viernes, 31 de mayo de 2013

Letras a escena


La A es una reina con manto y sin corona.
La B está embarazada, pronto tendrá un bebé.
C baila con el aire. Che, sentada, la mira.
D es un señor muy gordo que no se ve los pies.
La E te está llamando desde un planeta extraño.
La F le ha prestado un zapato a la E.
La G es un hombre orquesta que va tocando el bombo.
H son dos payasos dentro de un pantalón.
La i… ¡siempre pensando! (lo cual tiene su punto).
La J, está muy claro, es Juan el pescador.
La K es un karateka. La L va en chancletas.
La persigue la Ll… ¿crees que la alcanzará?
La M, junto al agua, camina sobre zancos.
La N va de incógnito, se cree Napoleón.
Siempre lleva la Ñ su sombrerito puesto.
La O, en cambio, no quiere ponerse el cinturón.
Don P es muy presumido. Doña Q, muy coqueta.
La R baila y baila sacando un poco el pie.
S es contorsionista. Y la T, trapecista.
La U levanta pesas. V se está ahogando…
… Ahí llega la W … ¡Se va a ahogar también!
La X y la Ye (también llamada i griega)
son muy, muy misteriosas…, ¡espías... o algo así!
Será mejor dejarlas, no vayan a liarla.
¡Vámonos a la casa de la Z a dormir!

AJR
(De La Alegre Compañía, Edelvives, 2012)


Hoy se inaugura en el Retiro la Feria del Libro de Madrid. Este poema está dedicado a todos aquellos, de pocos o muchos años, que se acerquen a ella por primera vez. Suyo será el reino sin libros de papel en el que sucesos como éste brillarán como tesoros de la memoria.

jueves, 30 de mayo de 2013

Música ternura



Algo de ternura y música verbal.
Música algo verbal y de ternura.
Verbal ternura y música de algo.
Música y de ternura algo verbal.
De ternura verbal música y algo.
Y algo de ternura música verbal.



(«Dado», a partir de una frase de Fernado Arambururu
entrevistado por F. J. Irazoki, en Babelia, 25 mayo 2013. 
La entrevista puede leerse completa aquí
El vídeo es un montaje de Luis Ulik).

miércoles, 29 de mayo de 2013

Giga de Higgs


[La concesión del Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica de 2013 a los descubridores del bosón de Higss y al  CERN me parece una buena ocasión para hacer sonar de nuevo esta musiquilla verbal, que ya se bailó por aquí hace algunos meses. Añado, por su interés didáctico, una conferencia del físico Pablo García Abia, del Ciemat.]



Casioda romanceada, bailable (pulsar vídeo) y algo alquímica al bosón de Higgs (posible).

Ay bosón, tú que rebosas
de incógnitas genesíacas,
tú que guardas el secreto
de la impar física cuántica,
tú que te las sabes todas
las materias y sustancias
del universo invisible
y su oscuridad atávica,
tú, bosón de Higgs (posible),
firma de dios en metáfora,
muéstrate y muéstranos,
con los signos de tu traza
bien evidentes, que existes
y que existimos, que nada
se opone a nuestra periplo
para comenzar mañana
--si es que algo significa
«mañana» en tu lengua opaca--,
o en un instante sin cuándo
y en un dónde sin distancias,
el viaje interminable
a la verdad desvelada
del retorno a los orígenes
con la partícula mágica
que dicen que el alma es
en la lengua bien posada,
pues verbal materia al cabo
son la luz, los quarks, la masa,
los protones y neutrones,
también el aire y el agua,
la llama viva del fuego
y cuanto su fuerza arrasa
por esos campos de Higgs
y del diablo, en miríadas
de neutrinos intocables
que sin cesación nos bañan
hasta dejarnos desnudos
sobre la tierra ondulada
del amor que nos consume
y nos transporta en su barca.

Ay, bosón incomprensible,
pura ficción matemática
real cual la vida misma,
fin de la física clásica,
prueba que demuestra el alto
pensamiento que nos marca
como especie milagrosa
y a la vez terrible, aclara
las fronteras del exilio
y en medio de ellas señala
la veredita de luz
que guíe la vuelta a casa.

Oh, bosón sobón, no ceses
de acariciarnos la escasa
materia viva y extensa
que en nuestras mentes no alcanza
a derrotarse del todo
hacia la noche sagrada
y aún busca el bosque del sueño
y entre la risa y las lágrimas
cruza los desfiladeros
del deseo y de la náusea,
las altas mareas grises,
las colinas plateadas,
los cangilones sin nadie
rodando en la inmensa nada
y aquel viejo paradiso
con su sierpe y su manzana:
los cuentos que nos contaron,
que aún nos cuentan, hasta el alba.

Bajel de nueva odisea
y lugar nuevo en la mancha
que bajo el ojo del cielo
dibuja arrugas y escalas
para trepar al espacio
que sin querer nos atrapa
y deja un rastro sombrío
en medio de la mañana,
oh, bosón de Higgs (posible),
rubro de aquella alborada
sin albor que fue el big-bang
y ésta su secuela vasta,
huella que en el cosmos cómico
se adelantó a la pisada,
cifra del silencio espeso
que nos toma por la espalda
y al volvernos desvanece
su presencia y nos devana
en los telares del tiempo,
entre el vacío y la nada.
La nada no es el vacío,
el vacío no es la nada,
nada nada en el vacío,
el vacío y la nonada,
la nada y el "no" vacío
y el "no" da vacío nada,
nada es no en el vacío...
Entre el vacío y la nada,
tú, bosón, nos deletreas,
como el maestro en la infancia,
nos miras e, indiferente,
borras luego la pizarra.

Bailemos, amigos, todos
esta giga improvisada,
que aquí está el bosón de Higgs
(posible). Y la vida pasa.





