viernes, 8 de diciembre de 2017

La araña

No hay ninguna descripción de la foto disponible.(

(Notas Moderadamente Apocalípticas, 🕸18). ¿De qué se alimentará el ciudadano Andrés Rábago García, más conocido por El Roto, para dar un día sí y casi otro también en la diana de la cuestión palpitante? Raro es el tema de los muchos que aborda en sus diarios dibujos sobre el que no consiga ofrecer una perspectiva, no ya sólo original e inusitada, sino por completo convincente, enriquecedora, capital. Ayer mismo lo comentaba Rafael Sánchez Ferlosio al elogiar como un verdadero hallazgo de ingenio y exactitud la expresión «el patriotismo me da claustrofobia» con la que El Roto ilustró (en el doble sentido) uno de sus “editoriales” dedicados al cognazo catalán.

Y así vuelve a ocurrir hoy con esta prodigiosa síntesis de los males arácnidos que nos acechan a todos los que andamos enredados en estos juegos presuntamente comunicativos y hasta creativos. Linderos que frecuentamos no del todo inconscientes, pero sí bastante complacientes (autocomplacientes) por cuanto, aunque le veamos los artejos ponzoñosos al bicho que nos sale al paso acá y allá (y hay que ser muy torpe o cretino para no verlos), es mayor el masaje emocional y hasta espiritual que nos proporciona.
El dibujo de hoy no aborda un asunto que nos sea desconocido, pero lo hace con una capacidad de síntesis poco común y con una potencia visual —la @raña como dueñ@ de una Red sin salida y cuyo funcionamiento nos excede— que tiene el mérito de recuperar una de las metáforas iniciales más poderosas y perspicaces de Internet, y la que, como se va viendo, mayor cumplimiento ha tenido.
«Oh blanca @raña de hilos luminosos...», escribí una vez en un poema, cuando me iniciaba en el uso de estas nuevas tecnologías que durante varios años me parecieron un territorio lleno de bienaventuranzas y maravillas sin cuento, y la Red era, antes que nada, una promesa de infinita comunicación. Ni qué decir tiene que esas previsiones y expectativas hace tiempo que naufragaron. Y, aunque no es la primera vez que veo en la telaraña mundial su pegajosa viscosidad y sus punzantes peligros, es admirable la precisión con que El Roto vuelve a dibujar nuestras pesadillas. Si Goya levantara el pincel estoy convencido de que no dudaría en poner el trazo de su firma al pie de algunos de estos «caprichos» tan poco veleidosos. El Roto ha vuelto a clavarlo.

jueves, 7 de diciembre de 2017

El dinero


Hans Kuiper: Animates crosses.
Descubrieron que tenían en el alma un reloj. 
(Pulse).
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miércoles, 6 de diciembre de 2017

La ruta natural: de cine


(Visiones en voz alta, 📽21 - 12 noviembre 2017). Los caminos de la revelación son inescrutables y hasta peregrinos. Pero nos acaban encontrando. Anoche, leyendo ya de madrugada en «El País» una sentida necrológica del periodista Carles Pastor, me salió al paso la referencia de un cortometraje de su hijo Álex, titulado con un conocido palíndromo, La ruta natural (2004), lo que de inmediato me llevó a localizarlo en la Red. Y aquí está. Es una pieza notable, premiada en el Festival de Sundance en 2006, y en cierto modo un antecedente de pelis posteriores como El curioso caso de Benjamin Button, con el que coincide en la trama argumental, o El árbol de la vida, de similar impulso poético.
El corto de Álex Pastor no tiene como título una frase capicúa por mero capricho. De hecho, hay en él otros usos explícitos de este juego: en los nombres de los personajes (Arual, Divad...), en la escenografía, en el montaje. Y sobre todo en el desarrollo de la historia, que es en sí misma una ilustración de una de las intuiciones por las que estos juegos del lenguaje siempre me han seducido: su peculiar estructura son una analogía perfecta de lo que es la vida misma. Y el recorrido de su itinerario de ida y vuelta es, en cierto modo, una recreación anticipada de la forma en que algún día deberemos encontrar el camino de vuelta a casa. Este excelente cortometraje, en sus inspirados 11 capicúas minutos, ilustra con gran exactitud esa idea. Y ha sido una gran alegría dar con él.
Por otro lado y como dato complementario (que le brindo a mi amigo y maestro en las tareas periodísticas, Ángel Sánchez de la Fuente, del que Carles Pastor fue colega y amigo: aunque seguro que ya está al tanto), en la película aparece como figurante el periodista ahora fallecido y, lo que es aún más importante —y si no he leído mal los créditos—, suya es la voz en off que narra de forma magistral la historia. Lo que lo convierte en una suerte de oportuno, explícito y hermoso homenaje. Si vivo vivís.

