jueves, 14 de marzo de 2019

Hablarle a Borges (16)

(Hablarle a Borges, 56). Dicen que dicen que Borges dijo o escribió: «Ya dijo Schopenhauer que lo que tenemos puede no hacernos felices, pero lo que nos falta nos hace ciertamente desdichados».
Y alguien me dice que una vez, al oír o leer esto, dije o pensé: «Y en esto veo, sabio maestro y aventajado discípulo (de Schopenhauer), que nunca nos van a faltar (tampoco) motivos para ponderar en lo que valga cierta querencia humana, demasiado humana, que se demora e incluso habita en las fronteras de la estupidez».

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(Hablarle a Borges, 57). Dicen que un día esto fue lo que a Juan Rulfo dijo Borges: «Le voy a confesar un secreto. Mi abuelo, decía que no se llamaba Borges, que su nombre verdadero era otro, secreto. Sospecho que se llamaba Pedro Páramo. Yo entonces soy una reedición de lo que usted escribió sobre los de Comala». 
Y se dice que, ese mismo día, esto fue lo que respondió a Borges Rulfo: «Así ya me puedo morir en serio». 
Y nosotros, lectores de ambos, asombrados, no podemos por menos que decir: «Así que era eso... ¿Cómo no nos dimos cuenta antes?».



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(Hablarle a Borges, 58). Dicen que Borges dijo o escribió: «Qué importa la tristeza si hubo en el tiempo alguien que se dijo feliz». 
Y al leerla se me ocurre: «Frase de doble filo, maestro. Da tanto para una gran consolación, como para el mayor abatimiento. Lancemos la moneda cotidiana y que el albur nos sea favorable».



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