lunes, 31 de diciembre de 2012

Sol 13


Lo que parecía 
una estrella errante,
un canto de cisne,
la huella de una noche sin fin
o un escalera al cielo... 
acabó siendo
el sol del año 13.

¡¡Por un año nuevo nuevo!!

Imagen: Sol de madrugada en Alesünd (Noruega). © Fernando Tellado





viernes, 28 de diciembre de 2012

Puertas



¿Y qué me dices del extraño placer de mezclar cosas que nunca han estado juntas, simplemente por amor de lo que, con su voces, con sus ojos y sus manos, nos reclama? ¿No hay en ello un signo de verdadera creación, de osadía necesaria, una inocencia indestructible? Llama a esa puerta. Detrás estás dentro.


Viejo portalón en Talavera de la Reina.
 © AJR, 2012.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Bel-ēn-jaikús 2012


(Nuevas, novísimas
piezas de jaikú y aire
para el belén.

Son casi todas
piezas de artesanía,
barros del día...)

Más soldados de Herodes
Vienen de Irak,
de Siria y Palestina,
de Afganistán...

Y alguno viene
armado de su casa
hasta los dientes.

Camino del molino
Qué pinturero
va con su trotecillo...
¡Coño, Platero!

El gallinero
A ver, a ver:
¿a quién le sobran huevos?
¡A Wert, a Wert!

(–¡Quiquiriquí!
–En català, si us plau
–Kikirikí!)

El mercado
Sigue la pista
del runrún de las bolsas
el prestamista.

Más que dinero
lo que presta es bausura.
¡Será usurero!

Vieja friendo huevos
Brillan dos soles
de toma pan y moja
entre peroles.

Paje de reyes
(con pinta de monago)
¡Tiempos los de antes…
cuando eran los «recortes»
de pan de ángel!

Carpa de circo*
La gallinita
–Gaby, Fofó, Miliki–
está malita.

Con sus remiendos
de payasa de feria,
está sufriendo.

Ay, Turuleta,
si ya nadie te canta,
haz la maleta.

(*Aportación infantil, algo anacrónica,
al estilo de las que algún sobrinillo
solía hacer con sus mádelmans.)

Coro de ángeles
¿Y ese revuelo?
Son risas. ¡Llega Tony
Leblanc al cielo!

¿Y el mazapán?
Se lo ha zampado todo
Tony Leblanc.

Y ese ángel bobo,
¿por qué no canta nada?
¡Porque es El Lobo!

(¡Qué buen turrón!
Perdonen el anuncio:
hay que hacer caja…
¡Denle al ratón!)

La granja
Prodigio inmenso
que haya tanto co-chino
¡y todo ibérico!

Cerdos clonados.
Ya en el belén de entonces
eran de plástico.

Mas la piara
no se rinde. Resiste.
¡Y contraataca!

¿Cómo hay, hermano,
en las calles que pisas
tanto marrano?

Mensajero
Ha dicho el papa
que ni muuuula ni buey.
¡Qué sabrá él!

¡Que sí, que ha dicho
que ni el buey ni la mula…!
¿Solo borricos?

El pastor mentiroso
–¿Sabes quien soy?
–Me lo pones a webo:
serás... ¡Mariano!

Pancarta en el portal*
«Por el derecho
a la vivienda digna:
¡No + desahucios!»

*Felicitación de Carmen Peire.

Lavandera
Veo su rostro
en la plata del río
cada mañana.

Continuará… O no.

Imagen: otro de los encantadores belenes recortables de Opisso, publicado en el TBO. Tomado de aquí.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Lavandeiras por Navidad


