sábado, 24 de julio de 2010

Sol Di Meola



Primera grabación en solitario de su impresionante discografía, Land of the Midnight Sun (1976) muestra ya muchas de las cualidades que hacen de nuestro contemporáneo Al Di Meola (Jersey City, 1954) un virtuoso de la guitarra y uno de los precursores del jazz fusión, especialmente por la vía que lo aproxima al rock sinfónico, a los ritmos progresivos nacidos de la nueva sensibilidad musical de raíces rockeras surgida en la década de los setenta.

El tema que da titulo al álbum, como el álbum todo, en el que también participó Chick Corea, es ilustrativo de una tendencia que respiraba libertad por todos sus poros y que daba alas y soporte aéreo a tantos deseos de trascendencia, quizás solo de felicidad posible, muchas veces impulsados por sustancias mediadoras que no tardarían en mostrar su rostro más desagradable.

Música inaugural de años en los que sobre los paisajes ibéricos, tras la larga noche dictatorial, alumbraba con fuerza un sol esperanzado.

Al Di Meola anda hoy por tierras eburiacenses*, hacia las que esta Posada abre una de sus puertas menos secretas. Así que no es extraño que por un ventanal se cuele su música... quizás en el momento mismo en que el posadero y sus amigos la están disfrutando en directo en la iniciática Plaza del Pan, bajo el gran Ojo gótico.

Junto a la pieza que da título resonante al álbum citado, dejo también una vídeo de sobra conocido, pero que quizás pueda encerrar alguna sorpresa para l@s más jóvenes visitantes de esta hospedería: hubo una vez en que en las veredas de la música se encontraron Paco de Lucía, John MacLaughlin y Al Di Meola...

[* Dentro del 8º Festival de Jazz «Ciudad de Talavera», de cuyo interesante desarrollo pueden verse, en el apacible rincón de Verbo y Penumbra, unas tan personales como bien medidas crónicas.]



viernes, 23 de julio de 2010

Atourrimiento

Cuando 1 amarillo (Contador ) y 11 blanco (Schleck) suman 100/100 gris = el Tour 2010.
(Imagen tomada de la Página oficial del Tour)

El Tour 2010, salvo sorpresas de última hora, va a suponer la quinta victoria consecutiva de ciclistas españoles, igualando así entre tres corredores lo que Miguelón Indurain consiguió él solo de 1991 a 1995. Pero no pasará a la historia.

Tras seguirlo con el mismo interés de siempre, con una fidelidad que forma parte de mis ritos caniculares, puedo dar fe de que ha sido uno de los más aburridos de los últimos años, sólo animado por incidentes menores, algunas ráfagas mínimas de emoción y, eso sí, toneladas de fair-play. Tantas y tan reiteradas que en algún caso daban hasta para pensar en un reparto de papeles, si no pactado de antemano (que no creo), sí consensuado a la vista de las circunstancias.

Tal vez la igualdad de fuerzas entre los dos grandes favoritos, Contador y Schleck, es tan milimétrica, que la competición no daba para más duelos que el que se produjo en los últimos diez kilómetros de la subida del Tourmalet, donde se vio una disponibilidad de recursos tan pareja que a punto estuvieron los dos ciclistas de entrar de la mano, o incluso uno en los brazos del otro. Eso y aquel demarraje, ascendiendo hacia Bagnères-de-Luchon, en el que a Andy Schleck se le salió la cadena y dio pie a una absurda polémica, es lo único que los aficionados podemos mantener en la retina.

Pero han sido muchos kilómetros sin casi una emoción verdadera que llevarse a la siesta como para pensar que todo sea debido a esa igualdad. ¿Un exceso de cálculo? ¿Mediocridad por norma? ¿Sentimientos de culpa generalizados, en un deporte siempre bajo sospecha, que intentan enjugarse con gestos retóricos de caballerosidad?

