martes, 27 de diciembre de 2016

Palabras para Henar


Como es bien sabido, y más a medida que van pasando los años, las fechas casi por obligación alegres de la Navidad suelen tener un rastro triste: es el tiempo en que más presente se nos vuelve la ausencia de los que ya no están con nosotros. Y hay un momento especialmente doloroso al sentir esa falta: el de la primera Navidad sin alguien muy querido. Es lo que nos ocurre este año a quienes hemos tenido el privilegio de compartir días, ilusiones, palabras y ternura con Henar González García, amiga muy cercana y esposa de mi hermano Francisco, fallecida el día 16 del pasado noviembre en Valladolid.

Henar, psicóloga de formación, ha sido una persona entregada a su vocación pedagógica, con una intensa dedicación a la orientación de escolares en las etapas cruciales de su aprendizaje, y atenta siempre a las innovaciones que podían mejorar el rendimiento de los estudiantes y su bienestar general. Pero, además de una gran profesional de la educación, Henar fue, y lo será siempre en nuestro recuerdo, una persona alegre, sensible, detallista, llena de entusiasmo. Cualidades que se pusieron de manifiesto hasta límites en verdad admirables durante los tres últimos años de su vida, en los que quienes la conocimos fuimos testigos de cómo plantó cara a su grave enfermedad, con una tenacidad y un coraje que fueron y siguen siendo un ejemplo para todos.

De los diferentes momentos vividos en su compañía, además de algunas celebraciones familiares y de las jornadas compartidas, con ella y con Paco, en su domicilio de Salamanca, recuerdo con especial viveza los magníficos paseos entre los chopos del Duratón, en la casa familiar de Laguna de Contreras, donde varias veces disfrutamos de sus innegables dotes de anfitriona, su gran generosidad y una muy buena mano culinaria, siempre auxiliada por Paco en el apartado de los vinos y los tratos con los hornos pastoriles de los alrededores.

De esos días, por ahí bullen aún las divertidas conversaciones de sobremesa, donde no faltaban las bromas y chanzas propias de quienes han aprendido a tomarse la vida con el necesario, imprescindible, sentido del humor para que todo resulte más llevadero. O sus cálidas y tan útiles conversaciones con mi hija Clara, de la que siempre estuvo tan cerca. O los juegos con Riky –el caniche que la acompaña en la foto que le hizo Sagrario en Laguna– y con Pancho, que en su mundo de disputados olores caninos hicieron buenas migas.

Brilla de forma especial en mi recuerdo una tarde-noche del mes de mayo de hace unos pocos años, tal vez en 2011, en la que compartimos una función del Cirque du Soleil, en Madrid, un espectáculo que si a todos nos fascinó, a Henar le puso un brillo en los ojos de verdad inolvidable. Son todos esos y otros muchos momentos, junto con la gran valentía vital de sus últimos días,  los instantes que no se perderán mientras tengamos capacidad de recordar.

Hoy, 27 de diciembre de 2016, Henar habría cumplido 51 años. Estas palabras, además de una evocación llena de cariño y una forma de encontrar consuelo en la tristeza, quieren ser una señal de reconocimiento y homenaje a una gran mujer. Y van envueltas en un abrazo fraternal para quien hasta el último momento de lucidez supo acompañarla en tan difícil viaje.

Querida Henar: ha sido un privilegio haberte conocido. Gracias por tu valentía y por tu entereza. Descansa en paz más allá de donde se oculta el sol. 

jueves, 22 de diciembre de 2016

Diván de Navidad


Tiene la Navidad su propia luz.
 La propia luz tiene su Navidad.
Tiene la Navidad propia su luz.
Su luz tiene la propia Navidad.
Tiene su Navidad propia la luz.
 La luz tiene su propia Navidad.

                                                                   (Da diván a la Navidad - Navidad diván)


Sirva este dado, que vino a caer sobre el tapete casi sin querer, 
tal si se hubiera desprendido del árbol del invierno, 
como felicitación para estas fiestas, 
en las que tantas formas de diván, 
y para lo más diversos usos, suelen estar presentes. 
Que conste, sin embargo, 
para evitar la fácil interpretación psiquiátrica 
a que pueden inducir estos juegos, 
que el «diván» del título tiene ante todo el valor 
de un género literario 
y que su apuesta principal bien puede formularse así: 
«Que la luz de los días felices no se apague nunca».
  
¡Feliz Navidad!