Al dios del alfabeto

Plaza de Jemaa el-Fna, Marrakech. Tomada de aquí.

A A Aarón ora: «¡A, A, A!»


Hasta donde sé, y mientras no se demuestre lo contrario, este es el palíndromo que encabezaría una hipotética relación alfabética de los palíndromos en español hasta ahora conocidos. Se me «apareció» hace unos días, viendo la recopilación 100.001 palíndromos españoles, ya comentada aquí. Dentro de ese juego peculiar, a veces un tanto rebuscado pero siempre con sentido, que las frases capicúas establecen, este ejemplo recogería el momento en que un sumo sacerdote de una religión que diviniza el alfabeto lanza su plegaria al gran dios de su fe, una oración que, como tantas veces ocurre, consiste en repetir una y otra vez el nombre de la divinidad. Nada más verlo escrito sobre el papel, me acordé de ese pasaje de Las voces de Marrakech, el singular librito de Elías Canetti, donde el autor describe su impresión de la plaza de Jemaa el-Fna. Alertado por un sonido que logra imponerse sobre el gran bullicio de la plaza, el escritor acaba descubriendo a un ciego sentado en un rincón que, con su lengua cortada, trata de proferir el nombre de Alá, emitiendo un "a a a" penetrante que logra vencer las voces de los corros de contadores de cuentos, los domadores de serpientes, las magas del Atlas, los vendedores de harira... Difícilmente el ciego de Canetti se llamaría Aarón. Pero no es descabellado pensar que una escena parecida podría tener lugar en lugares cercanos, incluso en el mellah o barrio judío de la ciudad roja. En todo caso, estoy seguro de que, pertenezca a la fe que pertenezca, el dios del alfabeto sonreirá complacido.

[AJR, 7:13, Palíndromos ilustrados, 20]

martes, 28 de mayo de 2013

¡Atrás, sarta!


Al volver sobre sus pasos, el exorcista comprendió que se enfrentaba a un demonio duro de oído. No reaccionaba ante ninguno de sus ensalmos, permanecía indiferente al signo de la cruz y ni siquiera lo insultaba. El viejo sacerdote estaba a punto de quitarse la estola y recoger el acetre cuando, súbitamente inspirado, recuperó su posición de ataque y, mientras hisopaba con firmeza, profirió la fórmula que años atrás había copiado de un antiguo Liber Ritualis, quizás del intitulado Si Nummi Immunis, que se guarda en una biblioteca del Sacromonte. El conjuro fue tan eficaz que, antes de pronunciarlo por tercera vez, el poseso ya había vomitando sobre el piso una sustancia humeante y espesa. Se veían en ella, enfilados a modo de cuentas de un rosario, hasta veinte o treinta insectos fusiformes de buen tamaño, peludos y negros como el corazón de la noche, a no ser por el revuelo de diminutos puntos rojos que fosforescían en sus extremidades.



Imagen superior: gárgola de Notre Dame, tomada de aquí
Imagen inferior, Zygaenae trifoli in love, a partir de esta foto.

lunes, 27 de mayo de 2013

Adiós, San Mamés, adiós


Su nombre, que a veces llegó a parecerme un chiste, entró en mi cabeza de niño con un color semejante al que podían tener los lugares míticos de la aventura, qué sé yo, Samarcanda o Pernambuco, El Dorado o Kansas City. San Mamés era el escenario en que el cancerbero (esta palabra era ya una varita mágica) Iríbar, también conocido como «El Chopo», y un espigado muchachote de mentón anguloso y prodigiosa zurda llamado Fidel Uriarte, siempre con el 10 a la espalda, escribían tardes de gloria (algunas) y de decepción (se olvidaban pronto) al otro lado de la radio, en las largas horas de los domingos de los años sesenta. A veces sobre el rulo de granito situado en el patio de la vieja casa familiar, en Talavera. Otras (las más), junto a las piedras doradas del colegio-seminario de San Agustín, en Salamanca, frente a los extensos y fríos campos de la calva Armuña.

¿Qué tendrá el ir y venir de la pelotita que es capaz de atraparnos hasta extremos tan insospechados? En una ocasión le oí a un amigo hacerse esta pregunta mientras peloteaba con su hijo pequeño. Y la respuesta era sólo un nuevo movimiento del balón. El fútbol, igual que cualquier deporte, se explica por sí solo, es porque sí, pasión no más. Otra cosa será todo lo que después se le adhiera o se edifique a su costa, lo que se manipule o se pretenda desviar, la mezcla de esa pasión con otras bajas pasiones, etc.

Pero el deporte, y en concreto el fútbol, es también el territorio sobre el que se levanta una colección de nombres que enseguida alcanzan el estatus de lo cuasisagrado. Son, obviamente, las letanías de alineaciones (otro amigo siempre se equivocaba, tal vez a propósito: alienaciones) que aún recordamos igual que el viejo padrenuestro: Carmelo, Orúe, Garay, Canito... O los tecnicismos aprendidos en las crónicas y comentarios: orsay, córnerariete, cuero, golpe franco, elástica, zamarra... Sin olvidar aquellas frases que eran verdaderos sortilegios capaces de situarnos en la posición teórica del medio volante... 

Y de fútbol puro es el nombre de ese santo que nunca habíamos visto en el santoral, y al que siempre imaginamos tocado con una txapela y con melena y cola de león, tal como se ha caricaturizado tantas veces.

Ayer se disputó él último partido de fútbol en el estadio de San Mamés. Un rapto de optimismo me llevó a pensar que por fin podía declarar clausurada mi infancia. Y que se joda Peter Pan.

Imagen: Estadio de San Mamés, conocido como «La catedral».
 Tomada de aquí.