viernes, 3 de agosto de 2012

hAros

Los 3000 obstáculos de México 68, vistos por R. Depardon.

Por fin comienza
la verdad del deporte
(lo mejor de los Juegos):
el atletismo.

Ni aros, ni ruedas,
ni redes, ni pelotas:
tan solo el cuerpo.

La vieja llama 
de Olimpia sigue viva
y arde en los músculos.

Leyendas épicas,
sueños de pies descalzos
en blanco y negro.

Y en la memoria
nombres que no se borran:
son inmortales

(Y si se se borran,
ahí están la Wikipedia
y el viejo Espasa.)

Orad, hermanos,
digamos todos juntos
la atletanía:

Oh padre Abebe
Bikila, pies desnudos,
gacela negra.

Qué altura en México
donde vimos a Beamon: 
¡8,90! 

Todo lo ocupa
--Múnich 72--
la gran masacre.

En Montreal,
la hazaña de Saneyev
en triple salto


y los dos oros
de Alberto Juantorena,
mediofondista.

De Moscú 80
solo recuerdo el frío
y el fin de un mundo.

Sobre Los Ángeles,
el ángel fue Carl Lewis:
sus cuatro oros.

Luego, en Seúl,
la explosión de Ben Johnson
y su derrota.

(¿Continuará?)






2 comentarios:

  1. ¡Vaya una glosa
    esta crónica viva
    del Olimpismo!

    Siempre a lo mío,
    apunto al Baloncesto
    donde Los Ángeles.

    Aquella madrugada,
    plata que supo a oro
    con Díaz Miguel,

    Epi, Martín,
    Romay, Margall, Llorente...
    Y Corbalán.

    En fila cero,
    y atento a la pantalla,
    venga Olimpiada.


    Abrazos.

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  2. Era un quinteto
    que ni los propios ángeles:
    carne de haikú.

    El gran Fernando
    Martín..., el primer basketman
    de un tiempo nuevo.

    Pena su muerta,
    aquella tarde aciaga
    de la M-30.

    Aún me parece
    verle venir de lejos
    hacia la Prospe.

    Y un día, en la agencia
    de Viajes Barceló,
    nos saludamos

    (quiero decir
    que tuve la osadía
    de saludarlo).

    Cumplía años
    el mismo día de marzo
    que el que suscribe.

    Debe hacer de esto
    más o menos un cuarto
    de siglo, o sea...

    O sea.. que lo corto aquí, que con tanta estrofilla se me está olvidando hablar normal (¿o lo normal es esto?).

    Que los juegos nos deparen aún buenas sorpresas y alguna que otra verdadera emoción.

    Abrazos

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