñanza pública y autora con una ya extensa carrera literaria. Su obra La casa de los días (publicada hace ahora veinte años en la misma colección y que en 2019 alcanzó su 20ª edición), en palabras de Carmen Guatia, «es un libro de poemas escrito al ritmo del calendario que está, seguramente, en las clases de todos los colegios de España» (en Dame Tiempo, Madrid, PPC-Fundación SM, 2019). Pinto, autora asimismo de poemarios no infantiles, ha publicado también novelas, relatos y obras de teatro, además de ser la coautora de varios métodos de Educación Infantil (Cachalote, Qué idea, Retos) y de numerosas obras didácticas.

Versos para comérselos es un poemario que tiene la comida y los alimentos como tema de fondo. Sus 34 poemas se organizan en tres secciones dedicadas, respectivamente, a las principales “materias primas” para una buena y rica alimentación; los utensilios y aparatos que hacen posible el paso “de la cocina al comedor”; algunos apuntes sobre experiencias «en el restaurante», y, como brillante colofón, unas cuantas referencias a obras literarias relacionadas con la comida y evocadas en la sección «Cuentos a la carta».  Es esta última, a mi juicio, no sólo la parte más brillante y lograda del libro, sino también la que contiene las claves desde la que es recomendable enfocar toda la obra: acaso los mejores platos sean aquellos que estén destinados a ser cocinados en un poema.

Versos para comérselos es un libro fresco, divertido, sencillo y sugerente. Tiene la rara virtud de la buena poesía: al leerlo, nos parece que “aquello” se le podría haber ocurrido a cualquiera (y de hecho así es: ¡ay, qué sería de nosotros sin los “lugares comunes”!). Pero, a poco que prestamos atención  y una segunda mirada, caeremos en la cuenta de que “aquello” tal vez no pueda decirse de otra forma. Y eso es lo que siempre hace de la poesía y de un buen poema algo digno de ese nombre.
Y como muestra un botón:

Entre manzanas

En el frutero del restaurante
hay dos manzanas muy parlanchinas
que entre fogones pasan el rato
contando historias de su familia.

Dice la roja que allá en el bosque
una manzana roja salvó
a Blancanieves, la más hermosa,
que dio un bocado y se desmayó.

Cuenta la verde, como en secreto,
que una manzana verde doncella
protegió al hijo de un tal Guillermo
y cayó herida por una flecha.

–¡Esos son cuentos! –exclama el plátano.
–¡Paparruchadas! –dicen las peras.
Y las manzanas siguen hablando
ante el asombro de las ciruelas.


Finalmente, mención especial merecen los dibujos de Teresa Novoa: lejos de limitarse a recrear o ilustrar los poemas, son en sí mismos una lectura, muy aguda, de los mismos. Lectura que se traduce en una interpretación en clave animal que le da al libro un aire muy sugerente de moderno fabulario, en consonancia con toda una tradición literaria que resulta muy reconocible y de la que Versos para comérselos es un nuevo, destacado y apetitoso plato. ¡Buen provecho!