domingo, 9 de agosto de 2015

Aquellas pomporrutas imperiales



Este corto de Fernando Colomo fue, muy probablemente, el primer proyecto llevado a buen puerto de lo que después se llamaría la «comedia madrileña». Y es, a todas luces, un claro adelanto, por el tono y por sus actores, de Tigres de papel, el primer largometraje del director y todo un aldabonazo en la gran pantalla de lo que a duras penas comenzaba a ser el posfranquismo. Es poco más que una anécdota llevada con gracia a un punto disparatado, pero en germen contiene buena parte de una etapa brillante de la comedia en nuestro cine, tal vez demasiado pronto naufragada en las aguas pantanosas del automimetismo. Si la memoria no me engaña, vi este corto por primera vez a finales de 1976,  en una sesión del Instituto Francés de Marqués de la Ensenada, donde probablemente se proyectaron otras obras noveles de entonces. Pero no recuerdo ninguna más. Como en la propia historia que aquí se narra, así son los caprichos y las deformaciones de la memoria.

2 comentarios:

Antonio del Camino dijo...

Recordaba vagamente el corto y, aunque parezca mentira, creo que no llegué a ver en su día, ni después, "Tigres de papel". No obstante, si la memoria no me falla (aunque ya se sabe cómo es la memoria de caprichosa), una escena similar , ¿no se producía también en "La mano negra", película de 1980, también de F. Colomo?

Es grato volver a este cine ligero y refrescante, en la hospitalaria sala de la Posada.

Un abrazo.

Alfredo J Ramos dijo...

Gracias, Antonio. Puede que sí (lo de la repetición de la escena), pero no puedo asegurarlo. Dejo pendiente su comprobación para una hipotética nueva visión de La mano negra, de la que ahora mismo sólo recuerdo vagamente su argumento. En cuanto a Tigres de papel, tuve ocasión de verla otra vez hace algunas semanas y, francamente, fue un duro ejercicio de inmersión en tiempos de los que sólo a través de testimonios como éste uno puede creer que de verdad hayan sido posibles. Bueno, sin exagerar, la peli sabe ligar bien unos cuantos tópicos de la época y se deja ver, aunque haya que hacerlo sorteando con una sonrisa los peligros de la autocompasión. Un abrazo.