Decía el abulense Carlos Sastre, que es tan buen corredor como escasamente diplomático, que algunos están convirtiendo el ciclismo en «una patraña de niñatos». Sus palabras son injustas. E incluso su propia incapacidad para romper ese estado de cosas debería hacerle recapacitar (tampoco sería la primera vez que se desdijera). Pero es verdad que se echa en falta un punto de ambición y de capacidad de aventura. Cierta forma de abordar la carrera que el estilo característico de Contador (a la antigua usanza) nos prometía y que en esta ocasión parece haberse esfumado.

En fin, pocas veces he dicho agur (¿abur?) a un Tour con menos sentimiento. Me queda el consuelo de soñar con el próximo.

martes, 20 de julio de 2010

Resonancias


La mejor brújula para moverse por Internet es la fe en el poder de las palabras, guiada por la esperanza de compartirlas y amparada por las caridad de nunca desear a los otros lo que uno no quiere para sí (lo cual más que caridad, como suele ocurrir a menudo con la virtud así llamada, es mero sentido de la justicia).

Las palabras son lo que son y además son el son. Tambores capaces de convocar multitudes, susurros que apenas se distinguen del gorgor de la marea, crótalos que invitan a la danza, rumor sordo del fondo, trompetillas desafinadas del fin de fiesta.

Pero, sobre todo, las palabras son imanes (brújulas de nuevo): se atraen unas a otras, se repelen, fornican y se amansan, tienen vida propia y crean vida.

Están, por ejemplo, las palabras que forman parte del ser del lugar, de este lugar: sol de medianoche. Uno las teclea, con algunas variantes idiomáticas, en un buscador cibernáutico y la marea arrastra hacia la playa algunos hallazgos que merecen ser compartidos. Como este viaje, tan apropiado para esta época estival. Como el sol mismo que nos ampara a todos.


Imagen superior tomada de Trinity's eyes.


viernes, 16 de julio de 2010

Heroísmos

La natural tendencia a la hipérbole que caracteriza al lenguaje de las crónicas deportivas parece haber agotado ya todas sus posibilidades. Resulta difícil encontrar una palabra o descripción más o menos novedosa que pueda estar a la altura de la «gesta histórica» escrita por la selección española de fútbol en el Mundial de Sudáfrica. Me excuso de repetir expresiones que están en la mente de cualquiera y que aún asoman en las portadas de todos (¡todos!) los periódicos de estos días. Y me excuso también de no ponerle peros a esas «licencias poéticas» de un género que se basa en la espectacularidad y donde el énfasis y la gruesa retórica del titular son norma, santo y seña.

Pero excusado de esto, sí que me parece oportuno señalar que va siendo hora de que algunas aguas verbales vuelvan a su cauce, y que ciertas palabras, aunque sean capaces de funcionar sin confusiones en ámbitos muy diversos (el campo del fútbol es también un campo semántico), deben recuperar, en los usos comunes, su relación directa con la realidad y su capacidad para designar con propiedad el mundo.

Y eso ocurre, me parece, con las palabras que se agrupan en la familia verbal que tiene que ver con el heroísmo, la abnegación y el compartamiento valeroso incluso a costa de los propios intereses. Los «chicos Del Bosque» sin duda merecen muchos calificativos elogiosos, y no seré yo el que se los escatime; más bien al contrario, y a las pruebas me remito. Pero si consideramos que su comportamiento ha sido «heroico», ¿qué calificativo habrá que reservar para actuaciones como la del protagonista del vídeo que aquí dejo? (y que me ha llegado a través de la siempre muy interesante página de Babar).

