viernes, 9 de noviembre de 2012

Forastero


En la conversación sobre sus experiencias viajeras que mantuvieron el otro día Cees Nooteboom y Paul Theroux, con Juan Cruz como intermediario, tal vez la única palabra que el escritor estadounidense pronunció en español fue forastero. La dijo silabeándola con placer y de modo tal que durante unos segundo la hizo brillar con extraordinario prestigio, o eso me pareció, y enseguida la remití al polvoriento Oeste, a los juegos de infancia de indios y vaqueros y, a través de ellos, a las miradas torvas que el sheriff dirige al pistolero malencarado que acaba de penetrar en el saloon. La verdad es que, ensoñaciones y resonancias aparte, la palabra me pilló desprevenido y se me ocurrió preguntarme en voz alta, aunque confidencial, sobre su procedencia. El poeta Jordi Doce, sentado a mi lado, me dijo que obviamente vendría de "fuera". Su respuesta me convenció. Pero no del todo. Así que, una vez en casa (lo habría podido hacer por el móvil, como ahora hace mi amigo Ángel cada vez que en una de nuestras divertidas tertulias nos surge una duda wikipédica, pero hubiera sido gran descortesía para con los ponentes), me apresuré a consultar en Internet. Y, en efecto, confirmé que el término latino foras está en el origen de la palabra, pero también que al castellano ya había llegado entera a través del catalán. O sea que forastero, antes que nada, es un préstamo del catalán al castellano. Al saberlo, una parte de mi cerebro se puso en guardia. A ver si toda la murga de la independencia va a ser simplemente un pataleo para que el resto de España le devuelva a Cataluña, entre otras hipotéticas deudas, esta palabra... y las otras 350, aproximadamente, que según la RAE y el recuento de la wikipedia tienen, en el diccionario normativo del español, la condición de catalanismos. Figuran entre ellos absenta, albergue, alioli, andarivel, añorar, avería, bacín, burdel, cantimplora, cohete, doncel, dosel, esquirol, faena, gobernalle, guante, linaje, macarra, mercería , moscatel, muelle, nácar, novel, orgullo, peaje, peseta, quijote, reloj, ringlera, salitre, somatén, tortel, turrón, viaje y zadorija, término este último del que hasta ahora mismo lo ignoraba todo. Vale por «pamplina», que es (también) una planta herbácea anual de la familia de las papaveráceas. Respecto a forastero, el asunto tiene un cariz paradójico que no deja de inquietarme, sobre todo ahora que acaba de empezar la campaña electoral de una elecciones catalanas que no son como las demás.

Imagen superior tomada de Boliche "La Gazeta Federal"

6 comentarios:

Antonio del Camino dijo...

Interesante reflexión en torno a las palabras y sus misterios...

Curioso ese término, "Zadorija", del que tampoco tenía la menor idea.

Abrazos

virgi dijo...

Me has sacado la sonrisa en este viernes cansado y triste.
Besos

Alfredo J Ramos dijo...

Gracias, Antonio. Más abrazos.

Alfredo J Ramos dijo...

Pues ya está recompensado el esfuerzo de escribir, Virgi. Espero que el sábado esté siendo más llevadero, aunque los días andan como envenenados por todas partes.
Otro beso.

Carlos Medrano dijo...

Digamos que cuando uno viene a vivir a Mallorca, el término "foraster" es pronto aprendido entre bromas y veras como un índice peyorativo a lo que viene de fuera. La prevención a lo extraño puede haberse grabado en la memoria de unas islas sometidas históricamente al peligro del pirateo. (Y hasta el término Baleares tiene que ver con la figura del hondero, alerta ante lo invasivo.) Pero dejémoslo así, en una broma ante una cierta frialdad y reserva. En otras regiones, como Asturias o parte de Extremadura, mi experiencia de ser forastero suponía el intento de no dejar excluido o solo al recién llegado.
Hay un chiste de una ancianita de Santany que vino del médico alarmada por el diagnóstico -colesterol- que ella entendió 'foresterol' y llegó a casa diciéndo que "cómo no lo iba a tener ella y todas las vecinas de la calle, con todos los forasteros que estaban llegando al pueblo". Por cierto, la anécdota pasó.

Alfredo J Ramos dijo...

Esclarecedoras tus apostillas, Carlos. Y la anécdota final, de traca. Gracias.