domingo, 10 de septiembre de 2017

Brooklyn y Bruklin



El puente de Brooklyn. Foto de Ana Nance publicada en El País. 
(Lecturas en voz alta 📝9). Me ha gustado este reportaje del poeta Óscar Curieses sobre el Nueva York de Paul Auster porque lo centra de forma muy marcada en los escenarios de las películas relacionadas con el escritor, y en especial en la inolvidable Smoke, una de mis favoritas, como ya he destacado en varias ocasiones
El itinerario, además, me ha resultado muy familiar no tanto por los vagos recuerdos de las obras de Auster, del que fui devoto lector durante un par de décadas —a lo mejor me animo ahora, con la cuenta atrás, y vuelvo— como por mi experiencia reciente de frecuentador de los excelentes diarios del poeta y profesor Hilario Barrero, en los que muchos de esos mismos espacios comparecen a menudo, a pie de calle o a vista de terraza, sin olvidar los frecuentes y bien aprovechados viajes en metro o la muy exquisita y bien comentada banda sonora. 
Son ya varios cientos de páginas repletas de escenas callejeras o domésticas, y también –y muy importantes– de estancias interiores, siempre bien encuadradas y mejor descritas gracias a una forma muy sensible, minuciosa y solidaria de mirar el mundo. Algo que, por otro lado —que viene a ser el mismo—, conocen también los muchos seguidores que Hilario tiene en Facebook, entre los que me cuento desde el minuto 1 —literal— de mi presencia en la más populosa de las redes sociales. 
Lo cierto es que gracias a esos diarios y a esos muros, desde hace ya unos cuantos meses, el Nueva York de Auster es para mí, más que nada, el territorio del «arcipreste de Bruklin», como HB alguna vez, con gracia y propiedad, ha sido llamado. Un espacio ameno, cordial, lleno de sensibilidad y perspicacia, y convertido ya en una extensión imprescindible de la buena prosa y poesía españolas.

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