Un historia tan ejemplar como emotiva y que, además, puede ayudarnos a no perder de vista el horizonte de realidad al que deben apuntar ciertas palabras.

jueves, 8 de julio de 2010

Universo Torrente

Seguramente el solo nombre de Torrente, tan a propósito para un escritor fecundo que bien pudiera pasar por seudónimo, hoy evoque en la multitud espectadora resonancias llenas de picaresca friqui, tremendismo y grueso humor finalmente grasiento. Son las ironías de la posteridad, ese lugar apenas conjetural que lo debe todo a su condición imaginaria (y también, en consecuencia, al poder de la imagen). Pero Torrente, nombre propio y hasta exclusivo sin marca registrada, volverá a ser (nunca ha dejado de serlo pese a las apariencias) la forma común y precisa de llamar a un universo literario: el creado por el escritor Gonzalo Torrente Ballester, de cuyo nacimiento se cumplió el pasado 13 de junio, festividad de san Antonio de Padua, el primer centenario. «Año Torrente», pues, es otro de los nombres de este 2010 tan nominado.

El «universo Torrente», con su clara estirpe cervantina pero también valleinclanesca y joyceana, es uno de los prodigios mayores que cabe atribuir, desde su impulso inicial, a esa forma peculiar, irremediable y hasta extravagante de estar en el mundo que es el alma gallega. Un impulso traducido en este caso y con natural despliegue en una actividad creadora capaz de delinear, como quien levanta el mapa minucioso de un reino legendario bañado por las aguas de la realidad, uno de los espacios imprescindibles de la lengua castellana. Y más rico por cuanto incluye paisajes y fronteras cuya condición esencial es la mixtura de hablas, la fusión de mitos, la presencia confluyente de ríos de poderoso caudal simbólico, surgidos de muy diversas fuentes y que tienen en el discurrir con libertad la única condición insustituible de su naturaleza.

Torrente puso bajo la doble clave narrativa y musical de la saga/fuga (expresión que casi designa un nuevo género literario) la puerta de acceso más ambiciosa a su mundo. Probablemente también la más lograda. Y sin duda la principal candidata a encabezar, como continente de vasta complejidad y de recorrido siempre inesperado, el recuento de los muchos tesoros que su literatura encierra.

La saga/fuga de J. B. es una obra de lectura tan difícil como generosa. El esfuerzo que pueda suponer, en algún momento, la fidelidad a las desmesuras del texto y a sus infinitas revueltas, en seguida se ve recompensado, además de por la propia ganancia que la aventura (lectura) encierra en sí misma, por el hallazgo frecuente de pepitas de oro en forma de revelaciones insospechadas o sugerencias de altos vueltos. Y más todavía por la sensación impagable que todas las grandes obras nos provocan: saber que están escritas personalmente para nosotros, que somos sus destinatarios si no exclusivos sí imprescindibles. Absoluta generosidad del arte que se da para todos, sí, pero también y de forma especial para cada uno.

El impulso del centenario de Torrente Ballester, y acaso también el final de la década de «purgatorio» tras su muerte (27 de enero de 1999), están multiplicando la presencia del escritor ferrolano-salmantino en actos y exposiciones, al tiempo que las ediciones renovadas de sus libros hacen posible la llegada de su obra a nuevos lectores.

Algunos vidriosos asuntos de corte ideológico, por lo común ligados a la afiliación que el escritor tuviera en las fuerzas de Falange, resultan no sé si solo anacrónicos o completamente irrelevantes para que desde ellos pueda arrojarse sospecha alguna de impostura sobre su obra. Lo cierto es que estas «revelaciones» de la memoria histórica, cuya difusión es pertinente aunque su significado resulte espurio, a menudo se presentan bajo una vitola sensacionalista (incluso cabría hablar en algunos casos de "manipulación") que, más que aclarar algo sustancial, contribuyen a embotar la compresión del sentido desde el que cabe enjuiciar ciertas actitudes. Y son además un buen caldo de cultivo para la proliferación de tópicos mostrencos, tal vez el más letal de los virus que atacan la facultad del pensamiento libre. No muy distinta, por ejemplo, me parece la problemática (ofuscada además en este caso por el prejuicio nacionalista) que impide que Cunqueiro sea asumido de una vez por todas, desde dentro y sin complejos, como el gran creador gallego que es.