Entre las figurillas del belén que poníamos en casa siempre me gustó especialmente la lavandera. Quizás porque de niño, en los veranos pasados en Galicia, aún alcancé a vivir la experiencia de acompañar a mi madre a lavar al arroyo del Pereiro, al pie mismo del lugar donde la sierra casi llegaba a rozar las casas del pueblo. Allí solían coincidir muchas veces, al amparo templado de o raio de mediodía, varias comadres con sus tinas de zinc y sus lavaderos de madera. Aunque a menudo eran unas anchas lascas graníticas las que servían de soporte para frotar sobre ellas la ropa. Mientras se hacía la colada y las prendas se secaban al sol sobre la hierba, los niños nos adentrábamos un poco en el monte. Nos gustaba escuchar, bajo los gruesos cables del tendido eléctrico que venía desde el cercano embalse del Sil, el chisporroteo de "los duendes de la luz", a los que imaginábamos feos y terribles, por algo en las grandes columnas metálicas que los sujetaban se avisaba de que existía peligro de muerte. Con más frecuencia seguíamos el cauce del riachuelo y lo cruzábamos de un lado a otro procurando no mojarnos los pies, no siempre con éxito. También íbamos a aquel recodo en el que una vez vimos pudrirse la carroña de un enorme lobo que días antes había estado colgado a la entrada de la única tienda del pueblo, tras ser cazado por hombres del lugar. Aunque debían de haber pasado al menos un par de años desde aquello, el olor seguía siendo nauseabundo. O eso creíamos. Y pese a saber que existían razones claras para tenerles respeto a los caminos de la sierra, más de una vez nos adentramos monte arriba y, mitad en broma, mitad explorando sensaciones verdaderas, jugábamos a que nos habíamos perdido. Quizá fuera solo para experimentar la alegría de volver al corro de las madres, que ya estaban recogiendo las sábanas y los bártulos, y al poco, con las tinas de ropa limpia sobre la cabeza, nos apremiaban para emprender la vuelta a casa. Las tardes del verano tenían entonces una duración casi infinita y, por el camino, aún nos daría tiempo a ver hundirse lentamente el sol entre las formas redondeadas de Cabeza da Meda y a sorprender algún hilillo de luz resbalando por las hojas de un castaño. Estos recuerdos me asaltaban el otro día mientras contemplaba en el Museo del Prado el magnífico cuadro de Martín Rico que encabeza estas líneas. Y me ha parecido una buena idea traerlo a la Posada y colgarlo en el salón de fiestas para desearle a todos los huéspedes y transeúntes una muy feliz Navidad. Al fin y al cabo, la Navidad es sobre todo un tiempo de infancia. Uno tiene la impresión de que con el correr de los años pierde mucho.

Martín Rico: Las lavanderas de La Varenne, 1865. 
Óleo sobre lienzo. Museo del Prado. 
Reproducción en alta definición tomada del blog El Dibujante 2.0
(pulsando sobre la imagen puede ampliarse)


Las claves mayas


Frente a la vulgarización, tan veloz como torpe, de las mal llamadas «profecías» mayas del fin del mundo, he aquí una referencia que me parece de gran utilidad para quien esté interesado en saber de qué va toda esta vaina. Gracias al Fondo de Cultura Económica por la calidad de sus Gacetas. Y, en especial, para este caso concreto, al profesor Érik Velásquez García por su esfuerzo divulgador.

Pulsar sobre la cubierta de la revista. O, en su defecto, acceder a esta dirección:
http://www.fondodeculturaeconomica.com/subdirectorios_site/libros_electronicos/Gacetas/nov_2012/index.html



jueves, 20 de diciembre de 2012

Un viejo estribillo




La Navidad es un viejo estribillo. Tan pegadizo como la cantinela incombustible de los niños de San Ildefonso. Como los anuncios que vuelven a repetirse y vuelven a beber. Como los villancicos, ¡claro!, con ese lúcido, paradójico, estremecedor «no volveremos más» (nosotros, no ellos). Y la alegría por decreto se hace larga, interminable, agotadora, cada vez más insufrible. Y más bien triste... Hasta que alguien te susurra al oído, o te deja en el buzón de recoger imeils, esta Bei Mir Bist Du Schöen, la loca canción yidis que te envuelve en su swing, te hace sentir bien y te lleva a bailar por toda la casa mientras en tu cabeza se proyectan las más divertidas escenas de aquel cine mudo que ahora vuelve a estar tan de moda. ¡Saber que somos hermosos para alguien! No hay mejor estribillo. Si acaso, sólo saber que alguien siente lo mismo. Y volver al refrán. Y a la danza.

martes, 18 de diciembre de 2012

Resorte

HACE
ya diez años que murió quien hoy, 18 de diciembre, hubiera cumplido 98: mi padre.  Esta mañana, una de esas alarmas del calendario del teléfono móvil, que programé hace tiempo y me da pena borrar, me lo recordaba antes aún de haber abierto los ojos. Por un momento, tuve la impresión de que era una llamada «real». Pero enseguida se impuso la lógica del despertar y no tardó en abrirse paso el mundo consistente de un nuevo día. Estas tecnologías que tanto lo están cambiando todo, y quién sabe con qué consecuencias, a veces nos sorprenden más allá de su uso práctico, de sus inmensas ventajas o de su resistible propensión a colonizarnos. Parece como si en algún punto de sus circuitos escondieran, minúsculo y palpitante, un corazón. Un resorte, hubiera dicho mi padre, de quien ahora recuerdo (y no sé por qué) que le gustaba mucho esta palabra y la empleaba con frecuencia. Quizás porque también era un gran admirador del reloj, ese artilugio poderoso al que muy pocas cosas son capaces de derrotar. Y siempre sólo provisionalmente. Que no en vano suya ha de ser la última hora. Pero en el entretanto, además de la memoria, tenemos la música, otro resorte también poderoso. Tal vez el que mejor puede transportarnos a un estado de ánimo concreto permitiéndonos la ilusión de volver a vivir lo ya vivido. Como el inevitable alcanfor y la alegría de este viejo romance.