Imagen: Reconstrucción ideal del salón de lectura de La Posada a la luz del invierno.
Foto tomada de aquí

lunes, 19 de diciembre de 2016

El año en que fui Fidel Uriarte


Acabo de enterarme, por la radio, del fallecimiento de Fidel Uriarte, uno de los mejores jugadores de la historia del Athletic de Bilbao. Junto con José Ángel Iríbar, con el que compartió el día del debut en el primer equipo de San Mamés, fue mi héroe favorito en el club de fútbol del que he sido y sigo siendo forofo. Aunque tengo que recurrir a la memoria en línea para precisar algún detalle, recuerdo bien aquella temporada de 1967-68 (en mis 13 y 14 años) en la que Uriarte, reivindicando la herencia del mítico Telmo Zarra, se convirtió en el máximo goleador, el pichichi, de la Liga española, con 22 tantos, cinco de los cuales los logró en un sólo partido, contra el Betis, el 31 de diciembre de 1967..., en unos días hará 49 años (¡casi na!).

Aquel año, en el internado de los agustinos de Salamanca, formé parte de uno de los equipos del campeonato interno del colegio. Dentro de la variopinta indumentaria con que solíamos equiparnos, claro antecedente de la marca Desigual, recuerdo que me las apañé para fabricarme, con algún tipo de plástico o tela, un 1 y un 0, quizás de color verde, que cuidadosamente (o como pude) cosí o pegué en la pernera derecha de mi pantalón de deporte, este sí, seguro, de color negro, como el del Athletic.

El gesto era un claro homenaje imitativo del puesto y el número, el 10, con el que solía jugar Uriarte, aunque me parece que en ocasiones puede que él llevara el 8 a la espalda, intercambiando su condición de interior zurdo por la misma posición en el flanco derecho del ataque. Las alineaciones de aquellas y cercanas temporadas lo sitúan en ambos lados, bien integrando el quinteto formado por Argoitia, Estéfano, Arieta II, Uriarte y Rojo o Lavín, bien en la quizás más espectacular delantera compuesta por Argoitia, Uriarte, Arieta II, Clemente y Rojo. Alineación esta última que aún me baila en la memoria, sin duda porque fue la que ganó la Copa del Generalísimo de 1969, frente al Elche de Asensi. Se completaba con Iríbar, Sáez, Echevarría, Aranguren, Igartua y Larrauri.

En todo caso, la huella de aquel 10 en mi pantalón es la más memorable ocasión que recuerdo haber vivido en primera persona en un campo de fútbol.. Quizás sólo comparable a la tarde feliz e irrepetible en la que, para entonces jugando de portero, logré completar lo que las crónicas de la prensa deportiva solían describír como «una muy brillante actuación», incluida la parada de un penalti. Tiempos de gloria deportiva. Que nunca más volvieron. Pero en aquella temporada del 67-68 mi mayor aspiración era la de parecerme a Uriarte. Y supongo que en más de una ocasión me soñaría a mí mismo en alguno de esos gestos prodigiosos con los que el león de Sestao era capaz de cabecear el cuero hacia lugares donde el portero nada podía hacer para evitar el gol.


Haciendo cálculos, caigo en la cuenta de que Uriarte, que ha muerto a la temprana edad de 71 años, tenía sólo 9 años más que yo. Un lapso temporal que, visto ahora, me parece por completo irreal, y que, al tiempo que me estremece, me pone, una vez más, cara a cara frente a la perplejidad: qué extraña materia no será la del tiempo para que tan diferente y relativa nos parezca su naturaleza.

Descanse en paz el admirado deportista, al que le debo un montón de ilusiones y la intensa emoción de un año entero.

viernes, 16 de diciembre de 2016

Gesto

Cuca Arsuaga: Vuelo de cigüeñas. Acuarela y tinta. Tomada de aquí.
Cortesía de la autora.

                                                          (Hacia el invierno)

Corresponde este gesto a la palabra
que se fue diluyendo
y que no vuelve
cigüeña sobre el mar bajo la lluvia
a posarse en el nido.

No es la melancolía de la noche
ni el hilo que la vida apenas tensa
entre días y horas, pasos, rostros,
la voz que se enmascara. 
                                           
                                               Como antenas
abiertas al espacio aire al aire—,
la mano deja tímidas sus huellas.
Y en un rincón del día que ya ha muerto
la duda está peinando su cadáver.

Estar aquí y alzar a vuelapluma,
esperando el regreso de los pájaros,
el gesto y la canción del resistente.