Torrente Ballester, su obra, está por fortuna más allá de esas zaragatas de escasas miras, y su significación como creador de mundos crece en círculos concéntricos que cada vez incluyen mayores espacios en el mundo libre de la imaginación (o la «fantasía», como tal vez hubiera preferido decir el escritor y como sin duda hubiera dicho también mi abuela, gallega como él).

El vídeo del ministerio de Cultura que aquí dejo nos ofrece un sugestivo autorretrato del escritor.


Imagen superior:
Torrente Ballester fotografiado en 1997 por Chema Conesa. Tomada de el mundo.es


martes, 6 de julio de 2010

El presagio


Ante la inevitable inquietud que recorre la espina dorsal del país entero (salvo excepciones que confirman la regla), es precisamente El País de la víspera, en su versión impresa e.e.p.e.*, página 46 (= 10), el médium que ofrece una pista que parece irrefutable acerca de los que nos va a deparar el futuro, con líneas que si no están del todo escritas ya han empezado a delinearse.

«Lo tengo ante mis ojos, lo estoy viendo », pensó el habitual y descreído consultante de oráculos, y se vino célere y previajero hasta el blog para tramar el juego antes de que el juego, como tantos otros otras veces, se desvaneciera en el aire. Una foto, una sugestión con extrañas connotaciones, un presagio. El principio de realidad acaba por imponerse siempre. Pero todo es realidad.

Y hasta aquí puedes leer, amable y acaso algo perplej@ amig@.


*e.e.p.e = abreviatura redundante que vale por "especie en peligro de extinción" (tarde o temprano, si se exceptúan algunas especies de bacterias, todas lo están).

sábado, 3 de julio de 2010

Viajar para contarlo (II)


El LITVI, la interesante iniciativa para prestar atención a los libros de viajes que se celebró durante la semana pasada en Compostela, discurrió por los cauces previstos en su triple condición de evento ferial, congreso sobre el Camino de Santiago y reunión de autores y profesionales. Participé en él durante las tres primeras jornadas y pude comprobar el vigor de un sector editorial que aún está lejos de haber alcanzado el tope de su desarrollo, aunque en el momento actual tampoco escapa a la crisis general que afecta a la economía.

El evento, cuya organización a cargo de la empresa
Trevisani resultó impecable, contó con la presencia de autores como César Antonio Molina, que el domingo 20 inauguró los actos con su conferencia «Lugares donde se calma el dolor» (algún despistado preguntaba por qué se había elegido "una charla sobre hospitales" para abrir un congreso de viajes), o Javier Reverte, Julio Llamazares y Fernando Martínez Laínez, que explicaron sus respectivas experiencias como escritores y viajeros (o viceversa). En días sucesivos también participaron Paco Nadal, Cristina Morató, Soledad Puértolas, Susana Fortes y Luisa Castro, entre más de medio centenar de autores.

Durante la cena peripatética de inauguración, que se celebró en la antigua capilla del Hostal de los Reyes Católicos, pude conversar un buen rato con el escritor coruñés y antiguo ministro de Cultura, uno de cuyos méritos no menores (y así se lo hice constar con énfasis de lector agradecido) es la de haber contribuido a recopilar la obra periodística dispersa de Cunqueiro. «El año que viene es su centenario», me dijo con un gesto expresivo. Cunqueiro volvería a estar presente en diversos momentos de las jornadas, en especial durante una mesa redonda sobre «El teatro en el Camino», donde el dramaturgo gallego Manuel Lourenzo concluyó su intervención con un homenaje a la capacidad fabuladora del autor mindoniense.


Dentro de las conferencias de temática jacobea, me resultaron especialmente interesantes, entre las que pude escuchar, las intervenciones del historiador Fernando López Alsina sobre el Codex Calixtinus, que bien podemos considerar como «la madre de todas la guías», y la del hispanista inglés John Rutherford, quien compartiendo mesa con Suso de Toro explicó en perfecto gallego los impulsos que le llevaron a hacer varias veces el Camino de Santiago siguiendo las famosas flechas amarillas (o "de oro", como él las llama) y a novelar la experiencia.


