domingo, 30 de noviembre de 2014

Luz de noviembre


Dejemos que la lluvia nos golpee la cara,
que los ojos descubran el alma de las cosas.
No le pongamos límite al sueño de las nubes,
que el viento sople libre, que las semillas vuelen.
Aunque acaso seamos solo cañas que piensan
y a veces sienten miedo de su azúcar oculto,
despleguemos las velas de los días  fugaces
porque sólo está vivo de verdad lo que muere.
Cualquier día seremos en la rueda del tiempo
partículas molidas en el confín del cosmos.
Vivamos cuanto ahora la vida nos regale,
la suerte de sabernos sentir y ser sentidos
en un instante eterno que es este mismo instante.
Esta luz es la luz y en su luz está todo.


Rescatado de los Arcones de la Posada
Primera publicación, con el título November bye, 30 nov 2012; a las 19:56 
(hace exactamente 2 años, ayer como quien dice).

8 comentarios:

Antonio del Camino dijo...

Qué belleza, Alfredo. Qué cerca me siento de cada latido del poema. Esta luz es la luz. ¡Vivámosla!

Un abrazo aún más próximo.

Olga Bernad dijo...

Una suerte de viento alejandrino (cómo me gusta este ritmo de vez en cuando) que mueve hojas y conciencias con esa suave libertad. Me ha gustado especialmente el verso "y a veces sienten miedo de su azúcar oculto", quizá porque American beauty me ha parecido siempre una enorme reflexión sobre el miedo. No fear, pues. A por diciembre.

Carlos Medrano dijo...

Hermoso, conseguido, -también me sumo a las palabras anteriores-, con la ligereza de lo que no muestra esfuerzo, y con la sabiduría de lo que no se llega a decir siempre.

Me resarzo al leerlo de aquellas danzas medievales de la muerte frente a cuya inevitable invitación a lo truncado y lo siniestro este poema juega en la eternidad del aquí y el ahora a esa necesidad sentir desde dentro, que más que un carpe diem desvela una conciencia de la plenitud.

También encierra la mejor actitud para recorrer estos días presentes, a veces tan críticos mirados con los ojos de todas las veces. En poemas como estos, está la invitación a una mirada (y concepción de la vida) diferente. Gracias y un abrazo. Hay por López de Hoyos un pequeño diablo que fue maestro zen.

Alfredo J Ramos dijo...

Muchas gracias, Antonio. Entre otras cosas, por tanta y tan permanente proximidad. Otro abrazo.

Alfredo J Ramos dijo...

Gracias, Olga. Eso que dices del miedo me parece una muy buena definición de una película que siempre me ha parecido un poco sobrevalorada, pero que tiene escenas inolvidables. Y es posible que sea precisamente ese comportamiento medroso del protagonista, unido a cierta estupidez de algunos personajes, junto con una estética de "americanada" hacia la que me parece que se desliza a veces Sam Mendes, lo que me aparta un poco de ella. Y ya que sale el nombre de Mendes, es excelente el trabajo que ha hecho en el último James Bond (Skyfall), que acabo de ver hace unos días y recomiendo tanto para amantes del género como del buen cine en general. Y sí, vamos a por diciembre... antes de que diciembre venga a por nosotros.

Alfredo J Ramos dijo...

Gracias, Carlos, por palabras tan generosas. Me llama la atención la mención que haces de la Danza de la muerte, cuya representación hacíamos en años escolares, en los agustinos de Salamanca, allá por el año... mejor no precisar... Diré solo que no era la Edad Media, pero casi. El caso es que aún recuerdo de ella tiradas enteras de versos que a lo mejor se deslizan por debajo de la puerta a la hora de escribir, quién sabe. Me apunto, risueño, esa hipérbole del diablo que se reencarnó en maestro zen (¿o es al revés?), y todo a la sombra del maestro de Cervantes. No tardo en ponerme manos a la obra de lo que ya sabes. Un abrazo.

Pedro Tenorio dijo...

Eres pequeño, Alfredo,
como son las estrellas
si queremos ponernos a la altura
de sus constelaciones,
o a la altura que logra
una bolsa de plástico vacía,
mecida por el soplo de una ausencia.
Pero por tus palabras eres grande.

Alfredo J Ramos dijo...

Gracias, Pedro. Cosa curiosa: anoche, mientras paseaba ya tarde con Pancho, pude ver el vuelo de una bolsa en López de Hoyos, extrañamente elevada hasta la copa de un árbol, donde competía con las tempranas bombillas navideñas. Atracción de evocaciones, supongo.