                                                               (Levedades)

lunes, 12 de diciembre de 2016

La ruta natural (2)


—¡Sé verla al revés, sé verla al revés!
En el asiento trasero, Ana no dejaba de chillar mientras, con los prismáticos dados la vuelta, miraba por la ventanilla el paisaje que se perdía al fondo del barranco, en la orilla opuesta del mar.
La carretera se había ido estrechando y las curvas eran cada vez más cerradas. Tenía la sensación de estar recorriendo un zigzag interminable.
En una de las revueltas, frente a las ruinas de lo que parecía una antigua abadía, vimos a un monje que le estaba dando de comer a una zorra. Parecía arroz. Más adelante, la luna se anuló tras una nube. Del onagro y su órgano, puro brillo imaginario entre las sombras, mejor ni hablar. 
—Juraría que ya hemos pasado por aquí —acerté a decir mientras sentía crecer el vértigo.
Ana, en cambio, cada vez más excitada, no paraba de gritar:
—¡Al revés y sé verla, al revés y sé verla!
Fue entonces cuando comprendí que «La ruta natural» era una trampa sin salida. Pero ya era tarde para emprender otro camino.

Imagen: Dunluce Castle, en Irlanda del Norte. © AJR, 2009.

viernes, 9 de diciembre de 2016

Apuestillas


En Twitter, donde menudean los tuits con frases de autores célebres, es muy frecuente la publicación de greguerías de Ramón (algunas puede que apócrifas) y de sentencias de Borges. No sé bien por qué, supongo que por algo parecido a aquello que decía McLuhan de que el medio, después de ser mensaje, deviene, indefectiblemente, en masaje, suelo entrar al trapo y a veces me tomo la licencia de tuitear, a modo de apostilla (o apuestilla), un comentario, réplica u ocurrencia a tales frases. He aquí una muestra de estas «ramonadas, ramosnadas y borgesiones», cuyo sentido final, por supuesto, es rendir homenaje a los autores que dan pie.


@GmezDeLaSerna: El libro es un pájaro con más de cien alas para volar.
@lfredojramos: El pájaro, en cambio, para volar no necesita ningún libro.

@GmezDeLaSerna: Los ojos de las estatuas lloran su inmortalidad.
@lfredojramos: «No somos de piedra», parecen decirnos.

@GmezDeLaSerna: En el fondo de los espejos hay un fotógrafo agazapado.
@lfredojramos: ¡Joder, ni ahí puede esconderse uno!

@GmezDeLaSerna: Los bostezos son oes que huyen.
@lfredojramos:  ...en busca de otras bocas. Por eso se contagian.

@GmezDeLaSerna: El farol cubierto por la enredadera hay un momento en que duda si es enredadera o farol.
@lfredojramos: Ocurre justo en el instante previo al amanecer. Y nos pasa a todos: faroles, enredaderas, faroleros, enredados...

@GmezDeLaSerna: Los tábanos son borrones del aire.
@lfredojramos: Pero cuando te  pican todo se llena de estrellas.

@GmezDeLaSerna: No saben lo que es morir ni los muertos.
@lfredojramos: Y ellos menos que nadie. La muerte siempre es cosa de vivos. Y de Otros.

@GmezDeLaSerna: Vejez: ya todas las figuras de mujer las hemos visto otra vez.
@lfredojramos: Menos a una: la del caminito blanco. (¡Qué hija de puta!).

@GmezDeLaSerna: Los violoncelistas siempre están dando azotes a sus violoncelos.
@lfredojramos: Quieren corregirlos para que no tengan celos de los violines. Pero es en vano. Lo llevan en la masa de... su nombre.

@GmezDeLaSerna: El hipopótamo juega a ser submarino.
@lfredojramos: Aunque no tarda en darse cuenta de que no está en el mar.

@GmezDeLaSerna: Al mar le gusta la impunidad y por eso borra toda huella en la playa.
@lfredojramos: Pero siempre se arrepiente y acaba devolviendo a sus ahogados.

@GmezDeLaSerna: Aquella mujer me miró como a un taxi desocupado.
@lfredojramos: Ya ves, tal vez creía que eras un ser libre.

@GmezDeLaSerna: La cebra es el animal que luce por fuera su radiografía interior.
@lfredojramos: Craso error: la que luce es la radiografía exterior. La interior, como todo el mundo, la lleva por dentro.