Sobre guías


En la mesa redonda que el lunes 21 dedicamos a intercambiar impresiones sobre las guías de viaje como «herramientas necesarias», se apuntaron
algunas reflexiones sobre las condiciones que debe reunir una guía de calidad, se matizaron algunas de las diferencias (no siempre obvias) entre las guías y los libros de viaje, y se apuntaron experiencias particulares de los intervinientes en animada charla con el público, al que uno de los contertulios, el editor y autor extremeño Marino González, calificó como «heroico», habida cuenta de que la hora del debate coincidía con el España-Honduras de fútbol. Los goles de Villa resonaron puntualmente en medio del debate.

Algunos de los participante de la mesa redonda sobre guías: (de izquierda a derecha) Marino González, Manuel Bragado, Pemón Bouzas, el que suscribe y Pep Bernadas. Faltan Gabriel Pernau y Xosé Miranda, que estaban situados a uno y otro extremo. He tomado la foto del blog de Pemón Bouzas.

La presentación corrió a cargo de
Pemón Bouzas, que hizo una brillante introducción sobre el impulso viajero que late en el fondo de toda actividad literaria, quizás porque «las canoas poseen, en esencia, la misma naturaleza que las arpas». Fue especialmente destacable, por lo atinado y claro de su visión desde una perspectiva profesional, la intervención de Manuel Bragado, director general de la editorial Xerais, y emotiva y cargada de elocuente sentido común la de Josep Bernadas, el fundador y editor de la revista Altaïr, un verdadero punto de convergencia en el mundo de las publicaciones viajeras, y viajero él mismo con rica experiencia que sabe compartir de forma apasionante. Xosé Miranda, narrador y experto en tradiciones, subrayó la importancia de recoger y transmitir los aspectos de la cultura popular que están en trance de perderse, y el periodista Gabriel Pernau relató algunos amenos pormenores de la aventura que le llevó a hacer el viaje desde Barcelona a China en bicicleta. Marino González, ya citado, subrayó el compromiso ineludible del editor con la calidad.

Por mi parte, de las dos versiones que había preparado para mi intervención, opté finalmente por la más breve, aunque en el coloquio tuve la oportunidad de comentar algunas experiencias y de reclamar para las «modestas» guías de viaje, no un estatus literario (me parece que son más bien un género periodístico o puramente divulgativo), pero sí su irrenunciable aspiración a la calidad y la excelencia dentro de sus peculiares características como textos en los que, frente a la lógica de la narración, ha de imponerse la lógica del viaje o de la visita. La verdad es que algunas ideas solo pudieron quedar apuntadas. Pero la reunión resultó fructífera. Y los días compostelanos, breves e intensos, en una ciudad inusualmente luminosa y tan babilónica como siempre (o acaso más), estuvieron llenos de conversaciones interesantes y de encuentros muy gratos cuyos ecos es probable que en algún que otro momento afloren a esta bitácora.

Copio aquí el poema con el que abrí mi intervención.


Prólogo en 14 líneas para una Guía de Viaje

La guía que te guía no es la guía
que pone ante tus ojos la belleza
de la ciudad mojada o la rareza
de una columna torsa en plena Vía.

Tampoco la emboscada cacería
de palabras que, en toda su fiereza,
te acerca el ser de la naturaleza
y hace leyenda de la geografía.

La guía que te guía, viajero,
hipócrita lector o transeúnte*,
no es la verdad palmaria del barquero,
ni el plano a escala humana del abismo,
ni siquiera el reverso de este apunte…:

la guía que te guía eres tú mismo.


*Esta línea, encartada con el final de la anterior, tiene una "versión desplegable" en la que, una vez extendida, se lee: «... viajero, / hipócrita lector, tal vez solo turista o apenas transeúnte»