miércoles, 14 de febrero de 2018

Solpor

Atardecer en Madrid. AJR, 2018.

Demasïado pronto se ha hecho tarde
y no hay más cera ya que la sincera
canción del corazón, que aún quema entera
la noche y su silencio. Sobre el mar de
los días que se van a su manera
flota un resto de luz iluminada
por el terco deseo y por la espada
del sueño, que es descanso y es frontera.
Pero no hay lucha ya: asentimiento
a cuanto la sorpresa —se diría
que va a cumplirse así la profecía*—
de vivir en los límites del viento
pueda ofrecerte aún. La vieja danza
que busca la quietud en su mudanza.

1 comentario:

Alfredo J Ramos dijo...

No hay más pistas que las que el propio poema, en su posible vuelo, lleva consigo, explora, dibuja y, finalmente, utiliza para llegar a tierra. Pero a veces conviene explicitar juegos privados. En un verso de un viejo libro que trataba de cartografiar un territorio de gestos fugitivos, allá por los primeros años ochenta, uno mismo (ese prójimo más próximo) escribía: «... y de antemano asiente / a cuanto la sorpresa de morir le depare».