martes, 7 de mayo de 2013

Indicios vehementes



Poner en blanco los espesos sueños
al despertar de cada día    Alzarse
como palmera de presencia indócil
entre la terquedad y la codicia
Darse de todo --menos cuenta    Hacerse
como abalorio que se cruza y ata
en su terror menudo y aún salvaje
una gregaria confusión de sombras
Y empeñarse
sobre el costado azul de la intemperie
en no decir de forma que conduzca
al mismo y cálido y espirituoso
lugar común:
rincón de las polillas,
bostezo soberano,
seno de la nostalgia o humo innoble
donde... qué sabes tú que así te jactas!

Son solo vidrios, cintas de colores,
brillos tardíos de la tarde,
                                                  indicios
de una impostura que no tiene fin.


Fotografías © AJR, 2011

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Indicios vehementes es el expresivo título que Ana Rossetti puso al libro (1985) que la confirnó como la poeta con mejor dominio de los motivos eróticos, entre todas las «diosas blancas» de entonces. En lo que recuerdo, fue ella la que abrió en nuestra poesía de fin de siglo un camino de cálida imaginería claramente sexual, que ha sido transitado después con desigual fortuna. Nada más escuchar esta tarde que la Audiencia de Palma no ha encontrado «indicios vehementes... de que la Infanta [Cristina] conociera, se concertase, ni participase activa u omisivamente en el presunto plan criminal urdido por su marido y su socio Diego Torres, tendente a cometer un fraude a la Administración con ocasión de los contratos de colaboración a que se contrae la presente causa, ni a través de ellos a apropiarse ilícitamente de fondos públicos» (perdón por la larga cita), me he acordado con vehemencia nominal de aquel libro. En el cruce de caminos que es cada día, hoy se han juntado el poema que incluyo arriba, que fue escrito hace ya algunas semanas y del que nunca sospeché que acabaría titulándose así, y el eco e hilo de una expresión que, entre otros impulsos apenas resistibles, me han llevado a leerme integro el citado auto de la Audiencia de Palma. Toda una audacia, de 61 largos folios de duración, que no les recomiendo, a no ser que quieran opinar con conocimiento de causa sobre el asunto o, en su defecto, sean amigos de los funambulismos verbales capaces de sostener una cosa y la contraria en el mismo alambre (o línea). Menos mal que ahí están, entre otras posibles alternativas, los poemas de la Rossetti, hoy convocados en extraña compañía, para desquitarnos de tanta prosa leguleya.

2 comentarios:

Antonio del Camino dijo...

Sobre el poema: cierto que, de una forma u otra, eso viene a ser nuestro caminar cotidiano por la vida; bien captado y mejor dicho. En cuanto a su estructura técnica, no comprendo muy bien eso de que más de la mitad del texto no se puntúe de manera ortodoxa y sí se haga en los últimos 9 versos. ¿Te importaría aclarármelo? Pura curiosidad.

Sobre la coda: además de que mi primera idea al ver la entrada me haya llevado al libro de A. R., poco que decir a, como bien apuntas, esos funambulismos verbales capaces de sostener una cosa y la contraria en el mismo alambre. Se ve que este país nuestro quiere seguir, digámoslo con suavidad, siendo diferente.

Abrazos

Alfredo J Ramos dijo...

Gracias, Antonio. En cuanto a tu comentario sobre la puntuación, no hay mucho que aclarar: me parece que el único uso no "ortodoxo" es la sustitución del punto y seguido en las primeras frases por la mayúscula y negrita, y obedece a la intención de señalar su condición de "acciones (verbales) exentas", a modo de cintas de palabras (se dice después), un poco al estilo de "pintadas" que circulasen por la mente de quien las lee. La ausencia de comas en ellas es discutible, pero creo que funcionan. No ocurre así en la última de estas frases (antes del blanco), aunque te confieso que estuve tentado también de prescindir de las comas, que tal vez sería lo coherente, o mejor lo "esperable". Pero no lo hice: justo después de utilizar los dos puntos, y a tono con el contenido expreso de lo enunciado (un alegato contra el uso tópico del lenguaje), me pareció que se abría una "nueva vuelta de tuerca" con el uso de comas (¿chocante?, parece que sí) entre las cláusulas de esa especie de letanía que viene a continuación. La última frase, tras el blanco, incorpora la puntuación "convencional" porque está enunciada desde un plano diferente: es una especie de "pie" de todo lo anterior. No hay que descartar tampoco el puro efecto visual en la disposición del poema, aunque ese aspecto resulte aún mucho más difícil de objetivar. En fin, como no sé si estas "explicaciones" resultarán convincentes, me ampararé en aquellas líneas de la poética de Horacio que vienen a decir que "es propio de los pintores y poetas atreverse a cualquier cosa". Que no deja de ser una presunción (de inocencia, más que nada), pero a la vista de como está el patio (de Monipodio) de la justicia, tampoco nos vamos a autoflagelar. Gracias por la atención (y la paciencia). Un abrazo.