@cccesssarrr: César Bona: La sandalia es el bozal de los pies. Greguería. R. Gónez de la Serna.
@lfredojramos: Aunque es un bozal de condición muy particular: a veces muerde. 


*****


@BorgesJorgeL: La duda es uno de los nombres de la inteligencia.
@lfredojramos: Otro tal vez sea perplejidad, quién sabe...

@BorgesJorgeL: Ebrio de insomnio y de dialéctica.
@lfredojramos: Entretengo mis noches tratando de comprender la Vía Láctea.

@BorgesJorgeL: Adoleces de irrealidad, te empeñas en jugar con naipes raspados la vida.
@lfredojramos: Los «naipes raspados», propios de un tiempo en que imperaban los albures, están presentes hoy en las numerosas «tomas falsas» de la telerrealidad.

@BorgesJorgeL: Nos hemos acostumbrado a los espejos, pero hay algo de temible en esa duplicación visual de la realidad.
@lfredojramos: ¿Y qué pensar de los palíndromos, esos espejos de la escritura cuya prodigiosa naturaleza reversible parece que nos está señalando la vuelta a casa?

@BorgesJorgeL: Cuando se acerca el fin, ya no quedan imágenes del recuerdo; sólo quedan palabras.
@lfredojramos: Y al final, en el supremo instante fronterizo, sólo el surco de la respiración.

@BorgesJorgeL: La aurora es el reflejo del ocaso.
@lfredojramos: Por eso, a menudo, al amanecer, la Luna se confunde de casa.

@BorgesJorgeL: Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre.
@lfredojramos: Tal vez por eso él se dedicó, entre otras tareas, a pulir lentes: para perseverar en la spinoza necesidad de ver.

@BorgesJorgeL: «Está científicamente probado» es un exordio que indica que lo que se va a oír es mentira.
@lfredojramos: Ergo, acabamos de leer una ... ¿mentira?

@BorgesJorgeL: La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma.
@lfredojramos: Y, sobre todo, vuelve casi infinita o sempiterna nuestra condición de lectores.

@BorgesJorgeL: La sencillez no es nada si no es una modesta y secreta complejidad.
@lfredojramos: Y en sentido inverso: no hay complejidad digna de tal nombre que no tenga en su interior la pepita de la sencillez.

@BorgesJorgeL: Si el espacio es infinito, estamos en cualquier punto del espacio. Si el tiempo es infinito, estamos en cualquier punto del tiempo.
@lfredojramos: Y pese a todo, no somos cualquiera. ¿O tal vez sí?

@BorgesJorgeL: ¿Quién soy yo? ¿Quién es cada uno de nosotros? ¿Quiénes somos? Quizá lo sepamos alguna vez. Quizá no...
@lfredojramos: Todo se aclara cuando logramos comprender, James y Amenábar mediante, que estamos destinados a ser Losotros, ese pronombre definitivo.

@BorgesJorgeL: La solución del misterio siempre es inferior al misterio.
@lfredojramos: Y más aún en los misterios importantes: no tienen solución.

@BorgesJorgeL: Lo divino, lo terrible, lo incomprensible es saberse mortal.
@lfredojramos: Y, muy probablemente, saberlo en ese orden.

@BorgesJorgeL: Ahí está Buenos Aires. El tiempo que a los hombres trae el amor o el oro, a mí apenas me deja esta rosa apagada, esta vana madeja de calles.
@lfredojramos: Y las sombras de los cuerpos que van por sus esquinas abriéndoles caminos a la noche.



Imagen: ejemplar de monarca nuquinegro (Hypothymis azurea), 
ave paseriforme que bien pudiera pasar por modelo del icono de Twitter. 


Foto © Alex Vargas.

domingo, 4 de diciembre de 2016

Dado popsocrático


                              Solo sé que doble o nada.
                              Sé que doble o nada solo.
                              Que doble solo o sé nada.
                              Doble que nada o sé solo.
                              Nada o que solo sé doble.
                              Solo sé que o doble nada.


La frase que mueve el dado es un regalo, vía Twitter, de mi amigo @Al59. El título se inspira en una explicación que hace poco le oí a Luis Alberto de Cuenca, quien se manifestaba conforme con la calificación de «poeta popsocrático» que al parecer le había dedicado su amigo el cineasta José Luis Garci. Todo lo demás corre por cuenta de la música del azar. Y depende, claro está, de los oídos que escuchan el singular e irrepetible roce de los huesos sobre la mesa.

Imagen: Sócrates vagamente warholiano. Tomada de aquí.