El profeta

Richard Oelze, Die Erwartung (La expectación), 1935-1936. MoMA, NY.
Sus palabras eran como el universo: la mayor parte, materia oscura.
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martes, 5 de diciembre de 2017

Los robots y nosotros, sus bots

Black Mirror, una distopía cada vez más cercana.
(Notas Moderadamente Apocalípticas, 🐣🐥🦅). El problema de artículos como este, que reboto desde el muro de mi amigo Rubén Duro, es que muy poca gente los lee con atención suficiente hasta el final. Así que la información tan minuciosa y reveladora que estos esforzadas crónicas del lado más oscuro de nuestro mundo contienen apenas pueden competir con el runrún moderadamente apocalíptico que nos rodea por todas partes. Y ante el que más o menos asentimos, más deseosos de que no se nos complique más la vida, menos dispuestos a reflexionar de verdad y seriamente sobre lo que está pasando.
Y esa dificultad, qué duda cabe, y esas inercias, tan poderosas, son el mejor caldo de cultivo —sopa con exceso de nutrientes— para que la miserable condición en que las redes sociales están envolviendo la realidad sea no sólo inevitable sino creciente, y de forma exponencial, ya que su mareante carrusel imparable convierten en materia fecal, i.e. basura, todo cuanto toca. Incluido, naturalmente, este post.
E incluso, fíjese bien, el mero impulso ciberenredado que usted está sintiendo en este mismo instante, con toda su perplejidad. O su indiferencia. Qué cortitos, en sus distopías de apariencia pavorosa, se están quedando algunos episodios de Black Mirror.

lunes, 4 de diciembre de 2017

Sánchez Ferlosio, 90 años


Rafael Sánchez Ferlosio, lector infatigable. ©Alfredo J Ramos, 2016.
Hoy cumple 90 años el escritor Rafael Sánchez Ferlosio. He dicho alguna vez, y me reafirmo, que me parece el más digno candidato en todo el ámbito de la cultura hispana para recibir una distinción de la máxima categoría, por ejemplo, el Premio Nobel de Literatura. Aunque probablemente, como a Borges o a varios otros autores indiscutibles, nunca se lo den. Sea como fuere, su obra está ahí como uno de los grandes hitos de nuestra lengua, un acicate permanente para la inteligencia, el disfrute de los meandros del idioma, que él domina como nadie, y el puro placer lector.
La foto que publico (no sin alguna reserva) la tomé mientras ambos esperábamos, en compañía de otros vecinos, en una consulta de un centro sanitario del barrio de Prosperidad. Recuerdo que el doctor que nos atendería a los dos desconocía de quién se trataba y se mostró entre alertado y perplejo cuando se lo comenté. En una consulta posterior me agradeció que le hubiera puesto al corriente.
Don Rafael llegó apoyado en su bastón, jadeando un poco y con gesto un tanto ensimismado, aunque también de lejano mirar. Venía cargado de periódicos, que portaba en una bolsa, y con su lupa en ristre, entretuvo la espera escudriñando las noticias del día. Ya ha hablado él muchas veces de su condición de devorador de prensa. De vez en cuando levantaba la vista y permanecía unos segundos como absorto, aunque no tardaba en volver a sus papeles bajo la atenta mirada, como se ve, no sólo de quien se atrevió a robarle esta foto. Fue el 23 de septiembre del año pasado (2016). Nunca la he mostrado públicamente (de hecho, tengo algunas más). Me parece que la ocasión disculpa la osadía.
Coincidí con él también a la salida y me atreví a abordarle, como he hecho algunas otras veces, al encontrármelo por el barrio, y pude intercambiar con él unas pocas palabras. No siempre es fácil. Aunque siempre es amable. Recuerdo que le comenté alguna curiosidad en relación con lo que por fechas aún no lejanas había sido su debut en el ritual de firma de libros en la feria del Retiro (¡a sus 88 años y con su currículo!). Y recuerdo que le hizo gracia saber que se había batido en «un combate de colas» con Wismichu, El Rubius y otros famosos “youtubers”. Palabra esta última por cuyo significado me preguntó, aunque enseguida se hizo cargo de qué iba la cosa. Sonrió abiertamente cuando le dije que aquel había sido «todo un duelo en la Alta Feria» y que él no había salido derrotado. 
Guardo estas pequeñas anécdotas como un privilegio. Y es que, con Nobel o sin él, es un verdadero honor tener a Sánchez Ferlosio como vecino, sin duda el más egregio de La Prospe. Y todo una alegría y una suerte poder verlo caminar por la calle, sentado en la plaza del Mercado, hojeando libros en El Buscón o curioseando entre las atiborradas estanterías de La Nueva Ruta de la Seda, la tienda de chinos fronteriza con el bar El Universo donde a veces se reúne en tertulia con sus amigos. Y es, sobre todo, una permanente promesa de disfrute poder seguir leyéndolo. Felicidades.

El puente

Maurice de Vlaminck: Le Pont à Chatou, 1906.
Logró escapar del sueño pero la policía ya estaba allí.
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